“Todo el mundo merece una segunda oportunidad”
El madrileño Alberto Chicote conduce Pesadilla en la cocina, la versión española de Kitchen’s Nightmare, un espacio que, en sus seis primeras emisiones, promedia un 12,7% de share y 2.572.000 espectadores. Además, el 22 de noviembre consiguió un récord de audiencia (15,2% y 2.987.000), siendo la emisión de entretenimiento más vista de la historia de La Sexta.
Hemos preguntado al popular cocinero cuál es su receta para ganarse al público de su reality, que el 20 de diciembre culminará la primera temporada.
¿Cómo se elabora un éxito como Pesadilla en la cocina?
Sobre todo, con mucha ilusión y mucha fe en que estamos haciendo un buen trabajo. Y con muchas ganas de conseguir que los restaurantes en los que trabajamos logren salvarse.
Desde luego, es una auténtica pesadilla para la competencia: mejor estreno de La Sexta, con 2,8 millones de espectadores.
La acogida del público ha sido muy buena. Algo que también se refleja en las redes sociales, donde recibimos impresiones muy buenas sobre el programa.
Un producto que no se ha cocido a fuego lento, sino que ha subido como la espuma desde el primer día, ¿corre el riesgo de desinflarse igual de rápido?
No lo creo. Primero de todo, porque, para la segunda temporada, que está a punto de cerrarse, seguiremos con la misma ilusión que en ésta. Y, como la experiencia es un grado, haremos un producto tan bueno o mejor que en las entregas emitidas hasta ahora. Además, tenemos más peticiones de ayuda de nuevos restaurantes. Los restaurantes y yo estamos ahí. Y el tercero en discordia, el espectador, parece que reclama que continuemos. Así que nada indica que esto se vaya a enfriar.
Un país para comérselo, Cocineros sin estrella y otros programas gastronómicos, como el suyo, ¿demuestran que la fórmula clásica de ofrecer una receta se está quedando caduca?
Ya hemos tenido, a lo largo de muchos años, programas de chefs que enseñan a cocinar, pero ahora los espectadores están empezando a comprender que el mundo de la gastronomía es mucho más rico.
En lugar de un poco de perejil, ¿ahora a los espectadores les va más la pimienta?
Lo del perejil estaba muy bien. Para nosotros, ofrecer una propuesta diferente (aunque no inesperada, porque casi todo el mundo ya conocía el reality de Gordon Ramsay) es muy grato.
¿Le falta algo de mala leche para ser como Ramsay?
Pues no lo sé. Lo que sí reconozco que me falta, para empezar, es como un palmo de altura, porque soy bastante taponcete. Además, debería quitarme de encima como quince kilos y, por último, para parecerme más a Ramsay, tendría que dejarme crecer más el pelo.
¿Cuáles son sus pecados gastronómicos, si tiene alguno?
Mis excesos se deben a que voy demasiado a menudo a visitar a otros chefs, que cocinan como los ángeles.
En el casting de los locales de Pesadilla en la cocina, parece que se hayan seleccionado los más particularmente sucios y caóticos…
Hay muchísimos cocineros que están haciendo un magnífico trabajo. Precisamente, ahora que el público entra en las tripas de las cocinas, es el momento de empezar a valorar la labor que realiza un restaurador para mantener en condiciones su local y hacer un trabajo de calidad.
¿Cuáles son las pistas para que, al entrar en un restaurante, uno intuya que la gastronomía será mala?
Si lo supiera a la primera, quizá en algunos sitios no hubiese comido. Cuando voy a un restaurante, me fijo mucho en que todo esté en orden: que el servicio que me atiende disfrute haciéndolo, que las condiciones higiénicas sean correctas y que la ambientación me haga sentir que en aquel sitio lo puedo pasar bien. Me guío casi más por sensaciones que por factores reales. Aunque, por supuesto, sí hay condiciones que saltan a la vista, como cuando la sala de comedor ya está sucia o tienen un mostrador con comida expuesta y hay productos en mal estado.
¿No es, en la mayoría de casos, una humillación para quienes regentan esos insalubres locales aparecer en Pesadilla en la cocina?
Hay hosteleros que, después de ver el programa, se sienten avergonzados, e incluso algunos, por lo que me han dicho, afirman que lo que se ha rodado es falso. Todo porque sus prácticas eran peligrosísimas para la salud de las personas y no sé si humillantes al mostrarlas. Yo soy de los que opinan que todo el mundo merece una segunda oportunidad. Prefiero centrarme más en las mejoras que se logran que en la parte inicial del programa, cuando la gestión del local era desastrosa. Al final, pueden presumir de que han hecho esa travesía por el desierto logrando resultados exitosos.
