Bodegas, bares, tabernas y otros lugares de guardar
Fuera de toda duda, no serían éstas las primeras líneas que se escriben, cual alegato, a favor de estos lugares, de esta forma de vida. Y, en especial, de un tiempo a esta parte. Desde luego, en los últimos meses y/o años vemos frecuentemente manifestaciones a favor de esta forma de vida (porque en la opinión de uno lo es) y de su compañera de fatigas, la tapa. Siempre bien acompañados de su vermut o caña. Hace poco, otro gran rastreador de lugares de buen comercio y bebercio, David, lo resumió como nadie.
Los bares crean tejido social, dijo. Y eso le dio a uno que pensar (gracias por la inspiración); una vez más en este –recurrente– tema. Desde luego, encontrarse en buena compañía rodeando platos y vasos es sin duda el reflejo de lo que somos. Nos gusta socializarnos. Y lo bueno es que no estamos solos. A pesar de que tenemos ese indiscutible sello mediterráneo, lo grande de todo este fenómeno es que se reproduce en pubs británicos e irlandeses, bares checos o tabernazas alemanas. Por decir algún ejemplo, así a lo tonto.
Pero volviendo a la esencia de este ritual de disfrute de la buena compañía, lo interesante del asunto es que nos reunimos a disfrutar y compartir. Pocas cosas son más de apreciar que ver cómo la gente clava sus cubiertos en un mismo plato. Sin estorbarse. Procurando coger la ración justa para no invadir el hambre del de tu lado, ofreciéndosela cuando uno esta lleno. No importa que se disponga de señales de humo, teléfono fijo (ausente) o whatsapp (muy presente), siempre es grato recibir el mensaje de alguien que piensa igual que tú, que tiene ganas de explicarse la semana, el día o el mes en compañía de una caña y un cubierto que espera ansioso ser –convenientemente– utilizado. Y no se sabe si es porque la cosa está de moda o porque, visto el panorama actual, nos juntamos a reírnos un rato.
Le llamemos brunch o vermut (otro gran aserto de David), afterwork o ir de cañas al salir del trabajo, lo bueno es que estos comportamientos cumplen su misión. Después de ello, para casa con la sensación de haber soltado lastre. Muchos tienen uno de esos lugares por templos, por sitios de encuentro. Aun así, desaparecen algunos que hay que despedir con pena, tras haberse convertido –quizá sin ser conscientes de ello– en verdaderas instituciones. Seguramente es sólo un sentimentalismo de barra de bar, pero uno lo percibe así. Chanquete, a veces, muere. Pero, al loro, la balanza se va compensando. A aquellos que hemos despedido les suceden otros que, o bien mantienen la esencia del anterior regente (bravo!) o bien optan por comenzar a construir de cero su propio estilo (bravo también).
Los primeros son tan importantes como los segundos, a los que se les ha dado por etiquetarlos como neobodegas (palabra pendiente de análisis en otra ocasión, si la hubiere). Sea como fuere, se elija lo que se elija, nada como inyectar rock'n'roll del bueno en la rutina diaria. El vermut o la caña, ambos bien frescos, como cultura propia. De todos aquellos que así lo prefieran, nada más faltaba. Arranquen unos minutos de su tiempo. Que –siempre– aproveche.
Texto de Alberto García Moyano, blogger en enocasionesveobares.com