La cristalera de la entrada ya hace que muchos paseantes se detengan ante el Manduca. La decoración que va cambiando Romina, con tiestos de flores o con lo que más se adapte según la temporada, ya indica que en este restaurante las cosas se hacen con mucho cariño. Uno ve enseguida que la decoración, que combina muebles restaurados, con máquinas de escribir Olivetti o sifones antiguos, tiene personalidad sin olvidarse de ser acogedora.
El secreto es que Albert Montes y Romina Yanes, la pareja que abrió en julio este restaurante, han decidido dar su toque a todo lo que hacen: desde la decoración hasta la elaboración de la carta, la procedencia del producto que ofrecen y las condiciones laborales de sus trabajadores. Toda una proeza en los tiempos que corren. El reto: conseguir crear este local “pequeño, familiar y de autor”, como ellos mismos lo definen.
Con sus 36 años, Albert acumula una larga experiencia en el mundo de la cocina: ha pasado por Can Jubany o el Aiguablava de Begur, entre otros. Su filosofía pasa por ofrecer “cocina de mercado con un toque divertido”.
Manduca está en el centro de Banyoles (Girona), en una de las calles peatonales que van a parar a la plaza Mayor, con sus porches medievales y aquel aire de pueblo donde el tiempo parece que se detiene. Afuera, un par de mesitas invitan a tomar algo. Dentro, una barra más informal y un par de saloncitos con mesas y sillas de madera. En las paredes van colgando fotografías y cuadros de exposiciones de artistas, entre espejos vintage y velas aquí y allá.
Home made
En Manduca todo está hecho en casa: desde la butifarra de atún -con mayonesa de wasabi, ensalada de algas y tomate confitado-, hasta la terrina de foie micuit, que sirven con confitura de mora y de calabaza con vainilla, obviamente, home made. En la carta encontramos la espectacular variante del foie relleno de cebolla caramelizada con queso de cabra. “Menos el pan y el helado, lo hacemos todo nosotros”, explica divertido Albert.
El amor por el Japón se nota en el tartar de salmón con aguacate, que combina con yogur picante a base de sichimi togarashi (especies japonesas), un sabor que te tele-transporta al país nipón. Otro de los platillos más pedidos son las croquetas cuadradas, muy finas, hechas a base de queso de cabra y calabaza. Las alcachofas y espárragos a la llauna con jamón de pato y el foie ya mencionado, son también propuestas que triunfan entre la concurrencia, local e informal.
Alerta con la coca de pistachos con bull negro (de Cal Rovira, Sagàs) y queso de vaca Tou dels Til·lers, una combinación que nos atrevemos a definir como perfecta, aparte de sorpresiva. No os vayáis sin probar las Vieiras con guisantes lágrima y almendra tierna.
Y los postres merecen un capítulo aparte. Destacamos los bombones de arroz con leche y mango, con una presentación de las que dicen “cómeme” y un sabor que no decepciona. Incluso se apuntan a la tendencia en alza del café y se puede elegir entre tres variedades.
En Manduca existen varias propuestas según el día y la hora: los menús de los mediodías entre semana (un plato principal, un acompañamiento y postre, a elegir), los platillos para los jueves y viernes por la noche (ticket medio de 20 euros) y la carta para los fines de semana (unos 30 euros).
Es difícil encontrar la pega a este local, que destila la ilusión y el buen hacer de esta joven pareja. La combinación de buen producto, buen trato y buena cocina parece que les asegura el éxito.
Àngel Guimerà, 14
17820 Banyoles Girona
España