
Hace ya unas semanas, Naciones Unidas y más concretamente la FAO, entonaron el
Hakuna Matata reclamando nuestra atención sobre la posibilidad de que empecemos a considerar
los insectos como una posible fuente de alimentación de forma habitual para las personas.
Como ellos mismos reconocen, los insectos
ya forman parte de la dieta de cerca de 2.000 millones de personas (casi el 30% de la población mundial) en países como México, Indonesia, Tailandia, Brasil, por citar algunos, e incluso la tribu de los warao, en el delta del Orinoco en Venezuela, tienen al gusano del moriche (
Mauritia flexuosa), un tipo de palma, como uno de los alimentos básicos en su dieta diaria.
Como les explicaría mejor que yo
Eudald Carbonell,
los primeros humanoides ya eran insectívoros y por eso el hecho actual de comer insectos es una manifestación más de la memoria de nuestro sistema evolutivo. En otros países es un alimento tabú. Más bien es que somos unos aprensivos, porque si se comen en Bangkok, Tamaulipas o Jakarta, ¿por qué no se puede comer una tapita de saltamontes a la andaluza en Sevilla, Barcelona o Gijón? O sea que en el fondo,
es una cuestión cultural. Además,
los insectos se han incorporado ya a la alta cocina. El brasileño
Alex Atala hace tiempo que
incorpora insectos del Amazonas en su carta, lo mismo que el venezolano
Nelson Méndez y hasta
René Redzepi, en uno de sus últimos menús, incorporó
un postre de hormigas (¡¡vivas!!) y yogur. Por lo visto el toque ácido de las hormigas le iba de perlas al sabor del yogur fresco.
Las
propiedades nutricionales de los insectos también son conocidas desde hace tiempo. De hecho, por eso nuestros ancestros protohumanoides los comían. Porque hasta que no descubrieron la carne y aprendieron a cazar millones de años después, los insectos eran su fuente principal de proteína. Vaya, que llevamos comiendo bichos toda la vida y en eso seguimos ahora que la humanidad ha creado la estación espacial internacional y cosas tan útiles como el sistema de Naciones Unidas y la FAO.
Y enlazando con
mi último post, sepan ustedes, que
los diferentes tipos de insectos también tienen su temporalidad, su época de cosecha, como si dijéramos. El gusano rojo del magüey se recolecta en México entre febrero y marzo, en Tailandia el grillo se recolecta en agosto y el escarabajo rinoceronte en septiembre. Y por cierto, aprovecho para recordar que las arañas, que se comen en Camboya, no son insectos, son arácnidos como los escorpiones.
Y para acabar, que se hace tarde, esto de promover el consumo generalizado de insectos, ¿será que no hemos oído hablar de los excedentes agrícolas y especialmente de los subvencionados? Y no quiero hacer demagogia, pero en lugar de hacer estas propuestas tan... exóticas, ¿no sería mejor que trataramos que los agricultores de los países menos desarrollados no se vieran obligados a abandonar sus cultivos porque nosotros inundamos sus mercados con nuestros excedentes? ¿Somos conscientes de que
en el planeta se producen alimentos suficientes para alimentar a todos sus habitantes de manera suficiente?