Gronx

En primera fila de la playa de la Zurriola de San Sebastián se encuentra uno de los locales más nuevos del barrio de Gros. La terraza interior del Gronx es lo que más llama la atención desde fuera, gracias en parte a sus paredes de cristal que abren con la llegada del buen tiempo. Con su cartel de neón está claro que el Gronx propone ser algo urbanito, además con espacio para todos (es un sitio enorme), sobre todo para ser plena ciudad.

Gronx, con su nombre tan de barrio, quiere ser un local para todos y a todas horas. Su horario de cocina es de las más amplias de la ciudad, y el local se queda abierto hasta las 2h de la madrugada los findes para sobremesa y copas. Esto quiere decir que puedes pasar para tomar un desayuno de una tostada customizada con lo quieras, desde aguacate a huevo poché, quizás con un poquito de cebolla caramelizada; o venir a la hora de comer y tomarte un par de platos basados en producto km0; o pasar después de cenar para tomar un cóctel o copa en la terraza o bajo la luz tenue del comedor.

El lugar es producto de un sueño de Ibon Leunda y Aitziber Jauregui, una pareja del interior de Gipuzkoa (Beasain y Tolosa, en concreto) que abrió su primer local en 2008 en Tolosa, el 1990 gastroteka. Ibon era electricista y Aitziber ingeniera antes de empezar su andadura en la hostelería, aunque siempre han sido cocinillas obsesionados con el producto, como cualquier buen vasco del Goierri. Su sueño era abrir un local en Donostia con un concepto moderno, pero con el sello de aquí, y de allí surgió Gronx, con el lema de gure norteasuna, o nuestra identidad.

Y la identidad vasca está muy marcada en la carta del Gronx. Ibon y Aitziber querían reflejar lo que aprendieron de pequeños en el caserío y lo que viven en su día a día de utilizar producto local y comprarlo a productores amigos. Leer la carta del Gronx es como leer una lista de productos estrella vascos: delicias de Lumagorri con salsa Gronx; jamón Maskarada, un jamón artesanal Euskal Txerri con 30 meses de curación; talos de Ekotalo, piparras de Zubelzu, y más.

Abre apetito con su pintxo de langostino Robuchon, pasta filo con langostino, lleno de albahaca y servido con mayonesa de sriracha. Es uno de los cinco pintxos calientes en carta, entre ellos el brioche de calamares, que ya es un favorito. Para seguir, la carta se divide en tres: huerta, puerto, y carnes, categorias que nos obligan a cuestionar de donde procede la comida.

Dentro de la categoría huerta, prueba la ensalada verde con panceta y queso, aliñada con una vinagreta estilo César con anchoa local. En la sección de puerto, casi todos son productos muy típicos vascos, pero con un twist, como el trono de atún (bonito, en temporada) vuelta y vuelta con un concasse de tomate y sal negra, o los chipirones en su tinta con arroz frito.

Si vas con hambre, pide el Gronx milanesa para dos personas, un escalope de ternera enorme que se corona con un huevo sous vide, perejil, y queso rallado que se funde antes de servir. Y se puede acabar todo con una tarta de quesos de aquí (más cremoso que la del estilo de la viña) o ir hacia lo más exótico, un arroz con leche de coco y lima.

Gronx tiene también detalles que lo hacen apto para todos los públicos; pintxos de barra, desde bocadillos a tres diferentes tortillas de patatas; y cócteles clásicos como el moscow mule y el mojito. Para vegetarianos y veganos, pueden adaptar casi todos los platos de la carta, aunque además tienen algunos que ya están pensados para los que no quieran comer carne, como el ragú de hongos con tallarines (aunque está tan rico que lo pide cualquier comensal).