María una crep: crêpes y galettes bretonas sobre ruedas
Cuando pensamos en Food Trucks lo más usual es que nos venga a la cabeza una furgoneta o un tráiler tuneado, pero lo cierto es que cualquier vehículo puede ser bueno para difundir un modo determinado de cocinar. No sabemos si la caravana que regenta María Ramo con el nombre comercial de “María una crep” rodó nunca por las neblinosas tierras bretonas, pero sí que en su interior lleva una pieza esencial de la gastronomía de esta región de Francia: las crêpes y las galettes.
María Ramo tuvo un restaurante. Del 2000 al 2002 regentó ya una crepería bretona en Begur, un blanco pueblo de la Costa Brava. Las cosas no siempre salen bien. El local cerró, y Ramo se rompió una pierna. Y así fue cómo decidió que a ella lo que le gustaba era trabajar en el exterior, en la calle, en contacto con la gente y la luz del sol. Primero miró food trucks, pero eran muy caros. Recordó una caravana que había visto en París, debajo casi de la Tour Eiffel, y decidió que quería algo así. “La caravana estaba para pegarle fuego”, cuenta riendo, “tuvimos que rehacerla de arriba abajo”. La familia entera de Ramo estuvo trabajando tres o cuatro meses para arreglarla. “Somos bastante aficionados a hacernos las cosas en casa”, dice con un tono entre modesto e irónico.
El debut oficial de “María una crep” fue la noche de San Juan de 2004. Once años después, “la situación ha ido cambiando a mejor”. En primer lugar, porque la idea de ofrecer comida sobre ruedas ya no resulta tan chocante. “Al principio, nos preguntaban si nos íbamos a disfrazar, nos pedían papeles y más papeles… ahora ya no extraña”. El negocio, en el que además de Ramo participa también su marido y, ocasionalmente, su hija mayor, no sólo va por ferias de pueblos y ciudades, sino que se ha expandido para ofrecer servicio de catering en fiestas.
“A la gente le gusta. A la hora de las copas, con el baile, les apetece un crepecito de postre, y les gusta hacerse la foto con la caravana”. Su apuesta son las crêpes y galettes bretonas clásicas. La crêpe, dulce y de trigo, triunfa con crema de chocolate y avellanas, mientras que la galette “que es algo muy distinto” y está hecha de harina de trigo sarraceno, se devora en su versión de jamón y queso.
María no renuncia algún día a volver a establecerse en un único lugar, a tener un local en el que experimentar con nuevas recetas y rellenos. “Pero esta vida me gusta, conoces gente y no te aburres nunca”. Sus creps están rellenas, también, de felicidad.