Makkila Fernando VI
La calle de Fernando VI siempre ha sido conocida por ser una estupenda zona para comer y beber. En el número tres, hasta hace escasos diez años, se ubicaba el Pub Santa Bárbara, un edificio de estilo modernista que anteriormente había albergado una fábrica de cerveza. La construcción se hizo popular por estar coronada por pingüinos con jarras del preciado líquido dorado, uno de los emblemas de la hoy desaparecida cerveza de la Cruz Blanca.
Contamos todo esto porque, desde el 2014, justo en frente, como queriendo heredar la historia de este emblemático local, se situó estratégicamente uno de los primeros restaurantes del grupo Makkila. Su privilegiada ubicación, en la intersección entre las calles de Hortaleza y Fernando VI, ha hecho que se convierta en un concurrido lugar entre vecinos del barrio y muchas de las personas que acuden a la zona a realizar compras.
Tortilla poco cuajada y cerveza de grifo estilo IPA
El espacio tiene un aire que lo hace muy neoyorkino y hospitalario. Tonos cálidos, mesas altas, un banco corrido con cojines y un suelo de madera algo avejentado que termina de darle mucha personalidad. Desde su interior podemos sentarnos y divisar el ajetreo habitual de la zona. Un ir y venir constante que se disfruta gratamente con un café o una cerveza en la mano.
Al entrar, a eso de las 14h, el local aún no se ha llenado, así que aprovechamos para repasar la carta y comentar con su encargado algunas de las elaboraciones más demandadas. “Deberías probar la tortilla poco cuajada que hacemos. Es uno de nuestros platos estrella”, apunta. No se hable más, empezamos con ella. No defrauda. Dorada por fuera, en cuanto se introduce el cuchillo la yema del huevo se desborda por parte del plato. No es excesivo, pero da la impresión de un control preciso de los tiempos de cocinado. Aprovechamos que tienen de cerveza Complot —una IPA que hacen con lúpulo tarraconense— para probarla. Mantiene el amargor característico de las India Pale Ale, pero con un punto floral que —nos dicen— es típico de la variedad Nugget que emplea.
Hamburguesa y planta baja para el disfrute en buena compañía
Ya metidos en faena continuamos con la ensaladilla rusa de la casa, acompañada de piparras, aceitunas, pimientos rojos y, como no, huevo rallado. Es ideal para refrescar, por ese punto escabechado que le dan sus ingredientes. El local ya está casi completo. Mucha gente aprovecha para probar el menú (desde 14,90€) o comer algún plato de la carta por separado. Las cantidades ayudan a que si uno tiene prisa lo solucione rápido con algunas de sus raciones. Aunque también se ve como salen varios platos de pasta. En especial sus pappardelle con setas y trufa, sobre los que rallan parmesano al gusto. Sin embargo, esta vez probamos la hamburguesa, de la que ya habíamos oído hablar. Su perfil es de un clasicismo que nos arrolla. Lo que estábamos buscando: pan de brioche tiernísimo, carne de vaca madurada, un par de lonchas de queso cheddar fundido, rúcula fresca y mahonesa de trufa y mostaza que levanta todo.
El postre es otra de las especialidades en las que Makkila se ha hecho un hueco en el corazoncito del vecindario. Difícil elegir entre su torrija en pan de croissant con leche infusionada, el makkibon (un sandwich helado de galleta hojaldrada) o la tarta de chocolate 0.0%, apta para celíacos y diabéticos. Somos golosos, así que apostamos por la última. Un bloque cuadrado perfecto, elaborado sin harina ni azúcares. Delicioso y dulce a partes iguales.
Al terminar aprovechamos para bajar a la planta baja, ahora que no está concurrida, y realizamos fotos de la decoración. La pared de la escalera tiene diferentes y variados marcos de color dorado junto a un neón rojo, una bella retícula que adelanta lo que veremos en la parte inferior. El espacio, diáfano y perfecto para reuniones de amigos cuando esto del Covid concluya, está plagado de memorabilia de todo tipo, también carteles de antiguas películas de los ochenta. Se aprecia un gusto por querer hacer las cosas bien. ¡Seguro que en otra ocasión volveremos acompañados!