Jamie Oliver, el chef mediático comprometido contra Goliat
Uno de los culpables a mi afición por teclear compulsivamente sobre fogones y cocina es un cocinero rubiales, con cierto aire despreocupado y carita de Patrick Jane, el deliciosamente manipulador mentalista televisivo. Jamie Oliver y Patrick comparten la infinita capacidad de seducción desde la sonrisa franca y los ricitos de oro. El cocinero inglés, disléxico y músico baterista en sus tiempos libres, me parece lo más cercano a la perfecta empatía gastronómica que uno se pueda imaginar. En cuanto aparece en mi pantalla lo dejo todo. Droga dura.
El Mentalista y Jamie Oliver, encanto anglosajón a la enésima potencia.
Una falsa noticia respecto a este cocinero y una supuesta demanda contra la multinacional McDonald’s me ha impulsado por un lado a buscar información sobre el asunto (más adelante aparece el tema polémico de la carne higienizada con hidróxido de amoníaco) y también a repasar un poco la biografía de este cocinero encantador con una proyección mediática de alcance planetario.
Su aventura televisiva comenzó por casualidad cuando un equipo de la BBC que elaboraba un documental grabó las opiniones de un jovencísimo zagal que trabajaba en la cocina de un restaurante sin relumbrón. Jamie era un chavalín y su descomunal desparpajo fascinó al equipo hasta el punto que al cabo de unas semanas le propusieron tener su propio programa de recetas.
Así nació en 1997 ‘The Naked Chef’ (el chef desnudo). Con 22 años, programa propio y un estilo comunicativo inconfundible había nacido una estrella: dos años después firmaba contratos millonarios de patrocinio y publicidad. En su fulgurante camino mediático nos ha dejado perlas de juventud como puede ser esta loca receta de un curry de cordero, con el original punto de ser cantada y cocinada a ritmo de reggae. Pertenece a una gira realizada en teatros ingleses para mostrar su cocina. Cocina en un teatro, ¿se lo imaginan aquí? Yo tampoco.
Aunque cuando el paso del tiempo le ha bajado el nivel de hormonas en sangre, ha sido también capaz de construir momentos absolutamente preciosos y de una intimidad apabullante. Como por ejemplo toda su serie de Jamie at Home. Un Jamie más adulto y maduro nos cocinaba mucha verdura, a menudo recogida de su propio huerto. Y con su voz ceceante nos ha ido contando recetas, picando ingredientes y partiendo con las manos todo lo que no precise un cuchillo. Sentado sobre una piedra o tronco, rollito natural.
Su estilo y técnica siempre han sido desenfadadas, aunque no hay más que fijarse en cómo corta el chico para darse cuenta de que las bases las tiene bien aprendidas. Parte ingredientes con la mano por aquello de cocinar sencillo, nada más. Y nada menos.
Mucho más allá de la capacidad comunicativa y su calculadamente desenfadada técnica culinaria, uno de los motivos por los que más admiro a este cocinero es su constante implicación personal en aspectos sociales de la alimentación. No me quiero poner romántico, pero de la misma manera que me gustan los músicos capaces de sacudir con ideas las partituras de sus canciones, también me gustan los cocineros que son capaces de aprovechar su potencia mediática para cuestionar algunos de los usos y costumbres de nuestra sociedad.
En casa tenemos algún ejemplo arguiñanesco sobre comentarios-perla de calado social, aunque Jamie va un paso más allá. En el caso del rubiales de Essex, sus esfuerzos han sido continuados y sobre todo centrados en la mejora efectiva de la alimentación infantil y en la denuncia de algunas prácticas industriales que él considera abusivas. Su enfoque a mí me parece absolutamente sensacional: la información y educación a niños y familias salva vidas. Saber cocinar un pequeño repertorio de platos básicos permite que las familias no tiren permanentemente de precocinados que acaban minando su salud. De nuevo: la educación alimentaria salva vidas.
