A los pies del Real monasterio de Santa María de Pedralbes está situado Bistró Mató, una torre reconvertida en un coqueto restaurante. Tiene dos salones y una amplia terraza en la que se pueden degustar platos elaborados con producto de proximidad. Bistró Mató abrió sus puertas a mediados de marzo del 2021 en el local que, durante muchos años, había ocupado El Mató de Pedralbes, un icono gastronómico del barrio.
Ambos establecimientos deben su nombre al requesón (mató, en catalán), una variedad de queso fresco típica de Cataluña y las Baleares. De hecho, se dice que, antes de habilitarse como restaurante, en este espacio se producía este queso para las monjas del monasterio de Pedralbes.
Menú de mediodía y de arroces
Bistró Mató ofrece cocina de mercado con propuestas mediterráneas muy elaboradas. Empezaremos por los arroces, uno de los sellos distintivos del bistró. El del señorito es uno de los más aclamados. Lleva sepia, gambas, mejillones y merluza y un largo proceso de elaboración. "No hacemos un sofrito, sino un guiso. Marcamos la sepia, le añadimos fumet y la dejamos cocer durante 4 horas", detalla Abel Jiménez, chef del restaurante.
Otra suculenta propuesta, en este caso de montaña, es el arroz meloso de butifarra y setas. Fuera de carta y de lunes a viernes al mediodía, ofrecen un menú de arroces, que incluye un pica-pica y un arroz a elegir (de pescado o carne), con bebida, postre o café por 31,50€. El arroz de costillas y tirabeques y el arroz negro con alioli son algunos de los que se pueden encontrar. Además del menú de arroz, que cambian cada semana, tienen uno de mediodía por 24€ con varios primeros, segundos y postres o café a elegir, con bebida. En esta propuesta siempre hay una opción vegetariana.
A esta especialidad se suma una amplia carta de carnes y pescados, elaborados a la brasa en un horno Josper. El steak tartar de carne ecológica, la pechuga de pollo con verduritas, la pluma ibérica, el solomillo de ternera y el lomo alto son algunas de sus apetecibles propuestas carnívoras. Destaca la milanesa ibérica con huevos poché y tartufata, un plato que entra por la vista y seduce por su genuino sabor y contraste.
En cuanto a las opciones marineras, podemos disfrutar de una merluza o un rodaballo, unos calamarcitos, unos mejillones a la brasa o una tortilla abierta con bacalao, que también lleva verduras. Estas son una parte esencial en la cocina de proximidad del local, que elabora distintas ensaladas. Una de tomates con o sin ventresca, otra de hinojo, rúcula y naranja con vinagreta de miel y mostaza o una burrata con cherris confitados, rúcula y pesto.
Sugerencias fuera de carta y postres caseros
Tampoco faltan entrantes clásicos como olivas, chips, berberechos, anchoas, croquetas o calamarcitos, que comparten espacio con otros más sofisticados, como las ostras (normales o con Bloody Mary). Fuera de carta también tienen sugerencias con producto de temporada, como ocurre ahora con los erizos.
Los postres caseros ponen el broche de oro a esta experiencia gastronómica. Como no podía ser de otra manera, sirven el tradicional requesón de la Nuri, de Ullastret (Girona). También preparan flan con nata, un pastel cremoso de chocolate negro o tocinillo de cielo, entre otros. Merece una mención especial su cremoso pastel de queso Idiazábal, una auténtica joya sensorial.
Fotos: Marta Becerra