De la O es de esos restaurantes con identidad y firma de autor. Es la marca personal de Manuel Llerena, jefe de cocina, propietario y arquitecto, que profesionalizó su pasión por la gastronomía cuando la construcción no pasaba por su mejor momento. Fue entonces cuando Llerena dio un giro a su vida y se formó en las cocinas del Hotel Escuela Convento Santo Domingo de Archidona. Tras su paso como stagier en prácticas con Ángel León, tuvo la oportunidad de unir dos vocaciones en un mismo lugar, Paseo de la O, 29.
Junto a su mujer, Gema Aguilera, también arquitecta, han creado en De la O un espacio único con vistas al río en el que han establecido su vivienda, su restaurante y un taller de cerámica en el que Gema crea vajillas, lámparas y otros elementos de decoración en exclusiva para el restaurante.
Paseo Nuestra Señora de la O, 29
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España
El local: líneas rectas y todo en línea
Cerámica propia. Exposiciones de artistas que cambian mensualmente. Mesas que rescatan las viejas vigas de madera del edificio… Para que nos entendamos, De la O es cool. Todo tiene sentido, es funcional, coherente y su cuidado por la estética es excepcional. Un jardín vertical frente a la cocina divide el espacio alargado en dos ambientes, creando ese juego botánico tan agradecido en interior. “Lo pusimos frente a la cocina para tener la sensación de ventana al mundo. Es duro trabajar tantas horas mirando a una pared alicatada” comenta Llerena entre risas. Al final del local encontramos un ventanal que da a un jardín repleto de plantas de diferentes especies y que invita a disfrutar de la mesa con calma.
Lo mejor, su terraza. Una coqueta plazuela junto al Guadalquivir para cenar al fresco las noches de verano. Durante la temporada estival, el restaurante abre solo en servicio nocturno. “Hemos encontrado esta fórmula que nos funciona fenomenal. Abrimos todos los días, de 20:30 a cierre. El cliente sabe que puede venir a cenar todos los días y el equipo está encantado con un solo servicio”.
Cocina de origen y propuesta original
Cocina de origen andaluz y vinos locales son el sello de De La O. La carta es reducida -ahora, por el COVID-19 un poco más- pero es de esas en las que sufres porque apetece todo y tienes que decidir qué dejarás para la próxima visita.
“Hemos simplificado la carta a lo esencial, solo 15 platos. También la de vinos, de 80 referencias a 15 o 20. Cambiamos la carta a menudo y vamos rotando en función de los productos de temporada que nos gustan”. Las rockstars como el ‘bacalao a la brasa con fideos negros, ñora y tomate seco’ permanecen porque, como dice Manolo, “hay algunos que no podemos quitar porque gustan demasiado”.
Antes de desmigarla, he de recalcar que a De la O no se viene a tapear y diría que tampoco es el lugar ideal para compartir. Es un restaurante perfecto para confeccionar un menú delicioso, solo para uno. Pinchar del plato de tu acompañante es bienvenido (y obligatorio) para no perderse nada, me refiero al ‘todo al centro’ tan nuestro.
La carta se divide en aperitivos, entrantes, brasas y postres, donde encontramos picoteo de bienvenida como el ‘bocata de ortiguillas con pan negro, mayo wasabi, huevas de tobiko y algas’ o las ‘chocoburgers de sepia en brioche con salsa tártara y rúcula’.
De sus entrantes, me encantó la propuesta de ‘fideos salteados con langostinos, algas y gamba cristal’ y la originalidad del ‘Thai Triana’ -encabezando este post-, una sopa templada de tomate con langostinos, viera, lemongrass, cacahuete y leche de coco. Pura explosión de sabores. El ‘ajoblanco con helado casero de aceituna y mojama’ me lo guardo para la próxima visita.
En el apartado ‘brasas’ encontrarás solomillo, lomo bajo y lomo alto de vaca madurada con distintas guarniciones y un fabuloso ‘abanico ibérico con humus cítrico y zanahoria encurtida’. Tierno. Jugoso. Y al punto justo. Una delicia. Comentar que Llerena acude semanalmente al matadero para elegir los productos de primera mano.
Para terminar, los postres. Todos caseros y con pintón. Los auténticos chocolovers encontrarán su tesoro en el ‘Triple chocolate’ con brownie, sopa y helado. También ofrecen propuestas como ‘La O con un canuto’, un bizcocho con helado de pestiño y crema de amaretto’, ‘crème brûlée con confitura de cítricos y licor’, muy fresca y llena de matices, y su interpretación de la ‘tabla de quesos’ con leche cruda de oveja, gelatina de Jerez y jengibre.
En resumen, una carta equilibrada y sin estridencias, con un producto magnífico que siempre es protagonista. Si le añades que el local es íntimo y acogedor, que tiene terraza con vistas al río y que el servicio es atento y relajado… A mí, me han ganado.
*Fotos de comida cedidas por el restaurante.