Porrusalda, tradicional y revitalizante plato de cuchara
Salvo en momentos de perentoria necesidad, es decir, cuando no tenía otra cosa que llevarse a la boca, hasta el hombre prehistórico seleccionaba lo que comía y es obvio que hoy en día la alimentación trasciende a la simple ceremonia de comer. A la hora de cocinar se persiguen diferentes propósitos e intervienen cuestiones temporales, de necesidad física o económica o el simple gusto. En la mayoría de ocasiones se apuesta por un plato sencillo o uno saludable o se busca uno económico y preferentemente, en todos los casos se pretende que además esté sabroso. Las combinaciones son diversas e incluso hay recetas que lo aglutinan todo.
En el País Vasco, desde incontables generaciones hacia atrás, se recurre todo el año aunque en mayor medida en invierno, a la porrusalda, un plato clásico, fácil, sano, barato y rico. La traducción literal sería caldo de puerros y es esa verdura la que domina el plato, pero tienen cabida otras hortalizas y admite también aderezos varios a gusto del consumidor. La porrusalda más típica, además del puerro cortado en trozos gruesos como base, se acompaña de zanahoria, ajo, cebolla, calabaza y patata.
Su presentación es similar a la de un estofado o un cocido en el sentido de que se trata de un caldo con tropezones grandes que se sirve caliente, normalmente como plato principal. En sus orígenes, se reducía al caldo de puerros al que, para darle consistencia, se le añadían unas patatas y para agregarle sabor se cocía con una raspa de pescado. En su evolución, ha ido admitiendo cada vez más ingredientes y en Euskadi, las porrusaldas más tradicionales se suelen acompañar con trozos de bacalao desmigado si se apuesta por el pescado y con pedazos de costilla de cerdo si se prefiere la carne.
En el propio País Vasco admite distintas variantes como la porrupatata en ciertas zonas de Guipúzcoa en las que se incrementa la dosis de patata logrando un plato más consistente y menos caldoso. En otras regiones de España se enriquece el caldo de puerros con verduras añadiendo carrilleras en un plato que se asemeja al clásico guisado de ternera o, por ejemplo, en La Rioja se le añade una cabeza de merluza, en Cataluña se alegra con butifarra picada y en algunos locales que han buscado una mayor sofisticación, han aderezado el plato con salmón o con gambas.
Una de las grandes virtudes de la porrusala es su sencilla elaboración, dado que no hay más que cortar los puerros, las zanahorias y en su caso, la calabaza, picar la cebolla, pelar y trocear las patatas y los ajos y ponerlo todo en una olla a cocer durante aproximadamente media hora. Se puede elaborar bien con agua o bien con un caldo de verduras o de pollo preparado previamente. Si se quiere añadir el bacalao desalado y desmigado, basta con hacerlo en el último momento, dado que queda hecho en apenas unos segundos.
Obviando la del sabor, otra de las ventajas que presenta es su módico precio, dado que se puede calcular que la ración de un comensal saldría por menos de un euro. La facilidad para encontrar los ingredientes y la capacidad que ofrece de llenar unos buenos platos por poco dinero hizo que en muchos hogares humildes se recurriera varias veces a la semana a la porrusalda, que era una excelente solución para las familias numerosas.
En los tiempos difíciles de la posguerra fue un gran recurso y todavía se puede escuchar a personas que tienen ligada su infancia al olor y al sabor de la porrusalda con la que combatían el hambre. Si un plato es sencillo, barato y está rico, ya es suficientemente interesante, pero si además es de lo más saludable, resulta absolutamente recomendable. Junto a la cebolla y el ajo, el puerro forma en ese trío de alimentos que más protegen a las células frente a sus enemigos. Las virtudes de estas liliáceas se conocen desde tiempos inmemoriales y todavía los expertos de hoy en día las consideran como las mejores y más poderosas barreras naturales contra los trastornos cardiovasculares, las infecciones o el propio cáncer.
Su origen habría que ubicarlo en Asia Central y consta que era bien conocido tanto en el antiguo Egipto como en la Grecia y la Roma de la época clásica. De hecho, se comenta que hace miles de años, los helenos utilizaban los puerros para combatir la esterilidad o que el filósofo Aristóteles así como el emperador romano Nerón se los comían con el objetivo de aclarar la voz o solucionar problemas de garganta, pero sus propiedades son muchísimas más.
Además de ayudar a reducir el colesterol y regular la tensión arterial, son muy apropiados para las dietas hipocalóricas. En su composición predomina abrumadoramente el agua y es muy escaso su aporte en hidratos de carbono, por lo que es muy recomendado para la batalla contra los kilos. Además, su efecto diurético y laxante ayuda a depurar y aligerar el organismo al tiempo que su riqueza en fibra favorece la sensación de saciedad. Por si no fuera suficiente, el puerro también posee compuestos azufrados —metilaliína y cicloaliína— que le convierten en un antibiótico natural y junto a las vitaminas C y E, aporta polifenoles de gran valor preventivo a causa de su acción protectora antioxidante. Está indicado también para casos de artritis, reúma o gota y en definitiva, lo recomienda desde el nutricionista hasta el cardiólogo, pasando por el otorrinolaringólogo y el reumatólogo.
La porrusalda es por tanto poco menos que un plato lleno de bendiciones y basta con resumir lo que viene a suponer el consumo de 100 gramos de puerros. Aportan 26 calorías, el 50% de las necesidades diarias de vitamina C, el 17% de la vitamina E, el 14% de la vitamina B6, el 14% de selenio, el 11% de calcio y el 9% de hierro. El alimento saludable va muy bien para todas las edades, pero es muy interesante comenzar a introducirlo desde muy pronto en la dieta habitual de los más pequeños. En ocasiones, por la especial textura del puerro, resulta más complicado que los niños coman la porrusalda a gusto, pero pasada por el chino, se convierte en una crema de verduras exquisita que no pierde ninguna de sus incontables propiedades.