Receta de Jamie Oliver. Fuente: @jamieoliver
En 2002 inauguró el restaurante Fifteen donde cada año quince adolescentes con problemas de exclusión y conflictividad social aprenden el oficio de los fogones e intentan rehacer el camino de sus vidas. Fue en 2005 cuando su activismo alimentario logró su primer gran éxito mediante la campaña ‘Feed me better ’ (aliméntame mejor).
Sus paseos por los comedores y cocinas escolares mostró a la sociedad inglesa algunas de las miserias alimentarias a las que estaban sometiendo a sus niños y también algunas de las soluciones asequibles para comer más sano e iniciar a los pequeños a comer con naturalidad frutas y verduras. Incluso el flemático gobierno de la Gran Bretaña se vio obligado a modificar los menús y directivas escolares al respecto.
Como el rubiales es un tipo de mal conformar, decidió liarse la manta a la cabeza y se fue a hacer las américas para denunciar el uso del fast food insano como sistema habitual de alimentación. Grabó sus programas en el mismo corazón de la bestia, donde en su enfrentamiento contra los malos hábitos alimentarios denunció la práctica de utilizar el método de extracción mecánica de carne como forma de obtener un mayor beneficio industrial. Este procedimiento es el que ha dado pie a la noticia falsa sobre un juicio que hemos comentado al inicio de esta entrada. Para los que no lo conozcan, les resumiré el asunto:
1. Es legal.
2. Se obtiene, efectivamente, proteína comestible al final del proceso.
3. Y todo lo demás relacionado con este sistema da un ascazo de la muerte. Básicamente se trata de aplastar y centrifugar mecánicamente carcasas, huesos, tendones y la pequeña parte de carne que todavía esté adherida a ellos para que esta salga en una especie de pasta rosácea comestible. Esta pasta obtenida de carcasas y partes sin apenas valor comercial contiene gran cantidad de bacterias, así que se higieniza utilizando hidróxido de amonio (amoníaco). Estos procedimientos que, repito, son legales, dan como resultado un producto comestible. En nuestro país también se practica, así que vigilen sus envases.
Imagen extraída de este vídeo
Contra esta práctica lleva el cocinero unos años de lucha, en la que le deseamos mucha suerte. Aunque desde luego nuestra admiración sincera no depende de la victoria sino de su actitud y compromiso. Según ABC News, la multinacional ya no utiliza este producto desde Diciembre de 2012 aunque es un producto que se continúe utilizando masivamente en la producción industrial de preparados cárnicos. Obviamente Jamie es tan humano como tú y como yo.
Recientemente también ha sido protagonista de una polémica originada por declaraciones públicas donde utilizaba de forma controvertida la capacidad de españoles e italianos para comer bien con muy poco dinero: “I just want to hug them and teleport them to the Sicilian street cleaner who has 25 mussels, 10 cherry tomatoes, and a packet of spaghetti for 60 pence, and knocks out the most amazing pasta. You go to Italy or Spain and they eat well on not much money. We’ve missed out on that in Britain, somehow”. Sólo quiero abrazarlos y teletransportarlos hasta un barrendero siciliano que tiene 25 mejillones, 10 tomates cherry y un paquete de espaguetis de 60 peniques, y cocina la pasta más increíble. Vas a Italia o España, y allí comen bien con poco dinero. De alguna manera, hemos perdido eso en Gran Bretaña.
El tono ha sido percibido por algunas personas como paternalista. Y su descripción de la capacidad de cocinar rico rico en la pobreza, como una exaltación de lo pintoresco y una caricatura bucólica de una situación social durísima. Le valió para recibir respuestas contundentes, como este artículo de Rachel Mccormack , blogger escocesa buena conocedora de la crítica situación de nuestro país. Terminaremos en todo caso, de la mejor de las maneras posibles.
Con el rubiales en todo su brillo y esplendor. Veinte minutos de vehemencia y comunicación explosiva denunciando el exceso de grasas y azúcares en la dieta occidental. Querido lector, le recomiendo vivamente que lo vea, tómeselo como una pequeña inversión en aras a mejorar su alimentación. Además, disfrute del espectáculo, porque el tipo comunica como los ángeles.