Chido, como coletilla usada en Méjico, sugiere algo lindo, y eso es precisamente lo que han buscado con la el ambiente que se respira: estatuillas de monos que son lámparas, una pequeña terraza con palapas, color en sus paredes de madera y mosaicos, y una la iluminación tenue con puntos de luz estratégicamente colocados. Todo ello da como resultado un ambiente especialmente agradable que invita a quedarse, entre amigos, distendido, sin ningún tipo de formalidad.
Situado cerca de la zona de negocios de Azca, abrió sus puertas a principios del 2019 y recuerdo una satisfactoria primera visita por aquel entonces. Ha sobrevivido al año 2020 y cambiado de cocinero desde mi visita, pero sigue en forma. Han abierto, además, un segundo local en el Centro Comercial X Madrid.
Su propuesta es informal. En Chido se come sin mantel y los cubiertos los coge el propio comensal de un pequeño cubo metálico colocado en cada mesa. Los platos están pensados para compartir, muchos para comer con las manos, y todo dentro de un ticket medio muy dulce que hace que no nos rasquemos mucho el bolsillo. Nachos, quesadillas, burritos y fundamentalmente tacos, se mezclan con ingredientes castizos y algún guiño canario propio de los creadores de este concepto, que ya comenzaron su andadura en Fuerteventura con un restaurante estilo Beach club. ¿Es mexicano? No podría decir que sí porque mis ya muchas estancias al otro lado del charco me lincharían, pero sí que tiene muchos dejes que nos invitan a pensar en el país -y es lo que se busca- y el resultado es goloso.
Av. de Brasil, 6
Madrid Madrid
España
La tortilla, protagonista principal
Para refrescarse ofrecen cocteles con y sin alcohol, entre los que no puede faltar una buena michelada y sabores afrutados.
Para empezar, muy recomendable la quesadilla de huitlacoche (ese hongo del maíz que, curiosamente, también se da en el de España pero que aquí desechamos), rellena de queso y muy acertadamente acompañada de pico de gallo y crema agria. Se come fácil, en un estándar de sabores muy mexicanos, con una rica tortilla de harina (trigo) bien tostada. Le siguieron unas sabrosas croquetas de cochinita pibil con cremoso de mojo picón de chile poblano, resultonas al haber permitido confluir la tapa española por excelencia con uno de los guisos más propios de Yucatán. Me encanta el punto del achiote y me complace que sean croquetas no líquidas sino más carnosas.
Me habría gustado probar de nuevo los Chingonachos, con queso fundido, guacamole, cochinita pibil, crema agria y jalapeños. Guardo un muy buen recuerdo de ellos, pero incluso la media ración (la única de toda la carta) era muy abundante viendo mi comanda.
Los tacos se sirven en pares y con indicación del grado de picante. Entre los más picantes y más clásicos pedí los tacos al pastor. Tortilla de maíz morado, carne de cerdo adobada y desmenuzada, con salsa de chile, piña, cebolla y cilantro. Imprescindible, y con un nivel de picante muy ajustado al gusto europeo para el que sugeriría servir algunas salsas a un lado y que fuera el comensal el que decidiera si quiere enchilarse.
Terminamos la parte salada con el taco de carnitas, con carne de cerdo, huevo de codorniz, queso ricotta, salsa cremosa de chipotle y hierbabuena. Quizás uno de mis favoritos por su siempre constante jugosidad. No percibí el aromático de la hierbabuena, y puede que sea por esto que, a pesar de ir acompañado de lima, es un taco algo pesado precisamente por la grasa de la propia carne que se utiliza. A penas advertí el picante que viene indicado de uno sobre tres, ¡tenemos que animarnos, México respira chile!
De postre, el tres leches me hizo volver a Méjico otra vez. Jugosísimo el bizcocho de vainilla y naranja bañado en salsa tres leches, terminado con merengue y el perfecto punto ácido de contraste de los frutos rojos.
Me acompañó durante toda la comida, el Berries lemonade, uno de sus cocteles sin alcohol, y que tanto agradezco que tengan, pues terminan de completar la experiencia. A base de zumo de limón, lima y naranja, romero, frutos del bosque y top de soda, me pareció descriptivamente más acido de lo que resultó ser. Quizás le habría bajado un poco el dulzor e incluso me atrevería a añadirle el puntito picante del jalapeño, pero redondeó mi comida mejor que cualquier refresco.