Corría el año 1970 cuando Jorge y Pilar Feldman, una pareja de argentinos, abría en Madrid un asador al estilo de los de su país natal con el nombre de El Cacique. No había por aquel entonces en la capital demasiados establecimientos dedicados a las carnes a la parrilla y pronto se encontraron con una clientela fiel que se ha ido renovando a lo largo de estas cuatro décadas.
En 2012 renovaron por completo el comedor, que hasta ese momento estaba decorado en homenaje a los gauchos, con mucho cuero y madera, boleadoras y otros detalles criollos, además de una gran chimenea central. Ahora, ese espacio clásico se ha transformado en otro mucho más actual, con el acero y la madera como protagonistas, tonos cálidos y cuidados juegos de luces. Imagen moderna y acogedora en la que ya no hay nada que recuerde a los clientes que El Cacique sigue siendo un asador argentino.
No al menos hasta que les presentan la carta del restaurante, que se mantiene como siempre, con las carnes a la brasa como grandes protagonistas, complementadas con platos de todo tipo entre los que las elaboraciones argentinas, que forman parte de la historia del restaurante, ocupan un papel destacado, desde el chorizo criollo y la empanada de carne al queso provolone o al empalagoso panqueque de dulce de leche.
En el capítulo de entradas encontramos algunas de esas especialidades criollas como el chorizo a la brasa con chimichurri, la empanada casera de carne o el provolone, que están francamente buenos. Con ellos platos tradicionales españoles, entre ellos una buena ensaladilla rusa.
No está mal tampoco el paté de higaditos de pollo al oporto (sobre estas líneas). Lástima que se presente con uno de esos terribles cordones de balsámico que no aportan nada al plato, más bien al contrario. Tampoco está muy bien que las tostadas de pan para untar ese paté lleguen regadas con aceite de oliva que aporta más grasa a la grasa. De las brasas llegan también una buena chistorra de Arbizu, la morcilla de cebolla y una parrillada de verduras de temporada.
Un apartado fijo son los platos de cuchara. Todos los días hay alguno, sustituidos ahora en verano los guisos contundentes por sopas más ligeras como un gazpacho que no pasa de correcto, una vichyssoise o un salmorejo cordobés. Se atreven incluso con unos callos a la madrileña que no están nada mal.
Aunque en la carta hay algunos pescados del día, e incluso un evitable ceviche de lubina que no es más que una concesión a las modas, a El Cacique se va a comer carne. Porque la calidad es buena y los precios muy competitivos para lo que se estila en este tipo de asadores.
Cortes variados hechos en la brasa, desde el chuletón de lomo alto para dos personas hasta entraña de vaca, churrasco o tira de asado. En nuestra última visita probamos el bife de chorizo, que llaman "pibe". Muy bueno, llega a la mesa en su punto exacto, caliente por dentro, bien sellado por fuera, bien jugoso. Se pueden acompañar con patatas fritas o asadas o con pimientos de Padrón.
No todas las carnes se hacen a la brasa. Pueden ser crudas, en un correcto steak tartar, o en elaboraciones tradicionales argentinas como el muy recomendable escalope milanesa, muy fino el corte, bien frito, con empanado ligero. Otra buena alternativa son las albóndigas caseras, hechas a la manera tradicional, y el roast beef con salsa perigord, todo un clásico de la casa. La oferta se amplía con algunas carnes españolas como las chuletitas de cordero lechal o el secreto de cerdo ibérico a la parrilla.
Los postres son caseros. Para los golosos el más representativo de Argentina, el panqueque de dulce de leche que se sirve con helado y chocolate caliente. Más ligero, y muy adecuado para tiempos de calor, el sorbete de café frappé es una refrescante opción. La carta de vinos es breve pero muy contenida en precios. Un buen sitio este para los entusiastas de la carne.
Padre Damián, 47
28036 Madrid Madrid
España