Can Bigotis: Un pequeño gran menú de tapas en el corazón del Poble Nou
Los Menús de tapas alcanzan a toda la ciudad. En el Poble Nou están totalmente identificados con el barrio gracias a la propuesta de Can Bigotis. Sus dueños, Christian Pujades y Albert Casas han crecido aquí, y querían crear un restaurante agradable al que ir con los amigos o la novia y cenar una cocina simpática pero no simple, y sin que los precios se dispararan. Vamos, el tipo de restaurante que no encontraban en su barrio. Casas es un coleccionista de estrellas que ha pasado por cocinas y obradores apellidados Berasategui, Adrià, Freixa o Escribà. Pujades también había trabajado en hostelería, como bartender, pero ahora se encarga de los números, la organización y el bricolaje (con ayuda de un primo forjador, quien dio vida a los colgadores en forma de bigote de la barra). Aquí creen muy poco en las cuartas y quintas gamas, ni para la cocina ni para la decoración, pero hacen una pequeña concesión al pan de Baluard, en la vecina Barceloneta. La gastronomía de Can Bigotis, sin embargo, tiene pequeños matices que la asoman a culturas otrora lejanas, con algún toque asiático o sudamericano, pero que a la gente de Can Bigotis, por edad y por barrio, ya les resultan tan cercanas como la de la abuela. Un mundo pequeño pero lleno de sorpresas, en el que el contraste entre sabores y texturas se convierte en un destacable y atractivo sello de la casa.
Ensalada con mojama y lecho de salmorejo
“Era una noche oscura y de tormenta”. Siempre quise comenzar un artículo igual que Snoopy empezaba todas sus novelas; el problema es que si esto coincide con una ensalada como entrante, es posible que no le hagas del todo justicia, por profesionalidad que le eches. La de Can Bigotis tuvo cosas que me gustaron más que otras -escarola y no aburrido mezclum, o el juego de salado, cremoso y ácido en los pros, la textura líquida del salmorejo en los contras- pero fue un “no eres tú, soy yo” de manual. Lo mejor estaba aún por venir.
Ceviche de corvina
Siendo también un plato frío, el ceviche de corvina elevó de golpe la temperatura del menú. Se trata de una de las propuestas más celebradas de la carta de Can Bigotis, aprendida directamente de un restaurador peruano suegro de uno de los cocineros. Potente de sabores, el matiz balsámico de un brote de shiso complementaba perfectamente la untuosidad del boniato a la hora de domar a esta fiera.
Croqueta de pollo
En mi anterior reseña para Gastronosfera hablaba de que vivimos una Nueva Edad de Oro de la Croqueta. La de Can Bigotis es otro gran ejemplo. En este caso es totalmente canónica, bechamelosa pero llena de carne, como las que recuerdas que hacía tu abuela (aunque en según qué franjas de edad nuestras abuelas las compraban ya en la charcutería). Advierte Pujades que en las croquetas se puede colar algún huesecito, porque todo el pollo se asa y desmiga a mano; esta “abuela” no hace trampas.
Langostino rebozado con coco y curry verde
“Venga por el langostino, quédese por la salsa” podría ser el lema de este plato. Porque el langostino, de crujiente rebozado, estaba rico, pero la salsa, ¡oh, la salsa! Un curry meloso, nada ácido, de sabores vivos y que llamaba a mojar pan en un acto de cocina-fusión de lo más punk.
Hatillo de morcilla y pies de cerdo
Otro plato en el que los contrastes de sabores y texturas acusados funcionan muy bien. En este caso, es la pasta –hecha también in situ- que envuelve al orgiástico amasijo de butifarra negra y pies de cerdo, con la salsa del asado y el puré de manzana verde. Más pan otra vez, camarero.
Cerveza 0.0
¿Es un cóctel sin alcohol, es un postre, o es una cerveza? Son las tres cosas: un licuado de fruta de la pasión sobre el que flota una espuma de lima y jengibre; un trampantojo juguetón (¡y muy abundante!) que ayuda a limpiar el paladar después de un menú tan sabroso y, de lejos, una cerveza bien tirada. No se puede pedir final mejor.
Precio del menú (que incluye dos bebidas): 25€