La Tira de Contar: un sistema de venta directa único en el mundo
Son las 2:00 de la madrugada y el despertador de Carmen Bernet suena en su casa de Alboraya, pequeña localidad valenciana pegada a la huerta. Esto no es un excepción sino su rutina desde hace más de 54 años cuando ya acompañaba a su marido agricultor a vender al mercado. Ahora, con 77 años a sus espaldas, sigue haciendo la misma labor que entonces, se levanta cada día para ir a la Tira de Contar. El lugar donde los agricultores valencianos venden directamente su fruta y verdura recién recolectada a pequeños comerciantes de la ciudad de Valencia que buscan un producto autóctono, de proximidad y un trato mucho más cercano.
Esta práctica es un testimonio vivo de la historia y tradición valenciana ya que sus orígenes se remontan al siglo XII cuando el Rey Jaume I otorgó a los agricultores valencianos el derecho a la venta directa. Éstos se colocaban en fila o tira, uno al lado de otro, para vender sus productos por piezas, de ahí su nombre Tira de Contar.
Desde entonces, se mantiene intacta esta institución tan singular y única en el mundo que ha sabido adaptarse a los tiempos. A pesar de que su ubicación sí ha ido sufriendo cambios en estos años, su esencia se mantiene desde 1981 en las dependencias de Mercavalencia. Una nave de 6.000 metros cuadrados donde convergen 300 puestos diarios, ubicados en “tarimas” (nombre que recibe cada espacio de venta de 1,35 x 2 metros de superficie) y que en la mayoría de los casos han ido pasando de padres a hijos, alcanzando ya terceras generaciones.
Aunque también los hay que llegaron a esto de la Tira por casualidad o necesidad según se quiera mirar. En el caso de Vicente, cambió el ladrillo por una tarima en este peculiar mercado cuando sobrevino la crisis de la construcción allá por el 2013. Su especialidad son los pepinos africanos y el melón chino. Y es que aquí cada uno comercia siempre con los mismos productos. De hecho, tienen que aportar a Mercavalencia la documentación que acredita los metros cuadrados de campo que tienen en propiedad y qué cultivan en ellos.
La crisis también fue el detonante para Inma y Chelo, dos cuñadas en paro, que aprovecharon la jubilación de sus suegros para coger las riendas de un negocio dedicado toda la vida al campo. Como ellas mismas confiesan “el resultado de esta experiencia tiene dos partes. Una gratificante porque seguimos manteniendo una tradición familiar; y otra que lo es menos ya que es difícil compaginar familia y trabajo por los horarios”.
Entre tanto ir y venir de carretillas y cajas cargadas de buen producto, encontramos a Issa Badji un agricultor de 50 años al que le encanta su trabajo. Viene de familia de agricultores, sus padres y sus abuelos ya trabajaban la tierra en Senegal, su país natal. Trabaja la huerta por el día y por la noche acude a la Tira a vender sus coles.
Es increíble el ambiente que se respira en este espacio hortofrutícola a horas tan tempranas. Su actividad comienza a las 4:00 y se extiende hasta las 8:00 aproximadamente. Sorprende el olor a tierra y a producto fresco que desprende cada “basquet” o caja cargada de frutas y verduras recién recolectadas. Todo es muy cercano, hasta el trato de los agricultores que explican con orgullo la calidad de su género.
En la Tira también encontramos la Sociedad Agraria de Transformación (S.A.T.) que aglutina a unos 130 agricultores. Todos ellos con registro sanitario, cámaras especiales donde guardar el género y precios más económicos. Su objetivo es la venta en común de todos los productos obtenidos en sus explotaciones.
La Tira de Contar ha estado a punto de desaparecer en muchas ocasiones ya que hace unas décadas poca importancia se le daba a los productos de proximidad o de kilómetro cero. Entonces nada hacía presagiar el auge actual de este tipo de alimentos. Algo que también hace prever que esta práctica siga sumando siglos de historia a sus espaldas.