Piano bar, shows, espacio para eventos y menú de mediodía
En el boulevar de Juan Bravo, tras una entrada señorial con escaleras, está el novísimo Casa Vito, el italiano con el que el Grupo Vespok (El Rincón de Vespok, Pólvora, Salitre, Bardot…) se ha lanzado a explorar el país de la bota. Nada más entrar, una barra esconde detrás el horno de pizza y la focaccia, recién hecha, se puede ver sobre ella. El ambiente esconde esa calidez que el grupo busca, la de una casa italiana al estilo de una trattoria, con un piso superior perfecto para grupos y celebraciones y en el que, de noche, surge la magia con shows nocturnos y un piano bar.
La carta es breve, con algunos entrantes, algo de salutteria (embutidos) donde se enmarcan algunos bocadillos, unas cuantas pastas y otras tantas pizzas, cuatro principales para los que quieran comer pescado o carne y pocos postres. Lo perfecto para no volverse loco a la hora de pedir. Además, el servicio ayuda y acompaña en la comanda, recomendando sus favoritos entre los que dicen que no pueden faltar los spaghetti don Vito, con albóndigas de la abuela en salsa de tomate. A medio día tienen un menú a un precio imbatible, 15.50€, en el que se escoge un plato (hay muchas opciones), además de un postre y una bebida.
Clásicos y no tan clásicos
Para empezar, llega a la mesa una cestita de focaccia casera, un detalle que marca la diferencia y que muchos otros italianos podrían tener en consideración. Ya que se elabora la masa casera, ¿por qué no reservar un poco de la misma para hacer pan de la casa? Cerca, una botellita de buen aceite condimentado, con o sin picante.
Entre los entrantes, destacable uno que siempre tengo a bien pedir: el vitello tonnato. Las finas láminas de carne de ternera (vitello) asada eran jugosas, de interior rosado, y cortadas con acierto. Por encima se cubrían con buena salsa tonnata (una crema de atún) perfecta para mojar en ella esa focaccia de la que antes hablaba y con unos alcaparrones para terminar. Clasicismo puro y duro, del que siempre funciona por bien ejecutado. Dato a remarcar es que el plato no estaba excesivamente frío sino más bien templado, como debe de ser para apreciar bien sabores y texturas. Fuera de la oferta italiana, probablemente porque sea un plato de éxito en el grupo, probé las patatas rabbiosas, una versión de las bravas que podríamos encontrar en cualquier sitio moderno de ejecución fabulosa. Las patatas se hacen con capas de láminas superpuestas, quedan jugosas por dentro y crujientes por fuera y se acompañan con una rica salsa picante, rabiosa como se marca.
No probé las pizzas así que no puedo hablar de ellas, pero sí dos pastas diferentes: la Don Vito y la mítica carbonara. En ambas la misma sensación de una salsa muy bien elaborada pero una resultado que ganaría muchísimo con una pasta de una mejor calidad, buscando un calibre/grosor ligeramente mayor y una elaboración de grano duro que quede una aspecto rugoso para que absorba mejor las salsas. Como decía, muy buena la carbonara, cremosa y con buen regusto a guanciale, y deliciosa la salsa de tomate con unas jugosas albóndigas.
Para rematar la faena, está rico el tiramisú por tener un sabayón etéreo y suave aunque el bizcocho interior debería estar un poco más embebido en café. Rico el helado de pistacho, ambos formando parte de un menú del día (junto con las pastas) a precio más que justo.
Calle de Juan Bravo, 43
Madrid Madrid
España