La Jeune Rue, una calle gastronómica para soñar en París
“Soy editor de lugares para vivir y comer, he tenido un sueño humanista: dar mejor de comer a los ciudadanos a un precio justo, ¡porque yo amo París”. Con estas palabras daba el pistoletazo de salida a principios de 2014 el proyecto gastronómico, cultural y urbanístico más ambicioso que la ciudad de la luz ha visto en los últimos tiempos: Le Jeune Rue.
Esta “calle joven” es un trasatlántico pilotado por un solo capitán, el misterioso millonario Cédric Naudon, especialista en frases grandilocuentes y pasados misteriosos. Su plan: transformar por completo tres calles del Haut Marais parisino, con la rue de Vertbois como epicentro, mediante la compra de 36 locales que los mejores diseñadores de interior del momento transformarán en restaurantes, tiendas gastronómicas, galerías de arte, un mercado al aire libre y hasta un cine.
Los mejores diseñadores a su disposición
Jugar al Monopoly para unos, reavivar la cultura gastronómica para otros, lo cierto es que el plan no dejó indiferente a nadie desde el momento mismo de su presentación. Para la ocasión, Naudon llegó escoltado por diseñadores internacionales, entre ellos tres españoles, Patricia Urquiola, Jaime Hayón y Eugeni Quitllet, encargados del restaurante italiano, el club japonés y la tienda de quesos respectivamente.
Cerca de sus locales estarán el restaurante de pescado de los hermanos Campana, la pescadería y tienda de comestibles de Tom Dixon, la taberna de street food coreana de Paola Navone y el bistró de Alessandro Mendini. Así hasta veinte creadores entregados a una causa común: transformar el barrio en el rincón más cool París. La localización ayuda –a dos pasos de la Plaza de la República y del Canal Saint Martin–, pero la forma no es nada sin un buen fondo y ahí es donde Naudon llama a la revolución.
El “sueño humanista” de este “Gatsby moderno”, como le apodan los medios franceses, se sustenta sobre un trío de ases: “producir mejor, comer mejor, vivir mejor”, es decir, ofrecer en sus locales solo productos frescos de calidad y estacionales a un precio justo.
Para alcanzar este reto, el empresario ha entrenado en el Le Sergent recruteur, su restaurante de la Isla de San Luis, que, con la ayuda del chef Antonin Bonnet, se hizo con una estrella Michelin en 2013, a los meses de abrir sus puertas. Vale la pena recordar dónde empresario y chef dicen haber encontrado la inspiración definitiva para elaborar la filosofía que acompaña a La Jeune Rue: el Asador Etxeberri, en Vizkaya.
A la caza de los productores más exquisitos de Francia
Mientras los futuros jefes de las cocinas de La Jeune Rue se preparan en el Sergent, Naudon y Bonnet se han dedicado a recorrer Francia de punta a punta, visitando a los mejores productores del país. Muchos de ellos no dudaron apoyar la visión sostenible y de respeto a la tierra que abandera el empresario franco marroquí, como el molinero y panadero Roland Feuillas, gurú del pan 100% natural, el productor de tomates Éric Pédebas, o Perine y Charles Hervé-Gruyer, defensores de la permacultura (agricultura sostenible) desde su granja de Normandía.
Así, los futuros menús se fueron llenando poco a poco de exclusivas materias primas como ternera y miel de maquis de Córcega, cerdo vasco kintoa, vacas de Normandía alimentadas con sidra, grano tradicional de Aude y el mejor pescado de las costas galas. Manjares de los dioses que Naudon insiste en querer vender a un precio justo, aunque aún sin especificar cómo.
Este problema, el del elevado gasto, ha socavado el optimismo inicial y también las arcas. El coloso parece más complicado de construir de lo que el millonario esperaba y en la web del proyecto se puede comprobar que el calendario marcado a principios de 2014 no se ha cumplido. Prometió abrir los 36 locales antes del pasado verano y hoy sólo están abiertos el restaurante argentino Anahi (49, rue de Volta), el coreano Ibaji (13, rue de Vertbois), diseñado por Paola Navone y el italiano Pan, bajo estas líneas (12, rue Martel), con buenas críticas, eso sí.
Naudon se ha dado cuenta de que abrir un restaurante en un país donde la excelencia gastronómica es parte del ADN nacional lleva su tiempo, y abrir una veintena mucho más de lo que él esperaba. “Quizá fui demasiado ambicioso”, confesó el millonario, que, según L’Express, puso los 30 millones de euros iniciales de su propio bolsillo.
Esta cifra ha aumentado sin duda en estos meses de retraso y además de no contar con apoyo público, La Jeune Rue ha perdido su principal fuente de crédito, el BPI (Banco Público de Inversiones), escéptico con un hombre del que aún nadie sabe nada. Sus finanzas son un misterio, sus conocimientos gastronómicos pura intuición y la calle joven se le ha puesto muy cuesta arriba. Habrá que esperar para comprobar si efectivamente su sueño se ha tornado en pesadilla o, por el contrario, este oasis de la buena mesa puede renacer cambiando la ostentación por efectividad.
Fotos de La Jeune Rue