¿Ningún local le ha comentado que, después del programa, le ha inspeccionado Sanidad?
Eso, precisamente, no me lo ha comentado ninguno, lo cual me sorprende. Sé, por ejemplo, que El Castro de Lugo (Madrid) está cerrado ya, porque no han sido capaces de salir adelante. Es una pena, porque le dedicamos un montón de trabajo, esfuerzo, ilusión…
Precisamente, la emisión del programa de El Castro de Lugo nos dejó un momento muy escatológico.
Si hubiese podido evitar vomitar, lo hubiera hecho. Pero imagina que comes tres platos en un restaurante y luego ves el estado y los olores nauseabundos de la cocina. Te aseguro que igual todavía hubieras tardado menos que yo en potar.
Haciendo un ejercicio de autocrítica, ¿no considera que se haya excedido, en algún momento?
No, nunca. He sido bastante suave en el trato, realmente. Creo que podía haber sido más duro, en alguna ocasión.
En el programa hay muchos tacos, y no precisamente de carne… ¿Tiene la lengua más afilada que los cuchillos que utiliza?
¡Qué va! Mis cuchillos cortan muchísimo más que mi lengua o, al menos, eso pretendo. Lo que sucede es que hay gente que, para entender un tipo de mensaje concreto, necesita un determinado lenguaje. Alberto Chicote, por ejemplo, necesita decir, a veces, “esta comida es una puta mierda”, en lugar de “tu carta debería mejorar”· Sobre todo, porque el primer mensaje es mucho más directo y afilado, y llega sin sutilezas exactamente donde quiero ir. Y, como mi objetivo no es perder el tiempo, prefiero no andarme con medias tintas.
¿Es tan efusivo dirigiendo sus propios restaurantes?
Sí, soy exactamente igual en mi cocina que en la de otros. No he creado un personaje, soy auténticamente así. Si bien es cierto que en mis restaurantes no tengo tantos motivos de enfado como en los que visito con el programa.
El crítico televisivo de La Vanguardia Fernando de Felipe le ha llamado Chef Norris.
Me hace mucha gracia este apelativo, aunque yo no sé pegar esas galletas que suelta Chuck Norris. También me llaman el chef gruñón de Blancanieves.
Háblenos de su estilismo: ¿ha desterrado definitivamente el blanco, desde que viste de Ágatha Ruiz de la Prada?
En la Pasarela Cibeles de 2007 colaboré con ella, le preparé un plato y ella decidió diseñarme una chaquetilla personalizada, cosa que los otros modistos no hicieron con el resto de chefs. Me puse como loco con la iniciativa y luego le pedí que me creara más. No hay que decir que todas son coloridas. Y, cuando nos pusimos a grabar Pesadilla en la cocina, llamé a Ágatha para pedirle que me diseñara una chaquetilla diferente para cada una de las diez entregas. Y accedió.
¿Le está diseñando algo especial para las campanadas que ofrecerá en La Sexta, junto a Sandra Sabatés?
De momento no, porque no se lo he pedido. Sería divertido hacerse una chaquetilla de gala, ¿no? Es una buena idea.
¿Tiene deformación profesional? Por ejemplo, cuando ve una ficción, ¿se fija en lo que comen los protagonistas?
Sí, mucho. Sobre todo observo si los platos resultan creíbles y encuentro que, de un tiempo a esta parte, las series y las películas se toman más en serio el tema gastronómico. Los alimentos aparecen con un aspecto más apetecible.
¿Qué nota le da a la gastronomía española?
Sin lugar a dudas, una nota altísima. Internacionalmente, es la bandera más ondeante para enseñar fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, creo que la estructura que sostiene la hostelería, que son los restaurantes de calidad media, necesita un empujón en materia de formación, interés y profesionalidad.
Tengo entendido que desea abrir un restaurante.
Sí, en esas estoy. Me gustaría montar un nuevo restaurante, aquí, en Madrid.
¿Y no cree que existen excesivos restaurantes ya?
El número lo dicta el público. Cuando un local no tiene suficientes asistentes, no aguanta mucho tiempo sin cerrar. Lo que ocurre es que hay empresarios del mundo de la restauración queno saben darle el valor que tiene la visita del cliente y su vuelta al local. Hay que entender que un cliente no es alguien que entra por la puerta a consumir algo, sino aquél que has fidelizado y sale por la puerta deseando volver.
Entrevista de Núria Moreras