Tres metros y medio de profundidad de unas aguas tan ricas en nutrientes que se visten en tono verdoso debido a la abundancia de algas y fitoplancton. Una sopa salada y esencial que alimenta con generosidad a las ostras y a los mejillones que degustas justo encima de su hábitat. Milla náutica cero, más cerca no se puede estar. Y además, se va poniendo el sol. Tiñendo naranjas sobre el paisaje de una costa que regala la silueta pétrea e impresionante de los Puertos de Tortosa-Basseit. La banda sonora la pone el ronroneo del Mediterráneo golpeando las maderas, y el crujir suave de estas repartiendo la tensión estructural. Un atardecer en el Musclarium es muy parecido a una sesión de felicidad a base de bocados de yodo y paz.
En mi opinión al Musclarium hay que ir a devorar productos en su estado primigenio y natural. Lo más desnudos (culinariamente) posible.
Los mejillones simplemente abiertos con un baño de vapor, para que su carne permanezca suave, jugosa y ligeramente trémula al paladar.
Las ostras ni eso, abiertas y en crudo -ni limón les pongo, esa acidez empaña los matices del mar-. Ejemplares de la variedad Crassostrea Gigas u ostra Miyagi, con forma alargada y gran concavidad en la que se desarrolla una carne suculenta y ligeramente crocante.
Cosechadas en las arenas de la bahía, también encontramos las tellinas del Delta (Donax trunculus). De carne magra y de sabor intenso. Son un vicio.
Otro gran producto de reputación demostrada es el langostino de la Ràpita, con temporada entre mayo y agosto, sus ojos son negros y su armadura brillante sin manchas negras. Tiene una carne firme y robusta que trabaja en el gimnasio de la desembocadura donde vive durante el día enterrado en la arena y nada por las noches para alimentarse con tranquilidad.
También puedes degustar algunos platos de cocina con enjundia, como el pulpo encebollado, un plato clásico de la marinería. Cocina directa y sabores intensos para seguir devorando el mar.
La llegada
El transporte hasta Musclarium está organizado a través de un servicio de barcas lanzadera que te recogen en el muelle del puerto y en apenas siete u ocho minutos te depositan en plena felicidad. Luis es uno de los patrones que transporta a los clientes, fue una delicia ese trayecto con conversación trufada de información náutica y simpatía por igual. El viaje forma parte de toda la experiencia, está claro que Albert -propietario, alma mater y sospecho que algunas cosas más- lo sabe y cuida que en esos minutos el ambiente sea acogedor, alegre y cordial.
Los espacios
Musclarium se reparte en tres espacios, un gran comedor central situado junto a la barra y la cocina. Mesas de madera, sillas de loneta y comensales sonrientes donde quiera que uno se ponga a mirar. En los extremos, un espacio de descanso con sofás blancos y ventana acristalada en el suelo para observar el mar. Y en la otra punta, una zona con barra y música -sin estridencias- para poder regalarse un copazo y menear algo la cadera si te apetece bailar.
Y al final...
Escogemos terminar estirados en modo 'absolute relax' y despidiendo el día con el mar en saturación total: el aroma salado impregna el aire, el sol tiñe de naranja la retina que observa el mar y el yodo aún pasea por nuestra memoria palatal.
Badia dels Alfacs
43540 Sant Carles de la Ràpita Tarragona
España