Pasión por la pasta: un plato energético, saludable y digestivo
Comer pasta hace algo más que quitar el hambre: despierta los sentidos ¡y la memoria! Al primer bocado, todo regresa a la mente. Pero la pasta es más que un donante de la memoria: también recupera la historia de un lugar. Aún después de que un pueblo haya cambiado su lengua, su vestimenta e incluso su religión, seguirá cocinando como sus antepasados.
Es evidente que la pasta ocupa un lugar privilegiado en la alimentación, como demuestra la cantidad de salsas que han creado para condimentarla.
¿Hay algo más tentador que un buen plato caliente de espaguetis con salsa de tomate y queso parmesano? ¿Y si le añadimos unas almejas? ¿O unas albóndigas?
¿Hay algo más provocador que unos raviolis rellenos de setas y trufa blanca? ¿Qué tal unos macarrones con chorizo y jamón ibérico? ¿A quién no se le hace la boca agua? ¿A quién no le gusta la pasta? ¿Quién no se emociona con una lasaña bien gratinada rellena de butifarra y verduritas?
Hay preparaciones de gran reconocimiento internacional que identifican a un territorio, como la fideuà. Se han creado pastas y recetas que en algunos casos sobrepasan a las italianas.
Se elaboran más de 300 variedades de pasta, que se podrían agrupar en cinco tipos: seca, enriquecida con masa huevo, fresca, integral y rellena.
El origen de la pasta es incierto. Historiadores y gastrónomos no se ponen de acuerdo. Algunos dicen que la pasta llegó a Italia de la mano de Marco Polo desde Oriente. Por su elaboración, basada en triturar granos y mezclarlos en agua para cocerlos, se podría asegurar que el origen fue contemporáneo en distintos lugares y civilizaciones sin estar relacionados directamente.
Hacer pasta es fácil. Basta con un poco de paciencia, pasión y ganas de comer. Se puede hacer en casa con sólo unas pocas herramientas simples: una tabla de amasar, un rodillo, una espátula, y un cuchillo.
Entre las pastas especiales, que contienen ingredientes particulares, la pasta fresca al huevo es la más popular. Naturalmente, el sabor, color, y aroma de una pasta pueden variar sobre la base del grano utilizado y lo que se añade a la masa. Por ejemplo, podemos hacer una pasta verde, añadiendo clorofila, espinacas… Una pasta roja, añadiendo concentrado de tomate; amarilla, añadiendo curry o negra, añadiendo tinta de calamar. Ésta es mi preferida. Por su sabor particular. Las variedades son interminables.
Mis recetas preferidas para hacer en casa son: fusilli con salmón y tomates cherry, ensalada de pasta pennete integral con ventresca de atún fresco, espaguetis con tinta de calamar y gambas, o con salmón, cayena y limón, espaguetis a la carbonara (siempre con panceta curada ibérica), gnochi de sémola con ricota y albahaca, tortiglioni rellenos de carne con salsa de setas…
¿Sabíais que…? La mejor cocción de la pasta es: 1 litro de agua sazonada con 10 gr de sal por 100 gr de pasta. Remover de vez en cuando para que no se pegue. Fuego vivo y la olla sin tapar. Rociar con aceite de oliva para evitar que se pegue. Siempre después y no durante su cocción.
El consumo de pasta depende de los hábitos de cada familia, pero por lo general no se come pasta todos los días, y casi nunca la comemos a la hora de la cena. No es verdad que la pasta engorde tanto como se cree. Lo importante es comerla con medida (la dosis normal por persona ronda a los 90 o 100 gramos como máximo) y siempre teniendo cuidado de no inundarla de salsas grasientas y pesadas, que son las verdaderamente responsables de los kilos de más. A veces, cuando no tengo mucho en el frigorífico, me encanta con un chorrito de aceite de oliva, sal, pimienta y parmesano rallado. ¡Sana y genial!
¡Buon appetito!