Íngrid Rubio: "Cuando hago de prota no me puedo cuidar tanto"
En casa, mi madre siempre ha cocinado 100% cocina mediterránea: muy poco frito, con una ensalada siempre en la mesa, legumbres y muchísimo pescado. Sin embargo, como en todas las vidas, la de la actriz Íngrid Rubio ha tenido algunos capítulos significativos de la alimentación. Vive en un pueblo pequeño y rural a cincuenta kilómetros de Madrid. He sabido que te cuidas mucho porque haces mucho deporte y porque ya no comes lo mismo que antes. Vamos un poco atrás... ¿Ha habido algún capítulo destacable en tu vida en relación con la alimentación? Cuando mi madre estaba embarazada, se comió unas ostras y una estaba en mal estado. Le recetaron tomar dos litros de té o té con leche. No pasó nada, el embarazo fue bien, pero cuando nací, a los nueve meses cuando tocaba, salí muy pequeña y deshidratada. Estoy casi segura de que fue la ostra. Los primeros seis meses de vida viví en una incubadora y me tenían que hidratar. De hecho, los médicos no tenían muchas esperanzas de que saliese de esa. Como nací en agosto, estuve meses hidratándome; una vez en casa, otro médico vio que respiraba mal y, cuando ya me había recuperado de la deshidratación, me diagnosticaron una pulmonía doble. Creo que la ostra tuvo mucho que ver. Así que podríamos decir que tuve un comienzo de vida estelar (ríe). Evidentemente no he comido, ni comeré nunca, una ostra ni ningún marisco viscoso. Salgo baratita en este sentido. El pescado, sin embargo, me gusta mucho, ¿eh? ¿Comías bien de pequeña? ¡No! En la escuela era “la niña de la bola”. Me estaba hora y media con el plato hasta que me castigaban. Al cabo de horas, iba a ver a Pepita, la vecina de enfrente, y acababa de comer en su casa. Y después de la infancia, adolescencia y juventud, ¿te has cuidado? He hecho mucho deporte: natación, Pilates, bicicleta. Me gusta mucho el deporte y la naturaleza. De siempre. Y entre eso y que no acostumbro a tener ningún mal vicio con la comida, pues sí, sí, me cuido. Lo único que debo controlar es el embutido: ¡Oh, qué buena es la catalana! Pero como vivo en Madrid, no tengo todo el embutido brutal de Cataluña tan al alcance y eso me va bien. Ahora, si algún día mi madre viene a verme a Madrid, me lleva un fuet. Pero tienes unos genes agradecidos. ¡Estás muy bien, Íngrid! No te creas. Tengo treinta y ocho años y me tengo que cuidar. Aprovecho los rodajes. Mira, si tienes un personaje secundario en una serie o peli, dispones de muchas horas muertas y puedes ir al gimnasio cada día... En cambio, cuando haces un prota, sabes que aquellos meses trabajarás catorce horas y no podrás hacer nada. Estás en activo pero no haces la tabla de ejercicios en el gimnasio, ni Pilates, ni nada. Trabajas y a dormir. En El corazón del océano sólo teníamos fiesta los domingos. Fue, sin embargo, maravilloso. ¿Por qué? ¡Porque se rodaba en Colombia! Por el viaje, por el personaje que hice, por los directores, por los actores, por la coproducción; mezclar dos culturas fue de una riqueza bestial. La gente de allí tiene una alegría que se contagia, y rodar entre aquellos paisajes fue brutal. También has rodado en Cali (Ciudad Delirio) una película en la que has hecho mucho deporte... Hacía tres horas de salsa caleña cada día. Cada día me estaba horas bailando, y claro, con aquellas temperaturas altísimas y tanta actividad, desayunaba muy completo. Iba a una panadería que tenía pan integral ecológico y compraba tomates muy maduros; comía hidratos y proteína. La película habla de esta parte de la Colombia del baile. ¿Bailas en la película? No, pero como fue un rodaje largo porque costaba ajustarlo, pedí hacer clases cada día. Y a mediodía me hacía un plato de arroz. Cada vez me gusta más el arroz y combino el integral con el blanco. También como pasta integral. Adelgazaste más por el personaje, ¿verdad? La película está ambientada en el siglo XVI, en una época en la que la población tiene peste y pasa hambre. Piensa que llevaba ocho kilos de ropa y cuatro más de capa. Sabía que sería agotador. Había una humedad altísima, hacía muchísimo calor, era un rodaje con naufragio incluido, etc. Me entrené y reforcé la espalda para aguantar tantos kilos de ropa, estaba muy fibrada e hice también un régimen con una nutricionista. Además, el personaje pasa por la peste y muchas calamidades y hambre durante seis años, y pensé que debía adelgazar más para que el personaje fuera muy real. Pero lo hice con un acompañamiento semanal de una profesional. Tenía clarísimo que la salud es primordial, e independientemente del personaje no quería que hubiese consecuencias. ¿Cuántos kilos adelgazaste y cómo? Cinco. Empecé con más proteína, pero después hicimos una dieta de muchísima verdura. Fuimos probando dietas diferentes para mirar cuál se adecuaba más a mis necesidades. ¿Y cómo come hoy Íngrid Rubio? Por cambios y estrés, hace un año, tuve problemas digestivos y, por ejemplo, dejé la leche, porque notaba que tenía digestiones muy pesadas. Me fue muy bien la leche de arroz y desde entonces la tomo. Pongo poco café, solo mancho la leche y hago uno solo al día. ¿Qué más? He eliminado casi toda la carne. De hecho, he ido sacando muchos alimentos para encontrarme mejor; y ahora, justo ahora, empiezo a reincorporar alguno. El otro día comí un filete, por ejemplo, pero no me apetece mucho. Texto de Nuria Coll, soycomocomo.es