Flecha olímpica
Seguramente podría hablarles de la aceituna rellena –una propuesta gastronómica tan arriesgada como exitosa que, según dicen, inventaron en Alcoy- pero, cuando estamos haciendo sesiones de ideación con los compañeros de trabajo, suelo explicar la potencia definitiva de una buena idea poniendo el ejemplo de la flecha que encendió el pebetero del Estadi Lluís Companys el 25 de julio de 1992. Clara, simple, económica, tecnológicamente sencilla, atemporal, ágil, espectacular y emocionalmente tan intensa que, enmarcada en la ceremonia inaugural más creativa de la historia olímpica, quedará como la imagen destacada para el recuerdo mayoritario. Aun mejor, si mal no recuerdo –y en contra de lo que puede parecer– el tiro no era especialmente difícil. De hecho, a Antonio Rebollo no le eligieron por ser el arquero con mejor puntería sino por sus nervios a prueba de bombas (y es que el escenario, la responsabilidad y la audiencia deberían impresionar). Explica Jorge Wagensberg que, para acertar, las ideas además de ser buenas tienen que ser identificadas como tal –no creáis que es evidente, pensar que un día alguien os propone dedicaros a rellenar aceitunas con anchoas– y ser comunicadas. No solo se te tiene que ocurrir, también tienen que permitírtelo. Jugársela con sentido demuestra una inteligencia que ahora precisamos de nuevo. Texto de Toni Massanés publicado originalmente en el suplemento Què Fem? de La Vanguardia