La comarca de Osona, en la província de Barcelona, está repleta de masías de grandes dimensiones. Repartidas entre los bosques y al final de caminos que parece que no llevan a ningún lado, aparecen casas gigantes, de hasta 3 plantas, con los clásicos arcos en la fachada, puertas XL y rodeadas de pinos que les guardan del calor y de ser vistos. El objetivo era crear microcosmos con todo lo necesario para bajar lo mínimo a la ciudad. Tanto era así, que la mayoría cuentan con su propia capilla y se inventaron el Glovo de los curas para tener a domicilio cuando hacía falta.
Mas La Parra, construida en el siglo XII y residencia de payeses e incluso de caballeros y doncellas, cumple con todos los atributos de una auténtica masía medieval catalana. Después de muchos años cerrada y en decaimiento, Juan, el propietario y descendiente lejano de una de las familias que habitaron el Mas, se propuso no dejar morir un legado tan importante abriendo un restaurante especializado en productos de la zona y platos a la brasa, en los bajos de la casa. No era un reto fácil transformar los establos y caballerías en un salón en perfecto equilibrio, donde los toques modernos no invadieran los elementos más genuinos de la masía, como es el caso del techo en arcos de cruz, sin duda el gran protagonista del comedor. Los colores claros, el buen uso de la madera, la gran puerta acristalada, la chimenea flotante y el salón privado son algunos de los muchos aciertos de un espacio que destaca por la calidez, la luz natural y el buen gusto.
Llegar hasta arriba de la colina es llegar a un mirador excepcional de la plana de Vic y el equipo del Mas La Parra lo sabe. Tanto es así que cuenta con una gran terraza y una zona chill con sofás. Sin duda, señales más que evidentes que aquí se puede comer por la boca pero también por la vista. Si el tiempo lo permite, no olvidemos que la zona es de climas extremos, los alrededores de esta masía están llamados a acoger desde cenas a la luz de la luna para grupos grandes a eventos más multitudinarios como bautizos o bodas. “Nuestra intención es evolucionar de un lugar como ahora donde puedas venir con un grupito de amigos, hasta poder organizar conciertos en la terraza o bodas”, me dice Juan mientras me abre las puertas de la pequeña capilla, donde, por cierto, se pueden oficiar misas.
Dejemos las misas para los curas y oficiemos el ritual de la comida, el cual iniciamos con una elección de las que no fallan: caprese de tomate del huerto con burrata y pesto casero, junto con unas habitas baby con jamón y foie micuit. Dos entrantes frescos, veraniegos y hechos con tanto amor que ya empiezo a pensar en campanas de boda. La cremosidad de una habitas de temporada hay pocas cosas que lo superen y el tomate, con solo verlo, te confirma que no ha visto un supermercado en su corta vida.
Mas La Parra no quiere sorprender con combinaciones estrafalarias, es una casa de buena comida, bien hecha, bien presentada y con producto comprado a escasos kilómetros. Tampoco le teme a primeros platos contundentes a pesar de tener segundos de gran calibre. Puede que a alguien le desencaje tener un steak tartar o un taco de brioche de ternera, sabiendo que las segundas partes se miden en gramos de carnaza. Pero, ¿por qué no? Aquí se viene con hambre o no se viene. Yo me vine arriba con un primero de sobrasada y queso de cabra joven espectacular. “Todos los embutidos y quesos son de pueblos cercanos a la masía” me dice Júlia, una de las dos hermanas que están al frente. Su sonrisa y buena atención son, sin duda, una de las fortalezas del establecimiento.
Los segundos ya calientan banquillo y, en este caso, literalmente. La corona de la casa no podría ser otra que su gran fuego, que se encuentra al exterior de la casa. “Menos obras, más espacio y menos olores”, dice Juan. Cincuenta grados de sauna natural nos dan la bienvenida y aguantamos lo justo para confirmar que este fuego debe hacer magia con las carnes de la carta. Costillitas de cordero, entrecot de la Vall d’en Bas, de muy cerquita, chuletón de buey de 1 kg o una dorada que se deshace en boca. Aquí no hay plancha que moleste en cocina, aquí encienden la llama del sabor a golpe de leña y fuego. El que llaman smash de xai, una burger con cordero mechado cocinado a fuego lento en la brasa entre pan y pan de brioche y aliñado con una mayonesa de chipotle es posiblemente una de las obras maestras de Roger, el jefe de cocina. No os perdáis tampoco su arroz, al estilo Parra, su secreto ibérico reposado en la brasa o su filete de ternera que nos aparece en la mesa chispeando de calor.
Para cerrar este festín de producto km0 y buena brasa, la carta de Mas La Parra cuenta con una oferta de postres caseros que van desde el pastel tatín al cheesecake con queso local, pasando por varias opciones de helados deliciosos o el rey de los postres en Cataluña: la crema catalana.
Mas La Parra es de aquellos milagros que solo ocurren con sudor, talento, amor y entusiasmo, sinó es imposible no tener ni un año de vida y bordar producto, servicio y espacio. 800 años después que alguien pusiera la primera piedra en esta casa, Mas La Parra y su equipo han puesto la primera piedra de un proyecto que, si sigue así, solo le puede esperar alegrías y una larga vida.
L'Esquirol Barcelona
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