Luzi Bombón

Corría el año 1987 cuando Rosa María Esteva y su hijo Tomás Tarruella abrían en el Paseo de Gracia de Barcelona Mordisco, un establecimiento informal de mesas para compartir y una sencilla oferta de bocadillos, cocina casera y ensaladas. Una fórmula innovadora en aquellos momentos y que tuvo un gran éxito entre los barceloneses.  

Por ello se animaron a nuevas aperturas empezando por Tragaluz, el restaurante que posteriormente daría nombre a un grupo que 35 años después sigue dando mucha guerra. En 2019, Rosa María Esteva vendió su parte para quedarse únicamente con ese Mordisco con el que empezó todo.  

Actualmente el grupo Tragaluz cuenta con ocho restaurantes en Barcelona, uno en Calella y dos en Madrid: Bar Tomate y Luzi Bombón. El primero abierto en 2009 y el segundo en 2011, mucho tiempo para que puedan seguir considerándose “sitios de moda”.  

Tanto los madrileños como los catalanes responden a la filosofía que marcaron desde sus comienzos los fundadores: lugares de cuidado diseño, enfocados a una clientela urbana y donde se come razonablemente bien a precios moderados. 

Luzi Bombón encaja perfectamente en esa línea. Diez años después de su apertura, con sus aires de bistrot moderno, sigue siendo un sitio atractivo que congrega lo mismo a un público joven (los jueves, viernes y sábados hay música en vivo y coctelería, una tendencia que se extiende entre muchos locales de este estilo) que a trajeados abogados o ejecutivos que trabajan en despachos o empresas de la zona y que celebran aquí sus comidas de trabajo. Clientela variopinta en cualquier caso y decoración cuidada que, como en los restantes restaurantes del grupo, lleva la firma de Sandra Torruella. Todo se queda en casa. 

Dicho todo lo cual, lo que aquí nos interesa es la comida. Y lo cierto es que en Luzi Bombón se come de manera muy aceptable. Una carta ecléctica, pensada para gustar a ese público tan diverso que frecuenta las mesas del amplio comedor, y que enlaza lo mediterráneo, siempre en el espíritu de Tragaluz, con guiños a las cocinas orientales y de otros lugares del mundo.  

Así, lo mismo encontramos arroces de calamarcitos o de butifarras que pastas italianas, ceviches al estilo peruano o mexicano, un bao de langostinos en tempura o un sashimi de lubina.  

Para empezar, buen jamón ibérico, que se corta a mano al momento por un profesional y se acompaña con pan con tomate, croquetas también de jamón, y una notable ensaladilla rusa a la que sobran las huevas de mújol con que se adorna. 

Para los que se inclinen por lo vegetal, son buenas opciones el agridulce de berenjenas, la crema de calabaza con vieiras o la ensalada de espaguetis de calabacín con mango y tomate. De la parte más “exótica” pruebo el ceviche rojo de camarones, (en realidad langostinos) hecho no al estilo peruano sino al mexicano, incorporando jugo de tomate. Está bueno, en su punto de picante, aunque la proporción de totopos que se incorporan al plato es excesiva para la cantidad de ceviche, lo ocultan.  

No está mal el steak tartar, con la carne bien picada, aunque a diferencia del ceviche, el aliño resulta demasiado tímido. Deberían preguntar el punto de picante deseado por el comensal antes de sacarlo de la cocina. Lo que no me gusta es que en la carta se indique que este se puede servir “crudo o ahumado”. El steak tartar es siempre crudo, y si se pasa por el fuego, aunque sea muy levemente, ya no es un steak tartar. 

Para los clientes más tradicionales también hay opciones atractivas. Por ejemplo, un buen rapito al carbón, solomillo de vaca a la brasa o chuletón de vaca rubia gallega madurado. En los postres destacan las tartas, sobre todo la tatin de manzana con helado de canela.  

Una década después de su apertura, Luzi Bombón sigue llenándose. Ya no parece una casualidad.