Tras el éxito del restaurante de la calle Padre Damián de Madrid, frente al Eurobuilding, los propietarios de Rocacho se han lanzado a una nueva aventura abriendo otro establecimiento en una de las zonas nobles de la capital, concretamente en la esquina de Ortega y Gasset con la plaza del Marqués de Salamanca.
Situado, por tanto, en el corazón del barrio del mismo nombre, con una oferta muy similar a la de la casa madre dirigida especialmente al público que se mueve por esta zona. Con el nombre de Rocacho Plaza, el nuevo y amplio local, que cuenta con horario de cocina ininterrumpido desde las doce del mediodía y no cierra ningún día, se divide en varios espacios.
Uno es el de la barra, con mesas altas y una carta diferenciada, más informal, pensada para el tapeo. Otro es el comedor, en el que pueden verse expuestos los grandes chuleteros que se manejan en esta casa y que cuenta con detalles muy cuidados, empezando por los manteles y siguiendo por la vajilla, la cubertería y la cristalería de calidad. Y en tercer lugar las terrazas, dos abiertas y una cerrada.
En este asador moderno se trabaja con muy buena materia prima, con una carta que se basa en platos de corte tradicional, sencillos, sin complicaciones, que realzan la calidad del producto. Como ocurre en el Rocacho primigenio, el elemento principal es la parrilla, por la que pasan carnes seleccionadas de El Capricho. Para quien no lo conozca, El Capricho, situado en la localidad leonesa de Jiménez de Jamuz, es uno de los más renombrados restaurantes de carne de España. Su propietario, José Gordon, compra bueyes y vacas de trabajo, los mantiene en sus instalaciones, los sacrifica y madura sus lomos en cámaras propias. Casi todas esas piezas se venden en el propio restaurante.
Gordon cuida mucho la imagen de sus carnes y sólo se las vende a establecimientos que considera que reúnen las condiciones adecuadas. En concreto en Madrid solamente se las facilita a Rocacho. Por eso, en este moderno asador las carnes a la brasa son las protagonistas. Cuando la hay, y pese a su elevado precio, la chuleta de buey premium es la reina. Pero no están nada mal las chuletas de vaca de trabajo, unas con cuarenta días de maduración y otras, más intensas y de sabor más profundo, con noventa días de cámara. El cliente elige su preferida. También hay solomillos y entraña. Y para los amantes del steak tartar, uno de vaca y otro de buey que resultan francamente buenos. Se completa con la estupenda cecina de Gordon, que es una buena forma de abrir boca, aunque convendría mejorar el corte que se le da.
Aunque el protagonismo de las carnes es absoluto, por las parrillas pasan también algunos pescados que varían según el día, fundamentalmente rodaballo, rape y merluza. La otra pata importante de Rocacho son los arroces. De capa muy fina, lo que permite que se forme el cada vez más inhabitual socarrat, los granos en su punto, sin grasa y con fondos potentes. Cinco hay en carta, además de un par de fideuás. Muy recomendable el de verduras de temporada y pollo campero, aunque hay otras opciones como el del señoret o el negro con sepia y alioli. Antes, buena ensaladilla, notables torreznos de Soria, anchoas de calidad sobre una tostada con mantequilla, croquetas de cecina o callos melosos de buey. Más flojos los bombones de changurro, algo secos. Tampoco nos convencen unos pimientos del piquillo que se sirven como guarnición y que resultan demasiado dulces.
Postres bien resueltos, con el tiramisú que se monta en la mesa a la vista del cliente como mejor opción. Rica también la torrija de pan de leche con helado de turrón. Por el contrario, la tarta fina de manzana, que se sirve al momento de pedirla, llega requemada por los bordes y con la masa cruda. Necesita más tiempo de elaboración.
La carta de vinos, suficiente, responde a la oferta de cocina: muy tradicional. Y a destacar un equipo de sala profesional y con una amabilidad por encima de la media.
C. del Padre Damián, 38
Madrid Madrid
España