Vinoteca García de la Navarra
El apellido de Pedro y Luis, y también de un restaurante vinoteca pensado por y para ellos. Estos dos hermanos son el “tanto monta……” de esta casa donde el vino y la cocina tradicional bien hecha se han convertido en cómplices y en pareja inseparable y el lugar de encuentro donde acuden muchos fieles que se saben acogidos con la calidez de dos profesionales que cuidan su clientela.
Poco más de dos años han sido suficientes para que este establecimiento familiar donde la barra cobra un gran protagonismo, se haya convertido en una de las grandes referencias en Madrid. No hay secretos, sólo sencillez, mucho de profesión en cada uno de ellos con trayectorias impecables en la hostelería madrileña y una carrera de fondo con la clarísima idea de mantenerse en el tiempo y un romántico objetivo: crear ilusiones al que traspasa su puerta.
Luis está al frente de la sala y la bodega, dando mucha importancia al vino que se sirve por copas o en botellas y desarrollando el trabajo de ese gran profesional que ha sido siempre y que ha quedado demostrado en los últimos 18 años como sumiller del restaurante Aldaba y como presidente de la Asociación de Sumilleres de Madrid durante siete años hasta el 2012.
Su bodega siempre está al día, ofreciendo novedades y propuestas asequibles e interesantes dentro de sus más de 700 referencias. Un repertorio importante con vinos recomendados cada día de lunes a sábado y otros donde prácticamente sólo se cobra el descorche para que no se dispare el precio. El abanico es muy amplio, y lo importante es invitar a beber en un mundo de posibilidades que ayuda a comenzar un camino de investigación personal del propio cliente que quiere disfrutar del vino sin complejos.
En su pizarra se transmite la filosofía de este local: “Todos los vinos tienen su momento. ¡¡Búscalo!! Hoy puedes disfrutar de estos vinos por copas”. Así que cada día se anuncian escritos con tiza los vinos propuestos que se sirven a la temperatura perfecta. Pedro guisa con el cariño de antiguas generaciones, esto es, a la manera tradicional heredada de su abuela y de su madre, algo que no le ha fallado en su larga trayectoria en los fogones.
La Taberna de Pedro es la casa madre que ha dado continuidad al concepto: una cocina exquisita de temporada, sin intermediarios, buscando siempre las mejores materias primas y el equilibrio precio-calidad.
La cocina de Pedro es una cocina sincera y honesta que no busca complicaciones pero que crea fieles seguidores que están deseando oír las propuestas de cada día. La carta no ha cambiado desde que abrieron, porque hay días que fuera de carta hay hasta 20 platos. El mercado manda.
Buenas raciones tradicionales, desde unas bien seleccionadas anchoas o las croquetas caseras de jamón y pollo hasta unos chipirones encebollados, boquerones albardados, almejas, berberechos, perdiz estofada y en escabeche, capones o unos impecables callos, para mí en la lista de los TOP de Madrid.
Su pisto manchego con huevo frito lleva dando de qué hablar y de qué escribir en todo este tiempo igual que sus tomates y sus verduras de temporada. Con su ensaladilla ha sabido crear adeptos y el punto redondo lo ha dado una selección de quesos, admirable desde cualquier punto de vista. No hay que perderse algunos guisos como las albóndigas caseras o el rabo de toro.
Al final en este relativo poco tiempo, García de la Navarra se ha convertido en lugar de referencia para quien rinde culto al vino y a la cocina tradicional y ha hecho que esta preciosa zona de Madrid, a un paso de la Bolsa y del Parque del Retiro, poco gastronómica hasta que ellos llegaron –salvo algunas honrosas excepciones– empiece ahora a revitalizarse con otros establecimientos que han decidido abrir para alegría de todos los ejecutivos de la zona, vecinos y turistas, que disfrutan de esa competencia bien entendida.
García de la Navarra se ha convertido para la clientela empresarial, en una dirección imprescindible, porque a mediodía entre semana es más que probable encontrarse con alguna cara conocida de las ‘mesas del poder’ en Madrid. El precio medio en el restaurante puede oscilar entre 35 y 50 euros.
Pero si preferimos picar algo o disfrutar del espíritu más tabernero de esta vinoteca, podemos optar por la barra de la entrada, donde la pizarra anuncia diversas propuestas, en torno a canapés, raciones (como anchoas, boquerones en vinagre, salmón ahumado, chistorra frita, croquetas y varios embutidos) y bocadillos.
En este local, también se puede empezar el día con un buen café, un buen pan y las mejores marcas de aceite de oliva virgen extra, desayunar cruasanes y magdalenas caseras, porras y churros o barritas tostadas, sándwich mixto, pincho de tortilla y los denominados ‘Caprichos’ de jamón y chorizo ibéricos.
Lo más importante de todo es el ambiente que se crea, ese del “si está lleno, algo habrá de bueno y yo me apunto”. Algo que se echaba de menos en los últimos tiempos y que afortunadamente empieza a volver a vivirse en algunos locales de Madrid. Aquí se abre a las siete de la mañana y a las dos de la madrugada se encienden las luces para recoger. El deseo diario de estos dos hermanos, resume en pocas palabras su filosofía: “Lo importante es que la gente cuando salga por la puerta, salga sonriendo”.