Hablar de El Pimpi es hablar de la historia viva de Málaga, no solo en lo que a gastronomía se refiere, sino también en cuanto a cultura y labor social. El Pimpi es mucho más que un restaurante, es una institución, un lugar de culto para los visitantes y para los malagueños. El Pimpi es Málaga, es identidad, es un lugar de visita obligada cuando alguien viene a la ciudad, da igual si es la primera vez o la décima. Cualquier guía gastronómica o de viajes lo marca como lugar de culto para aquellos que quieran vivir la experiencia de comer en una bodega, entre barricas de madera con olor a vino, al más puro estilo andaluz en el Centro Histórico de Málaga. El Pimpi es eso y es también amistad, romance y tradición, porque qué malagueño no ha celebrado algo importante alguna vez en El Pimpi o cuántos amores no se han paseado por sus mesas bebiendo un moscatel dulce. Los muros de esta casa guardan anécdotas e historias y han visto pasar por allí a cientos de famosos a firmar en sus barriles, como así lo atestiguan todas las fotos que decoran algunas de sus estancias. El Pimpi es parte ineludible de la historia malagueña, y seguirá pasando a la historia, porque el 4 de agosto cumple nada más y nada menos que 50 años.
Los inicios
La aventura comenzó en 1971 cuando Pepe Cobos y Paco Campos, los impulsores de esta ilustre casa, dejaron su Córdoba natal para encontrar fortuna. Recalaron en Málaga buscando un lugar en el que montar una bodega, un negocio con el que emprender después de su etapa en Bodegas Campos. La suerte los acompañó ese día que pisaron la capital malagueña y conocieron al que era por aquel entonces el dueño de El Pimpi. Lo que pasó después ha dado lugar a 50 años de historia: compraron la casa donde se encontraba El Pimpi y la convirtieron en lugar de peregrinación para todos los turistas que llegaban a la ciudad. Vinos, jamón, queso, tapas y buen ambiente eran una carta de presentación a la que nadie se resistía. No había cocina, pero ofrecían productos andaluces y un ambiente singular que pronto les dio fama. Más tarde vino la cultura. El espíritu de El Pimpi no se entiende a día de hoy sin hablar de cultura, y pusieron en marcha los Viernes de Gloria, con la mismísima Gloria Fuertes.
Más tarde, en 2001, llegó el punto de inflexión. El mundo cambiaba y El Pimpi quería seguir evolucionando. Pepe Cobos, gran visionario de los negocios, lo sabía bien, y empezó a pensar en un giro que asentara todo lo que él y Paco Campos habían construido desde que vinieron a Málaga. Poco después, en 2004, llegó el año de la transformación. La esencia y el sentir de El Pimpi siempre se han mantenido a lo largo de estos 50 años, pero la propuesta gastronómica y cultural ha evolucionado, pasando de ser un icono turístico para convertirse en la casa de los malagueños.
Para empezar este camino hicieron una gran obra de remodelación de las instalaciones y una puesta a punto de la cocina. Cambiaron todos los vinos que se servían, apostando por los de Málaga, y no sólo eso, sino que comenzaron su particular filosofía de incorporar a la carta productos de kilómetro cero, tanto es así que actualmente tienen su propia huerta para abastecerse. Así que tienes que saber que cualquier fruta o verdura que veas en tu plato cuando visites esta casa viene directamente de las huertas del Valle del Guadalhorce, porque es así como El Pimpi entiende que hay que dar de comer, con buena materia prima. Todo este trabajo los ha llevado a posicionarse como uno de los restaurantes más señeros del Centro Histórico de Málaga, donde puedes tomarte desde un aperitivo hasta el almuerzo, la cena o un cóctel para la sobremesa a precios muy asequibles o probar algo tan singular como su famoso jamón de castañas, traído directamente del Valle del Genal. Y no sólo eso, porque la propuesta gastronómica de El Pimpi va de cocina tradicional malagueña y andaluza basada en el producto local, pero en 2016 fueron un paso más allá con la apertura de La Sole del Pimpi, un restaurante ubicado en el local contiguo donde puedes disfrutar de una extensa carta de cocina japonesa con toques muy malagueños. Sushi, tiraditos, tartares, coctelería de autor y mucho más para complementar la oferta de El Pimpi, todo ello en un local moderno con vistas al Teatro Romano y con mucho mimo en cada detalle, tanto en servicio como en arquitectura.
Dentro de la historia de El Pimpi cabe destacar la incorporación en 2017 de Antonio Banderas. Para la bodega, la entrada en la sociedad del actor malagueño fue un hito muy importante, ya que comparte unos valores similares a los suyos y está muy vinculado a la actividad de la empresa. El objetivo de esta incorporación es seguir creciendo, no solo como negocio, sino también como impulso de los valores sociales, culturales y empresariales que en su día crearon los fundadores y que se han mantenido en el tiempo.
La Fundación
Si hay algo que siempre ha caracterizado a El Pimpi ha sido la labor social que ha hecho en pro de la ciudad de Málaga. Fruto de este trabajo es la Fundación El Pimpi creada en 2017 para canalizar toda esa cultura y solidaridad que sale de esta casa.
Actualmente, tienen un extenso programa de actividades en la que la cultura, la gastronomía, la labor social y la agroalimentación van de la mano con proyectos muy interesantes como ‘Málaga cocina emoción’, un libro dirigido por el cocinero Samuel Perea que ha recuperado un legado gastronómico inigualable de los 103 pueblos de la provincia de Málaga, recogido a través del saber de las abuelas, o ‘Los Soles de Málaga’, el evento a través del que se hace una gran recaudación económica a beneficio de distintos proyectos sociales.
4 de agosto, 50 años
Muchos son los motivos para celebrar la trayectoria de El Pimpi, pero, sin duda, cumplir 50 años es el más significativo. No es fácil para un negocio de hostelería haber sorteado varias crisis con éxito y con las mismas ganas de seguir dando lo mejor a malagueños y visitantes, pero aquí siguen, y lo que les queda, porque si algo tiene claro la gran familia de El Pimpi es que el futuro pasa por vivir, al menos, otros 50 años. Querrán a Málaga por siempre, y por eso el 4 de agosto están de fiesta y lo van a celebrar con todo el que se acerque por la bodega. Porque de lo que no hay duda es de que 50 años no se cumplen todos los días y este cumpleaños es muy especial. Brindemos, pues, por la larga vida que le espera al que se ha convertido en uno de los grandes iconos gastronómicos y culturales de Málaga.