El placer altruista de compartir una buena comida
Estas cosas nunca se hacen para uno solo. O sea que invité a unos amigos. Fui al mercado (pasando por la Feria Mercat de Mercats de Barcelona, a la plaza de la Catedral y delante de Santa Caterina, llena de gente probando, comprando, aprendiendo y disfrutando), fui repasando todas las paradas para encontrar unos cuantos pescados de roca bien bonitos –congrio, bejel, rape– y me hice limpiar los más grandes. También cogí galeras, gamba roja, cigalas, mejillones y alguna almeja; no encontré cangrejos. Hice un sofrito con cebolla, puerros, ajo, bulbo de hinojo, tomate; añadí el pescado de caldo y las espinas, vino blanco, agua, hierbas y azafrán. Mientras hervía, preparé una salsa mayonesa con ajo, pimiento rojo y azafrán: la rouille. Colé el caldo, añadí patatas cortadas en rodajas gruesas y, en el último momento, la ñama desespinada en filetes y el marisco. Primero serví el caldo de la bullabesa, el verdadero elixir que justifica la fiesta con tostadas y la salsa rouille. Después el pescado hervido con las patatas. Suquet de pescadores provenzal, plato secuencia de origen humilde, cultura popular convertida en monumento gastronómico. Como las tapas, que un año más se vuelven solidarias en los mejores bares y restaurantes de Cataluña para el Casal dels Infants. Leed el posavasos y rellenadlo, para sumar esfuerzos contra la pobreza infantil. Más información sobre Tapa Solidaria Texto de Toni Massanés publicado originalmente en el suplemento QuèFem? de La Vanguardia