Casa Angela

En una zona en la que mandan las grandes cadenas de comida fast food y ciertos negocios con una oferta gastronómica algo deficiente, Manel Forés, el responsable de Casa Angela, se ha propuesto recuperar el bar de tapas de toda la vida. “El bar de barrio con tapas bien hechas”, dice. Su objetivo, ya avanzamos, está más que conseguido. “Queremos ser honestos y reconquistar a los vecinos, a la gente de Barcelona que ya no pisaba esta zona por ser demasiado turística”, añade.

Tras dos años de batalla, compitiendo con la presión feroz de los gigantes internacionales del comer, consiguieron este local –mejor dicho, estos locales– delante de la plaza de la Sagrada Familia, a muy pocos metros del icónico edificio de Gaudí. La familia propietaria, que llevaba más de treinta años comandando este bar, prefirió apostar por el proyecto de Forés antes que darle paso a otro Starbucks (o similar). Por eso, en agradecimiento, le pusieron al establecimiento el nombre de Casa Angela, todo un homenaje a la cocinera y matriarca de la familia.

Dos en uno

Casa Angela se presenta pues como un local “dividido en dos locales que se conectan por la calle”, explica Forés. El primero, identificado con un cartel de color anaranjado, conserva su barra original para respetar la solera y el carisma del lugar, y ofrece esas tapas con sabores de antes. El segundo, con su cartel verde mar, apuesta por las paellas y por un interiorismo de aire vintage. Entre los dos, solo hay un par de portales de distancia.

De la barra del primer local salen tapas clásicas como las bravas, que acompañan con mayonesa y una salsa de chipotle; las croquetas caseras –como todo lo que se elabora en Casa Angela–, de carrillera, de setas, de jamón o de chipirón en su tinta; los buñuelos de bacalao –súper jugosos–; la ensaladilla rusa, clásica y con guisantes; o las gambas al ajillo, con su toque de guindilla.

En la cocina del segundo local, el chef Steve Molina prepara unas paellas que nada tienen que envidiar a las que se sirven en los restaurantes a pie de mar. Utilizan arroz del Delta del Ebro y las preparan muy finitas, con su indispensable “socarrat”. El arroz Campero, con butifarra de Calaf y espárragos trigueros, es uno de los más especiales. También se puede elegir el Ibérico, con costillas de cerdo ibérico, butifarra negra y setas; o el Marinero, con calamar, almejas, gamba y alcachofa. Si se piden para llevar, el chef las preparará con el mismo mimo y dedicación.

Para los que no quieran tapas ni paella, hay platos como el delicioso canelón Casa Angela, con carne de ternera, cordero y foie; la presa ibérica a la parrilla con su chimichurri especial; o las almejas a la marinera. Aunque los dos locales estén separados por unos metros y su oferta esté aparentemente diferenciada, la realidad es que la carta es compartida. Así que da igual donde nos sentemos, podremos degustar tapas y paellas en los dos locales, incluso en su soleada terraza con vistas a la Sagrada Familia. Al final, la propuesta es la misma: recuperar platos clásicos, utilizar materia prima de calidad y cuidar las elaboraciones, sin buscar excentricidades. Una bocanada de aire fresco para una zona algo contaminada, gastronómicamente hablando.