La primavera la gastronomía altera
Señoras y señores, queda inaugurada esta primavera. Como noticia no es para tirar cohetes, podéis aducir. Discrepo. Y no por el hecho que, mirándolo desde la vertiente alarmista, con la aceleracio´n del cambio climático parece que ni el entretenido juego de las estaciones del que disfrutamos (¿cómo se lo hacen donde no tienen?) esté garantizado a la larga. No quiero ir por aqui´ de ninguna forma, hoy. Tan sólo recordar la obviedad que la primavera significa el renacimiento, como ritualizaremos pronto, y necesitamos más que nunca creer en el renacimiento. Necesitamos la demostracio´n que, al menos una parte de la dimensio´n temporal del entorno es ci´clica. Necesitamos saber que despue´s del frío viene el calor, y despue´s de la tormenta, la calma. Necesitamos comprobar que todos los inviernos se acaban y que el ambiente se colorea de verde esperanza. Necesitamos descubrir que han brotado los dientes de león ("xicoies") cuando se funde la nieve; que estaban ahí debajo y que los podemos aliñar a nuestro gusto. Necesitamos que el sol vuelva a calentar para que las cosas puedan crecer, y el regalo de las fresas y su olor. Necesitamos que los cerezos floridos den frutos pronto, y bien dulces. E incluso aplaudimos con entusiasmo la inminencia de las habas –placer adulto– porque no renunciamos a la amargura, ¡pero sin excesos! Necesitamos reiniciar una parte importante de la realidad. Y la primavera nos garantiza que si´, que se puede.