Slow food: ¿Qué es este movimiento?
Tele encendida, móvil en una mano y, en la otra, un tenedor que va y viene del plato a la boca a gran velocidad. Esta es la imagen de la mayoría de las comidas que hacemos, sobre todo, entre semana. Las prisas y el ritmo de vida frenético nos llevan a dedicar poco tiempo a la comida y a no darle la importancia que merece.
Para contrarrestar esta situación tan poco saludable (y menos sostenible), surge el movimiento slow food. La comida lenta, como así se traduce este término, busca comer con atención, valorando la calidad, el origen de las materias primas y la manera de cocinarlas.
Slow food: ¿Qué es y cómo nace?
El germen del movimiento slow food se remonta a 1986, cuando se inauguró una filial de McDonald’s en la Plaza España de Roma. Esta apertura generó una gran controversia, que llevó a varios periodistas a organizar un banquete y protestar contra la comida rápida e industrial. Como réplica a la fast food, estos periodistas crearon una asociación para impulsar la comida sin prisas, los productos naturales y las recetas locales.
En 2004, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reconoció oficialmente el slow food como una organización sin ánimo de lucro e inició una relación de colaboración con ella. En estas dos décadas, este fenómeno se ha extendido por todo el mundo y se ha convertido en un movimiento de concienciación social.
En Cataluña, existe el colectivo Slow Food Catalunya, que otorga distinciones a restaurantes y comedores escolares que promueven esta filosofía. Como novedad, se acaban de incluir las escuelas de hostelería, que también pueden ser reconocidas con el distintivo slow food, como ha ocurrido con las escuelas de Hostelería de Osona (Tona) y del Pallars (Sort). Además, en noviembre de este año se publicará la primera guía slow food de Cataluña.
Slow food: un fenómeno saludable y sostenible
El slow food no sólo promueve el consumo sostenible, también defiende la biodiversidad y apuesta por proteger el patrimonio alimentario de la humanidad y la cultura de cada país. Al final, la gastronomía es el reflejo y la esencia de cada pueblo, ciudad o región y se construye con los productos de la tierra. Por eso, merece la pena ser conscientes y dedicar tiempo a la comida.
Respecto a la sostenibilidad, este fenómeno fomenta el consumo de productos de temporada, que reducen las emisiones de dióxido de carbono, ayudan a combatir el cambio climático y contribuyen a llevar una dieta sana y equilibrada. El slow food tiene en cuenta tanto el origen como los procesos de producción y elaboración con el objetivo de potenciar el comercio de proximidad.
Cómo seguir una dieta lenta
Para empezar, hay que tener en cuenta que el slow food no es una dieta, sino un estilo de vida pausado, que utiliza la lógica antes de decidir por encima de cualquier otro precepto alimenticio.
Por ello, es clave cocinar en casa, con productos que hemos comprado, y elaborar los platos en casa, de forma artesana. Como se hacía antes, a fuego lento y sin prisa. Con productos ecológicos y de temporada de productores locales.
La preparación de tarros de conserva (es decir, de cristal y reciclables) también forma parte de este movimiento, que impulsa comer bien y de forma saludable, pero, sobre todo, responsable.