El Celler de Can Roca y la creación de riqueza
Cogí el avión el mismo día por la mañana con treinta y nueve de fiebre y sin saber todavía si, por fin, éste sería el año. Aterricé en Seúl, conecté el teléfono. Me emocioné. Amo a estos chicos. El reconocimiento del primer puesto para El Celler de Can Roca lo sentía y lo siento, también, un poco mío, porque es nuestro. La gente de Corea me felicitó: “¡Tu país vuelve a tener el número 1!”. Es el país, ¡por supuesto que sí! Lo había comentado con Joan Roca hace semanas imaginando la posibilidad: “Para vosotros, además de merecido, sería muy bueno, pero sobre todo sería bueno para el país, Joan, y ahora lo necesitamos tanto...”. Comunicativamente es un reconocimiento tan simple como efectivo; pocos sabrán quién ha quedado segundo, pero por todas partes se conoce “el mejor restaurante del mundo”. ¿Y entonces? Entonces, tenemos la posibilidad, una vez más, de aprovecharlo. Muchos países invierten dinero en intentar posicionar sus mejores restaurantes. Saben que esto repercute directamente en imagen de marca de los productos agroalimentarios, del turismo y de la cultura. En ninguna parte más del planeta han tenido esta oportunidad. Primero la revolución bulliniana, ahora el Celler... Los expertos que buscan sectores estratégicos para orientar la economía dicen que tenemos que potenciar aquello en lo que ya somos excelentes para crear riqueza. ¿Qué esperamos? Tenemos sólo un año, en principio. Ha llegado la hora de hacer política con mayúsculas en este campo.