Fue el primer edificio que se construyó en la zona más noble de la Gran Vía madrileña en 1911 en su cruce con la calle de Alcalá. En la actualidad, desde que el Hotel Ada Palace abrió en septiembre de 2009, ha sido un hotel innovador en su funcionalidad ofreciendo propuestas diferentes a sus clientes y sabiendo cubrir todas sus necesidades y expectativas en cuanto a negocios, actos sociales o cenas románticas.
Su director, Ángel Ramos, ha sabido sacar todo el partido a este edificio histórico que tiene la vistas más bonitas de Madrid, convirtiendo lo que podría ser un hotel convencional del centro de la ciudad en un establecimiento divertido desde la mañana hasta la noche. La estancia en cualquiera de sus ochenta habitaciones, además de las 5 suites –todas en la misma vertical en la esquina del edificio– desde donde se puede contemplar la Cúpula del Metrópolis, el Banco de España o el Círculo de Bellas Artes, sólo es una de las múltiples opciones de las que disfrutar en este establecimiento.
Su restaurante Ágora, ubicado en la sexta planta del edificio, ha sido una apuesta desde el primer día con la calidad de sus productos y el servicio que se ofrece, tanto que el 90% de sus clientes son madrileños que no se alojan en el hotel, algunos de ellos fieles a su oferta gastronómica de cada temporada.
Su chef, el francés David Millet, dirige esta cocina desde la apertura del hotel hace cuatro años con un bagaje importante de 14 años en España y una buena parte de este tiempo como jefe de cocina del restaurante Le Divellec del Hotel Villamagna. Su carta actual hereda esa formación de la cocina clásica con bases francesas y una importante apuesta por los productos de calidad que cambian cada temporada adaptándose a la oferta de mercado.
“Actualmente no se puede despreciar un restaurante de hotel –nos comenta Millet– . En Ágora apostamos por una cocina sencilla, bien hecha y basada en el producto. Queremos que el cliente reconozca lo que come”. Este reconocimiento hace que algunos de sus platos se hagan fijos independientemente de la temporada, por estar muy solicitados, como la terrina de Foie con tostas de pan de miel y gelatina de Oporto. Otras propuestas de su actual carta son los clafoutís de alcachofas, la cazuelita de caracoles al champán, las vieiras a la plancha, culís de lechuga y jamón ibérico o la Blanqueta de Ave al estragón.
Su precio medio de carta oscila entre los 40 y 50 € y ofrece opciones entre ocho primeros, ocho segundos con pescados y carnes y algún risotto y cinco postres caseros en los que se incluye la famosa Crème Brûlée. Además de lunes a viernes a mediodía tienen un menú de 27 euros con cinco primeros y cinco segundos distintos cada semana.
Su propuesta gastronómica se completa en primavera y verano con tres maravillosas terrazas que funcionan también como restaurante. Según su director, en los meses de mayo y junio hay que reservar con tres semanas de antelación, sobre todo en las noches de miércoles a domingo. Su carta de vinos completa esta oferta con Denominaciones de Origen de todas las regiones españolas y una amplia selección de cavas y champagnes.
“La cultura del cliente extranjero, sobre todo el anglosajón, ha cambiado mucho en torno al vino. Ahora mismo se está produciendo la moda de desayunar, comer y cenar con champán y la tendencia está también en una copa de champán para la noche”, comenta. El bar está abierto también en invierno.
Para este hotel es muy importante también el concepto del aperitivo. “Nosotros españolizamos la tendencia del brunch, recuperamos el aperitivo de toda la vida y nuestras terrazas son el mejor espacio para ese momento del mediodía. Disfrutar del vermut, de una cerveza o una copa de champán con una buena tapa en un lugar como éste no tiene precio”, afirma Ramos.
La oferta de ocio se completa con la azotea 360, una coctelería al aire libre con 400 metros cuadrados que durante el verano abre todos los días de la semana y desde la que se puede contemplar toda la ciudad y sus alrededores. ¡Todo un lujo!
Texto de Mar Romero