Una sociedad utópica alimentada de escudella
¿No sabes cómo acompañar una buena comida? Qué te parece preparar una ensalada de temporada sencilla, fresca y divertida? Venga, desgranamos una granada para añadirla a un bol de escarola aliñada con aceite, sal y vinagre que, para esta combinación y sin que sirva de precedente, puede ser de Módena; como el mismo que hacen y embellecen con tanta gracia en Jérez; o todavía uno de cabernet del Penedès. Ahora imaginémonos –espoleados porque llega el frío– que cualquier crisis se acabaría si consiguiéramos montar grandes factorías centralizadas proveídas por los payeses del territorio, con ollas gigantescas para cocer fideos, arroz, coles, tocino… La escudella resultante, distribuida mediante un sistema de cañerías, manaría por el grifo de todas las casas. El dinero ya no haría falta, los reyes y gobernantes no tendrían nadie que les hiciera la guerra, el pueblo trabajaría para sí mismo y tendría tiempo para las artes y las ciencias. “¡Ya se ha acabado la miseria, las clases, los privilegios! El símbolo ya se ha hecho carn d'olla, que es lo único que necesita la sociedad que sueño!”. El invento no nos pertenece ni la utopía ha sido causada por la emergencia del momento. El escudellómetro es un monólogo estrenado en el Teatro Romea de Barcelona… hace ciento siete años, y escrito por Don Santiago Rusiñol. ¡Bravo!