Lola Carretero: “Hay que ser consciente de lo que se come”
La periodista Lola Carretero nació y creció en Sevilla, uno de esos lugares en el mundo en los que comer, y la forma de hacerlo, es parte de la cultura de su gente. A los veintitantos se trasladó a Madrid y aquí, carrito en mano, descubrió la dificultad, casi titánica, de entender las etiquetas de los productos del supermercado. Y lo que empezó siendo curiosidad, terminó por ser una seria preocupación. Es una militante convencida de la necesidad de educar acerca de la alimentación, de la urgencia de que los consumidores sepan lo que comen realmente. ¿Qué pasó aquella primera vez en el supermercado?, ¿por qué marcó un antes y un después en tu manera de entender la alimentación? Yo soy sevillana y, en mi casa, la buena alimentación siempre había sido una premisa. Me fui a vivir a Madrid con veintitantos, y yo nunca había hecho la compra. La primera vez que fui, se me ocurrió comprar pan de molde y, por curiosidad, leí la etiqueta. Entre infinidad de “E”’s, leí también amalgamante, espesante, estabilizante, humectante, y... ¡yeso! Tal cual, el de la construcción. Polvo de yeso, que por lo visto compactaba el pan. Ese pan de molde se quedó en la estantería... y yo, cambié. Con el pan soy muy militante. Siempre integral y cuántos más cereales y semillas, mejor. ¿Sigues escudriñando las etiquetas? Me apasiona hacerlo. Aunque suelen ser ininteligibles, o muy poco claras. Como cuando lees “aceite vegetal”, y en realidad hace referencia a los aceites de palma, completamente trans y que han destruido medio Amazonas. La normativa no es lo suficientemente restrictiva. Soy una ferviente militante en contra de las industrias alimentarias. No me gusta comer azúcar sin saberlo. Y por ejemplo en las pizzas industriales encuentras el triple de azúcar de la ración recomendada por día. ¿Cómo es posible que este tipo de cosas no nos indignen de manera masiva? Las autoridades deberían hacer algo al respecto. En Bruselas hay una pelea eterna con el tema del etiquetado, y las industrias alimentarias acostumbran a ganar la partida. No entiendo por qué no salimos a la calle al grito de “¡no nos envenenen!”. Nuestra forma de vivir determina nuestra forma de morir. Nuestras enfermedades tienen mucho que ver con lo que comemos. ¿Crees que algún día seremos tan beligerantes contra la mala alimentación como ahora lo somos con el tabaco? Ojalá. Lamentablemente lo veo lejano. Soy toda una socióloga del carrito del supermercado, me dedico a perseguir a los padres para ver lo que compran. Y muchas veces me horrorizo. Me horroriza ver el carrito lleno de alimentos procesados. Y pienso que ese niño irá mal. Hay que luchar mucho por la educación de la alimentación. Hay que preocuparse mucho por lo que ingerimos. Un nutricionista famoso, cuando sus pacientes le preguntaban qué debían comer, les respondía siempre: “Come sólo aquello que tu abuela reconocería”. Tu abuela reconocería todo aquello que no está en una caja. El periodismo es un oficio estresante... ¡De locos...! ... En una casa repleta de periodistas [Lola está casada con el periodista Iñaki Gabilondo], ¿qué alimentos has constatado que ayudan a hacerle frente? ¿Consideras que influye la alimentación en el estado anímico? Somos lo que comemos, por supuesto. Yo estoy convencida de que la carne roja produce agresividad, y procuro no comerla. Evito las grasas. Y procuro hacer comidas muy equilibradas. Lo procuro para mí, y para mi marido, que bastante estrés tiene... Tomamos mucha legumbre, mucha verdura. Cenas ligeras y jamás de picoteo. Una buena alimentación, sin duda, te hace mejor. La mala alimentación intoxica. ¿Ha cambiado mucho tu lista de la compra a lo largo de los años? Mucho, sí. Pagar un poco más por cierto tipo de alimentos no es gastar más, es invertir en vivir mejor. Procuro siempre comprar alimentos de proximidad. Y siempre de temporada... Me parece una aberración que en los colegios no haya una asignatura sobre alimentación. Hay que ser consciente de lo que se come, de lo que les das de comer a tus hijos. Yo una vez tuve en casa una manzana que me duró seis meses en la nevera. Me fui de vacaciones, volví, llegó la navidad... y allí seguía, toda espléndida. Con lo cual... la tiré. Si fuéramos unos fisgones desconsiderados, y nos dedicáramos a espiar tu nevera, y tu despensa, ¿qué encontraríamos? Necesito tener y ver, siempre, vegetales y frutas de temporada en mi nevera. Lechuga, brócoli, puerros, coles... Naranjas, peras, manzanas, plátanos. A mí no me gusta pagarle el billete de avión a ninguna fruta; en eso también soy muy militante. También encontrarías algún lácteo desnatado, kéfir... Y además procuro que nunca falte un buen jamón y, a ser posible, una botella de cava para un momento especial. ¿Y con que no nos toparíamos nunca? En mi casa encontrarás pocas cajas de comida. Procuro que mi basura sea más orgánica que de cartón. A mí me gusta todo, pero soy más feliz con unas acelgas frescas que con el mejor cruasán. Tengo una huerta. Eso me permite, según la temporada, tomar mis acelgas, judías, cebollas, pimientos, berenjenas... Unos tomates feísimos y muy ricos, ¡y hasta calabacines de cinco kilos! Eso es la felicidad para mí. ¡Y he aprendido a hacer membrillo como lo hacía mi abuela! Nada recuerda más a la infancia que los sabores y los olores. El olfato es el sentido más potente que tenemos. Te permite rememorar una abuela perdida, una película vista, un hermano pequeño... ¿Te gusta cocinar, Lola? Sí, me gusta. Tengo la suerte de no cocinar habitualmente, de hacerlo por placer. He hecho cursos de cocina japonesa, que es una cocina que me entusiasma, soy una fan de la cocina oriental. Por su cantidad de verduras, el buen uso de especias... La cúrcuma, por ejemplo, que es un poderoso anticancerígeno y antibacteriano, el cardamomo, el jengibre fresco, el curry... Una vez se toma la consciencia de la importancia que tiene lo que comemos, ¿hay vuelta atrás... o es un camino sin retorno? No es posible volver atrás. Y te vuelves, de cierta manera, muy militante, y vas dando la tabarra a todo aquel que tienes al lado. Yo creo que debemos tomar conciencia colectiva de la importancia de lo que comemos. Texto de Emma Vallespinós, soycomocomo.es