Dicen que la vida es demasiado corta para comer con cubiertos. Por lo tanto, mejor dipear, untar, churrupear y, como no, morder. No está mal, de vez en cuando, acordarnos de nuestras amigas, las caninas, que cada generación son algo más finas e inútiles. Hechas mis teorías darwinianas, entro en materia para contaros que he encontrado uno de los mejores lugares de Lleida donde afilar bien los dientes. De estos locales para no temer que la salsa se derrame, los dedos queden pringosos y que entre bla-bla hagas buenos ñam-ñam.
Hablo del bar Nyam, un mítico del centro de la ciudad que, después de un buen lavado de cara, ha reabierto con el mismo concepto y las pilas cargadas. “Lo cogimos con la idea de salvar la esencia de bar de colegas, de los que te sientes en casa, pero con un rebranding sin miedo”, nos cuenta Narcís, uno de los dos socios que asumieron la reapertura.
Aquí la misión era poder entrar a ciegas, probar algo de la carta y no notar que han cambiado de dueños. “Sabíamos que el producto era intocable y eso incluía cocinar con el mismo pan, la misma salsa o seguir dando el mismo trato”, nos explica Narcís, un emprendedor de 26 años que desde hace un año pasó de asiduo cliente a propietario.
La chapa y pintura fue de las radicales, “para dejar claro que era el mismo Nyam pero a la vez distinto”, conservando elementos como la barra con cocina abierta y reafirmando su orgullo de bar de fútbol. ¿Cómo? Añadieron una grada de tres pisos que sirve para sentarse y almacenar productos. Una idea genial para ganar espacio y actitud de lugar informal donde gozar del deporte rey. Ni rastro de banderas ni pósters y una apuesta atrevida por el rosa chicle en las paredes. Siempre a favor de deconstruir a golpe de pincel un local de alto voltaje hormonal masculino.
No podían rechazar una carta que tenía el secreto de aguantar 40 años de éxito. La fórmula no era más que raciones generosas, bocatas de los que hacen crec-crec, hamburguesas con carne que sabe a carne y una salsa que es marca de la casa. Vaya, un fast-food que sabe a casa y que el químico que abunda es el de “hola vecino, me alegro de volver a verte”. Qué bonitos los platos que van con una pizca de recuerdo. “Aquí vienen pandillas que son los hijos de los que ya venían antes”, dice Narcís, que reconoce ser uno de ellos.
La carta es cortita y no se anda con tonterías. Aquí no se vende humo ni poesía porqué “no es lo que la gente viene a buscar”. Así que, sin rodeos, os invito a atacar las patatas fritas de palo con la salsa Nyam, dipear a golpe de crujientes de pollo y morder salvajemente su hamburguesa completa. Y aquí lo de completa va en serio. Buen queso cheddar y un pan recién tostado. Lo mismo con los bocatas, que le ponen más de amor, qué ganas de ser creativos. Y por amor el que le di a la burrata o el bratswurt que “triunfan entre los jóvenes”. Para bajar el festín de hidratos de felicidad nos ayudó la cerveza, que tienen una larga lista donde escojer.
El Nyam, sin duda, contradice la expresión de que las segundas veces nunca fueron buenas, más bien el contrario. Son un ejemplo de respeto hacia el trabajo de los que te han precedido, de inteligencia para aprovechar un solaje valioso y a la vez actualizarse con personalidad. ¡La nueva era del Nyam solo acaba de empezar y lo hace pisando y mordiendo fuerte!
Av. Alcalde Rovira Roure, 1
Lleida Lleida
España