Daniel Malavia Cuenca y Roseta Félix Monzó son los nombres de dos cocineros jóvenes y entusiastas cuya trayectoria profesional empieza a despuntar de manera admirable desde su proyecto Fraula. Un bonito restaurante, ubicado en el mismo centro de la capital valenciana, cuyos inicios han sido del todo atípicos. Y es que, a los dos meses de su exitosa andadura, la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, les obligó a echar forzosamente el cerrojo.
Una situación que sin duda marcará la historia del local para siempre y que ha hecho que sus propietarios tengan, si cabe, todavía más ganas de despuntar y de mostrar en qué consiste esa “cocina sincera” de la que Daniel habla con orgullo. Una cocina, la del restaurante Fraula, que se basa en un buen producto de cercanía, marcado por la temporalidad, y por el sabor y la estética que siempre emanan de cada una de sus creaciones gastronómicas.
Pero la historia de Daniel y Roseta arranca mucho antes. Se conocieron en el 2015 en ‘El Poblet’ (Valencia) y de ahí surgió algo más que un buen tándem gastronómico. Se inició una bonita historia personal y el sueño de que algún día abrirían su propio restaurante. El paso por varias cocinas con estrella hizo que Daniel creciera entre fogones, entre una refinada técnica y producto mediterráneo, mientras que Roseta se fue especializando en el mundo de la repostería.
De ahí, del mundo de la repostería y de las raíces valencianas de Roseta, viene precisamente el termino Fraula (del latín fragŭla) que significa fresa en valenciano. Ni que decir tiene que cualquiera que visite el local no puede dejar de probar el postre que lleva este sonoro nombre y que está elaborado con chocolate blanco, con interior de fresa y salsa de frutos rojos. Una auténtica maravilla.
Y ahora, a pesar de parecer que hayamos ‘empezado la casa por el tejado’ al hablar de los postres, retrocedemos para hacerlo de la verdadera esencia de este nuevo gastronómico en Valencia. Porque en Fraula hay mucho, muchísimo Mediterráneo, y mucha lonja pero también mucha raíz representada por los orígenes manchegos de Daniel. Él visita la lonja prácticamente a diario, de ahí que casi el 80% de la carta esté compuesta por pescado y marisco (ostras, gambas, cocochas, rape, pulpo, anguilas…). Un producto que da lugar a creaciones tan interesantes como las cocochas de merluza con pilpil de algas, sándwich de manitas de cerdo y langostinos, airbag relleno de mahonesa de ostras, gamba roja de Dénia “al ajillo” o la terrina de foie y anguila de la Albufera. Y hablando de la Albufera imposible no hacer mención al pato azulón, un animal salvaje que proviene de la misma laguna.
En cuanto al apartado de postres, si antes hablábamos del Fraula, ahora toca reseñar otro imperdible, el ‘Pajaroncillo’: helado de leche de cabra con crumble de especias, piñones, leche de pipas de calabaza y alajú. Toda una declaración de intenciones y homenaje a Pajaroncillo, municipio de Daniel en la provincia de Cuenca. Un postre que “no deja indiferente ya que te encanta o no te lo terminas. Con el Pajaroncillo pocas veces hay término medio”, señala.
Fraula cuenta a mediodía con un menú ejecutivo de 17 euros, más que competitivo, que consta de 1 aperitivo, 3 entrantes individuales o a compartir, 1 segundo a elegir y un postre. Un menú que comparte muchas similitudes con la carta: originalidad, buen producto y una técnica muy refinada.
Y todo esto en un marco igual de delicado que la cocina. Un ambiente minimalista y con aire selecto, diseñado por ellos mismos, con predominio de los tonos blancos, dorados y negros. Sin duda, Fraula está llamado, por muchos y diferentes motivos, a convertirse en uno de los templos gastronómicos más importantes de Valencia. Tiempo al tiempo.