Los autóctonos del Poblenou que aún no lo conozcan se sorprenderán, y mucho, cuando descubran el restaurante Catacroquet, abierto el pasado mes de abril. El local, que se encuentra en un inmejorable chaflán de ese barrio, ocupa un antiguo bar-restaurante de “los de toda la vida”.
Las paredes alicatadas y los techos bajos han dejado paso a un único espacio alimentado por tres enormes ventanales abatibles que dejan entrar toda la luz natural que da vida al Catacroquet. Las paredes son de obra vista y de los altos techos cuelgan lámparas hechas de ramas.
Las mesas son todas distintas en tamaño y forma, pero con un denominador común, la madera, que da forma también a la barra principal del local, de forma trapezoidal, en la que siempre está instalado un gran oso de peluche de sonrisa amable compartiendo espacio con los comensales que, sentados en cómodos taburetes, prefieren comer en la barra. El suelo es también de madera, y hay columnas de estilo industrial y griego por igual. Para redondear, un par de neones iluminan con sutileza el nombre del restaurante y la cocina.
Fuera, una estupenda terraza con parasoles azul cielo ocupa la totalidad del chaflán, aprovechando la buena orientación que permite mantenerla abierta todo el año, mientras los ventanales hacen a su vez de barras exteriores donde poder tomar algo. Una mesita y dos taburetes bajos dan el toque chill-out al lugar.
La decoración, ecléctica a todas luces, no es obra de ningún interiorista, sino que surgió de Andrea Pérez, la propietaria del Catacroquet, que tenía muy claro cómo quería que fuera su local y que realmente ha conseguido un conjunto atractivo, cómodo y que está situado en las antípodas de las grandes cadenas de restauración y la masificación que suponen. Aquí el objetivo es mimar al cliente con el espacio, el servicio y, por supuesto, la comida.
Homenaje a la croqueta
Aparte de tener muy claro cómo quería que fuera su local, Andrea, que además de propietaria ejerce de jefa de sala, sabía perfectamente la orientación que iba a darle, centrada en devolver a la croqueta el lugar gastronómico que se merece.
Porque las croquetas han sido maltratadas sistemáticamente preparándolas de cualquier manera. En cambio, se trata de una comida que merece tanto respeto como un magret de pato, por ejemplo, y que, bien cocinada, puede ser tan apetitosa como ese. Para conseguirlo, emplean siempre productos frescos de primera calidad, elaborándolos artesanalmente y cortándolos a cuchillo para obtener el tamaño y forma deseado en cada caso.
Croquetables y no croquetables
La filosofía del Catacroquet otorga a este alimento tradicional un toque cosmopolita por las muy variadas composiciones de las croquetas que nos sugieren y por las técnicas modernas utilizadas para prepararlas.
Así, en el apartado “croquetables” de la carta encontramos propuestas inimaginables como las croquetas de ternasco de Aragón con patatas asadas y cebolla de Figueras, de fideuà de marisco, de tortilla de chistorra, de mejillones con alga dulce ecológica o de carrillera ibérica al Pedro Ximénez. El último y exitoso lanzamiento “croquetero” no tiene desperdicio: la croqueta tropical con pollo al oporto, piña y mango.
Una posibilidad divertida y sabrosa es pedir el plato de “croquetas fantasma”, con seis croquetas de las que no conocemos la composición y que nos permite jugar a adivinarlas. Además, si pedimos dos platos al tiempo, o en días distintos, podemos estar seguros de que nunca los seis sabores serán los mismos.
El segundo apartado de la carta es el de “no croquetables” (todavía). Contiene platos como el milhojas de berenjena con tomate de Barbastro y mozzarella al pesto, las julianas de calamar con cebolla y patata o crepe de cocochas de bacalao al pil-pil.
Así, las combinaciones son múltiples. Comidas, cenas o, tal vez, unas croquetas a media tarde con los amigos que, si la charla se alarga, pueden convertirse en una cena “no croquetable”. Además, cada dos semanas celebran conciertos de música en directo por la noche que pueden ser de jazz, rock, solos de guitarra o sesiones de DJs.
Calle Almogàvers, 211
Barcelona Barcelona
España