“La buena gente y la comida no se entierra, se siembra”. La frase, sin firmar, aunque inspirada en una canción del puertorriqueño Pedro Capó (‘La fiesta’), figura en la fachada de Taco Maracas. También podría aparecer allí alguna cita de Frida Kahlo, como aquella que alude a que el surrealismo es encontrarse un tigre en el armario de las camisas, pero la presencia de la icónica artista de Coyoacán se limita a dos retratos posados contra sendas ventanas de un restaurante que se sumó a la oferta de la céntrica Plaza Baldomero Iglesias (Plaza Roja) en agosto de 2023, precisamente el día que allí se celebraba el arranque de las fiestas de la Virgen Grande. Imagina la marea humana.
“Después de eso, todo es un baile; lo que tardarías dos o tres meses en hacer, lo aprendes en 15 días”, evoca alborozado Marcos Arrabal, propietario de un negocio que a fin de cuentas llegó para aportar diversidad a esa zona cero del ocio torrelaveguense. “A mí me gusta la cocina mexicana, y yo ya veía que aquí no había nada así. Cuando pusimos los tacos en La Malquerida (Marcos también es copropietario de esa “Tasca Nipona” ubicada a solo cien metros) y vi que salían estupendamente fue cuando me convencí: hay que montar un mexicano. Lo pedía la ciudad”, sentencia el emprendedor.
Pl. Baldomero Iglesias, 5
39300 Torrelavega Cantabria
España
Tras él, un bonito mural firmado por Jorge Molina embellece el fondo de la escena. De hecho, es la pericia del artista gráfico colombiano la que en última instancia aporta personalidad al lugar tras plasmar en sus paredes enormes katrinas de mirada cautivadora, paisajes desérticos y corazones palpitantes. Esa decoración exclusiva, realizada con técnicas de grafiti, aerografía e ilustración, es de hecho la principal seña de identidad de un restaurante de inspiración mexicana cuya carta pone el acento, por supuesto, en esos tacos a los que alude el nombre.
“Maracas”, por otra parte, además de remitir a una coletilla utilizada con frecuencia por un buen amigo de la casa (“sol y maracas”), aporta el factor emocional al bautismo, pues también es consecuencia de una afición de la madre de Marcos, la de pintar a mano pequeñas maracas. Muchas de ellas se reparten por el establecimiento confundidas entre muñecos de Speedy Gonzales, personajes de la película ‘Coco’, lazy mexicans, figuras tradicionales y sombreros charros.
Tacos donde había tortilla de patata
Taco Maracas se localiza concretamente donde antes estuvo un bar especializado en tortilla de patata y frases en grandes letras de neón advierten de la novedad al más perspicaz. Lo hacen con alusiones a canciones típicas (“Canta y no llores”) y a emblemas de una particular propuesta que no olvida la coctelería (“Margarita se llama mi amor”). Es su modo de anticipar que ahora son aromas y sabores norteamericanos los llamados a protagonizar una carta supervisada por Javier Alonso, cocinero que previamente trabajó y realizó stages en restaurantes de estrella Michelin como El Serbal (Santander), Cenador de Amós (Villaverde de Pontones), Quique Dacosta (Dénia) y Azurmendi (Larrabetzu).
Eso sí, no queda ni rastro de alta cocina en una relación de sencillas elaboraciones idóneas para compartir que incluye dos versiones de nachos (la más sustanciosa y colorista, con carnitas, jalapeños y salsa cheddar), otro par de quesadillas (norteña y pibil), un burrito, costillas de angus lacadas con barbacoa de chile serrano tatemado y seis tacos que brindan guiños a distintas regiones de México, desde Yucatán hasta Baja California. Los hay de cochinita pibil con guacamole y cebolla morada; de tinga de pollo con salsa molcajeteada; de carnitas de secreto con guacamole y tomatillo verde; de panceta con pico de gallo y tajín; de calamar guisado con papada ibérica fogueada; y de langostino con crujiente de queso, pico de gallo y chipotle.
Los preferidos de la clientela cobran matices extra cuando los altavoces emiten rancheras en la voz de Vicente Fernández, Antonio Aguilar o José Alfredo Jiménez (“las buenas son las viejas”). No obstante, no es éste un despacho de comida que peque de purista, pues sus responsables se atreven a salirse del camino marcado e incluso a flirtear con el concepto de fusión al servir lo mismo un aguachile a base de salsa de sésamo que gyozas de pato y de langostino con salsa de soja con ajetes, o al rellenar el referido taco Gobernador con panceta glaseada “al estilo nipón”.
“No es tradicional al uso, en Taco Maracas siempre buscamos toques diferentes. Por ejemplo, quiero hacer una hamburguesa en plato con carne de Cantabria; ¡dónde has visto una hamburguesa en un mexicano! Pues la vamos a hacer de jalapeños”, adelanta Marcos Arrabal. Su intención es aportar dinamismo y más novedades con la incorporación de otra versión de nachos, una nueva quesadilla, más variedad de tacos, “jalapeños con bacon enrollado y rellenos de queso”, un molcajete, una sopa y una tarta de chocolate picantes. También planea ofrecer picantes en escala, para invitar a retarse.
De ese modo se perfilan el presente y el futuro inmediato de un espacio que puede presumir de inmejorable ubicación y donde muchos clientes se animan a buscar la armonía no solo con cervezas y micheladas, también con una oferta de cócteles donde no podían faltar sus interpretaciones de la Margarita, el Tequila Sunrise y la Paloma.
Efectivamente, Taco Maracas apuesta por una informal esencia trasatlántica junto a la moderna Iglesia de la Virgen Grande, rodeado de más establecimientos donde, en cambio, se continúa despachando rabas de calamar. Eso ha caracterizado siempre a Torrelavega, un enclave donde confluyen los ríos Saja y Besaya y otros referentes turísticos, que entierra pequeños secretos que siempre pueden sorprender.