Thais Villas: "La gasolina que pones en tu cuerpo te puede ayudar o perjudicar"
Thais Villas es de aquellas televisivas cercana, risueña y afable con quien te irías de compras. Es graciosa, muy graciosa, y exageradamente terrenal cuando habla de fama y televisión. En esta entrevista no oiréis las risas que me provocó durante la entrevista. Hoy, su público, vosotros, la tendréis que leer e imaginárosla conversando, como cuando la veis en la tele haciendo preguntas ágiles, directas e irónicas a los entrevistados. Thais Villas empezó a cuidarse hace diez años aproximadamente cuando se operó de varices. Cuando tenía quince, tuvo un accidente de tráfico que, al cabo de los años, derivó en algunas dolencias, como por ejemplo las varices. Aquel toque de alerta significó un antes y un después y, desde entonces, come y vive con mucha más conciencia. Hace diez años, te operaron. Exacto. Fue todo muy bien, pero en aquel momento yo tenía un poco de sobrepeso y los médicos me empezaron a decir que me tenía que cuidar, porque el problema de las varices podía ir a peor y que tenía que eliminar peso de las piernas por la circulación, etc. ¿Tenías sobrepeso porque comías mal? Hasta entonces abría la nevera a la hora que me daba la gana y picaba mucho. No miraba nada ni me preocupaba si engordaba un poco. A partir de la operación y de las recomendaciones médicas, empecé a ordenarme. Además, después, pasé una época bastante larga sin trabajo. Estuve en el paro dos años y me afectó mucho anímicamente. Perdí el hambre. De forma literal. Estaba muy angustiada, me caía el pelo y me salieron incluso caries, que no había tenido nunca. Y entonces fui a un homeópata. ¿Y te fue bien? Sí. Fue largo, pero sí, sí. Después, ya con trabajo y viviendo en Madrid, todavía arrastraba digestiones pesadas, dolores de cabeza y continué yendo. Y no lo he dejado nunca más. Desde la operación de varices hasta ahora, han pasado diez años, en los que he ido haciendo ajustes. Pero, fue cuando tenía unos treinta años que empecé a comer de otra forma, a ser más consciente de que la gasolina que pones en el cuerpo te puede ayudar o perjudicar. Además, en los últimos años he ido viendo como a mis padres les iban saliendo males y problemas porque no se han cuidado mucho y se han puesto hasta arriba y pensé: ¡Eh! Esto va en serio. Vi que todo tiene un precio y que todo se acumula y pasa factura. Esto me abrió los ojos y decidí ir también al gimnasio. Vaya, que tomaste la decisión de cuidarte de una forma muy racional y consciente. Sí, sí. Del todo. Pensé: haré todo lo posible para llegar a vieja intentando que me hagan daño cuanto menos cosas mejor. Además, el accidente de los quince años me dejó tocada. Estuve muy grave; no tienes el cuerpo igual y esto también te condiciona para cuidarte cuando ya no eres tan joven. Piensa que después de operarme, tal y como salí del quirófano y por prescripción médica, tenía que andar cada día cuatro horas. ¡Me terminaba Barcelona! Pero lo hice. Cada día. Y, cuando me salió un trabajo, como no tenía tiempo, me compré una cinta de correr para hacer las horas. ¡Qué fuerza de voluntad! Eso sí lo tengo. De toda la vida. Porque el tema del gimnasio fue utilitario totalmente, pero mi cuerpo no está dotado para ser una deportista, ¿me entiendes? Pero, a ver, me va bien físicamente pero también para la cabeza. Tú eres de Fraga (Aragón). Se comía bastante en casa, imagino... ¿En casa? ¡Uf! Yo, además, siempre me comía todo lo que me ponían en el plato. Pero cuando me fui de casa para estudiar, empecé a dejar alimentos que me ponían mi madre o mi abuela a la fuerza. Dejé la carne y la leche. ¡Había bebido tanta! Te plantificaban el vaso de leche y mi abuela me ponía cuatro cucharadas de azúcar. Y ya de pequeña pensaba: ¡Esto no puede ser bueno! De vez en cuando, ya independizada, me tomaba un café con leche, pero con el tiempo he ido afinando. ¡Y me queda mucho! Lees, te informas... Y hace dos años dejé el café. ¿Ah, sí? Sí, y lo hice pensando a ver si era capaz. A ver si era capaz de no ser yonqui. Había días que me tomaba... ¡seis o siete! Además, tuve una infección de orina y leí que tenía que eliminar el café y el alcohol y lo hice, a pesar de que los médicos me decían que no tenía relación. Pero lo quise conseguir poniéndome a prueba. Y sí, sí. Nunca más. ¿Qué tal, en Madrid, con la alimentación? Me cuesta encontrar buena verdura y fruta. Piensa que mi padre es agricultor. Tiene una explotación de melocotones y también, en pequeñas cantidades, para autoconsumo, cultiva todo tipo de verduras. Y nos las manda a mi hermano y a mí a Madrid a menudo. Borrajas, acelgas, melocotones, calabacines, elabora aceite y nos manda garrafas... Estoy acostumbrada a comer verdura de verdad. Cuando vine a estudiar a Barcelona, que vivía en una pensión de estudiantes, compraba verdura que parecía gominola y no me lo podía creer. Voy muy poco al súper. Y ahora, cada quince días, me hago mandar una caja individual de fruta y verdura ecológica y estoy contenta. En Lavapiés, donde vivo, han abierto una tienda eco en la que compro a menudo. En Madrid la clientela es la que es y a estas tiendas les cuesta mucho salir adelante. Y, de restaurantes, faltan. ¿Te gusta cocinar? Sí, pero cocino muy sencillo. Pescado a la plancha, no como salsas y, si como un plato de acelgas, me quedo tan feliz. ¡O borrajas! Que es lo que más me gusta del mundo! Muchas veces no necesito carne. Y voy haciendo mijo, quinoa, ahora compro lentejas diferentes –no sólo las habituales–, hago purés con lo que tengo, improviso un arroz integral con verduras y pongo jengibre o lo que tenga. Este verano fuimos a hacer ruta en Estados Unidos y en el interior hay un volumen de gordura que no había visto nunca. La gente va con sillas de motor porque no se puede ni mover. Ves la gente como va vestida y te imaginas aquellas rodillas con líquido. La alimentación no es humana. Y entonces te vas hacia California y la cultura es otra. Todo esto de los zumos verdes, allá es impresionante. Cada día nos tomábamos uno. ¡Qué buenos! Y pensé que, cuando regresara, me haría pero es difícil que no quede pastoso. De hecho, hace unos años, ahora que lo recuerdo, hicimos un viaje con furgoneta por la costa oeste y también me entusiasmé con el doctor Perricone, pero no tanto con sus dietas sino con algunos de los alimentos que, gracias a él, conocí. Texto de soycomocomo.es