Si cualquier fin de semana, al anochecer, pasáis por la barcelonesa calle de Córcega, en la zona en que se constituye como frontera entre el Ensanche y Gràcia, no os extrañéis si en la esquina con la calle de Sant Agustí veis un restaurante no muy grande lleno y, en algunos casos, con gente esperando a la puerta para poder entrar.
Se trata de La Pepita, el local que Sofía Boixet y Sergio Andreu abrieron a su retorno de París, donde él había trabajado en Fogón, el único restaurante español de la capital francesa que tuvo estrella Michelin. Un espacio alargado, con una barra a la izquierda de la entrada, unas cristaleras a la derecha aprovechando la ventaja de estar situado en el chaflán de ambas calles y un comedor con mesas al fondo.
El nombre tiene una doble inspiración, por un lado es el de la creación culinaria de los dos, que se ha constituido en uno de los motivos que hacen volver una y otra vez a muchos clientes. Por otro, es un homenaje familiar a las abuelas de los propietarios, que se llamaban Josefa y Pepita.
Pepitas y trifásicos
Los platos “estrellas” de la carta son, sin duda, las “pepitas” y los “trifásicos”. Las primeras son la versión femenina y actualizada del clásico “pepito” de siempre, el bocadillo caliente a base de carne. Pues aquí han sabido no sólo revisitar el clásico y actualizarlo, lo han mejorado hasta límites sublimes.
Probad la McPepita de hamburguesa, queso, bacon y patatas fritas; la Pepita de Oro, con ternera, foie y huevo frito; la de morcilla con calabacín y espárragos a la plancha; la de butifarrón con manzana o la de salmón.
En cuanto a los “trifásicos” se trata de un combinado a base de dos tapas: la ensaladilla Pepitowska, ensaladilla rusa especial de la casa y las croquetas de pollo asado con romesco, más una “tapalata” a escoger entre hummus con pepino y remolacha, atún con escalibada, esqueixada o foie con peras al vino. Son tapas que se pueden pedir por separado pero que así se presentan juntas a un precio más ajustado.
Un delicioso universo de tapas
Como en el cielo cualquier noche clara de verano, estrellas hay muchas y alrededor de las dos que ya hemos mencionado, un largo acompañamiento de tapas de gran calidad hacen que “trifásicos” y “pepitas” no se sientan solos en el universo de este local, para mayor goce de habituales y recién llegados.
Entre muchas más, patatas bravas; anchoa especial de la casa con dulce de leche; coca de sardinas ahumadas; caballa marinada con fresas en verano o con naranjas y espinacas en invierno y, por último pero no menos importante, las VIC o “Very Important Croquettes”, unas croquetas auténticamente caseras, realmente sabrosas y envueltas en jamón.
Y si para redondear una buena comida el cuerpo os pide un poco de dulce, no dudéis en pedir postres, como el Meloja, calabaza confitada en miel; el helado de maíz con palomitas caramelizadas o la Pepita de chocolate, mouse y cremoso de chocolate con aceite, pan y confitura de oliva negra. A la hora de comer hay también un menú diario compuesto de dos primeros a escoger y una Pepita también a escoger, con bebida, postres y café por 12 euros.
Buen lugar para desayunar o tomar el vermut
Además de las horas de comer o cenar, el local permanece abierto desde las 9 de la mañana, circunstancia que lo hace también muy recomendable para ir a desayunar o a tomar un buen vermut y, por bueno, nos referimos no sólo a la oportunidad de picar algo sino especialmente a la de probar el excelente vermut de la casa.
A todo esto añadid un servicio impecable, con unos camareros atentos, cordiales y rápidos, con la simpatía y amabilidad de la Sofía y su familia planeando por encima de todo y podréis comprender el porqué del éxito de La Pepita. Hemos hablado con Sofía para conocer un poco mejor la filosofía y oferta gastronómica de este restaurante.