Gastronomía y turismo, ¿un matrimonio que hace aguas?
Somos un país gastronómico, lo dicen en el MIT. Según los de Massachussets, el agroalimentario “es uno de los sectores de la economía española más relevantes por su fortaleza y conocimiento en el extranjero”. Toma ya. Por si les faltara credibilidad (léase en clave de humor), Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, señalaba el pasado mes de noviembre que el sector agroalimentario es clave para la economía española y representa el 10% de los empleos actuales. Podría rubricar todo lo anterior la última lista de los “50 Best”. Ya sabes que el mejor restaurante del mundo está ahora en Girona y lo regentan tres hermanos, ¿verdad? Bien pues, además, entre los ocho primeros restaurantes hay tres casas españolas y un total de cinco en la lista completa (o medio completa, la “50 Best” incluye en realidad cien restaurantes). También somos una potencia turística. No creo que necesites datos para creerlo. Estoy seguro de que en alguna ocasión, en los últimos cincuenta años, has pisado la playa en verano. Turismo y gastronomía, gastronomía y turismo. Parece un matrimonio perfecto y, sin embargo, se llevan a parir en la intimidad. Estuve en el Salón Internacional del Turismo de Barcelona para recopilar información sobre este asunto: ¿cómo ponderan la gastronomía en su oferta turística global las diferentes zonas representadas? Pues bien, después de este apasionante trabajo de campo, llegué a una conclusión que me tranquilizó mucho: en España vamos tan sobrados que no vendemos nuestra gastronomía como atractivo turístico. ¡Claro! ¿Para qué? ¡Si, total, las cosas van viento en popa! En fin, salvo escasas excepciones, nuestras Comunidades Autónomas apenas promocionan su gastronomía como producto turístico o, lo que es peor, la presentan de una forma pobre y descuidada. Seguimos siendo un destino de sol y playa, de turismo caníbal. Así nos va. Somos un país de cerdo ibérico, de vino, de olivos, de queso, de pescado, de marisco, de chilindrones. De pequeños productores que necesitan mano de obra para sus explotaciones y un marco en el que comercializar su oferta. También somos un país de albañiles, mecánicos, carpinteros, electricistas, fontaneros… en paro. Productos excelentes. Productores que precisan manos. La cuarta parte de la población activa sin empleo. Una demanda turística cada vez más sofisticada. A ver, 2 + 2 = ? Gobiernos, por favor, vístanse de Celestina o de consultores matrimoniales. Arreglen ya lo de estos dos, turismo y gastronomía, que están obligados a entenderse por el bien de todos. Créanse de verdad que es algo estratégico. Pónganse a currar y creen las condiciones para que todos curren, no sólo los grandes, no sólo la indústria o los mejores restaurantes de España. Porque, mientras no lo hagan, nuestros restaurantes de alta cocina serán bengalas que atraen visitantes del mundo entero, en efecto. Bengalas en la noche que iluminan la nada. www.jordiluque.com