Chiringuito del Señor Martín (local cerrado)
"Somos pescaderos que cocinamos", dicen en su página web. Buena definición para este Chiringuito situado en el corazón de Madrid. Tal vez esa ubicación, en la calle Mayor, a un paso de la Puerta del Sol y a espaldas de la Plaza Mayor, una zona eminentemente turística con muy escasa oferta de calidad, sea el único inconveniente de esta taberna marinera que presume, con razón, de manejar un excelente producto marino. "Somos los raros del barrio" nos dice el encargado del local. Se entiende perfectamente cuando se sabe que el Chiringuito es el restaurante de una pescadería, El Señor Martín, que lleva nueve años funcionando en el vecino Mercado de San Miguel. Son ellos los suministradores del restaurante. Se explica así la calidad del pescado y del marisco que se encuentra en esta casa, seleccionado con mimo para ofrecer lo mejor cada día. Basta con cruzar la puerta y ver la vitrina donde se exponen piezas de todo tipo, desde grandes rodaballos y rapes hasta ostras, navajas y erizos.
Todo en un ambiente muy informal, con una decoración de moderna taberna marinera, muy divertida y acogedora. Mesas de madera sin manteles (una tendencia que no nos gusta nada), sillas sencillas pero actuales, grandes murales llenos de colorido, una pequeña barra y la cocina abierta al comedor. Cocina capitaneada por Beltrán Alonso, que tiene en su currículo el paso por restaurantes estrellados como Sergi Arola Gastro o Zaranda. Su acierto es tratar con sencillez ese buen producto que maneja, con preparaciones en las que se respeta la materia prima, dándole el
protagonismo que merece. La ofrece en una carta con opciones para todos los gustos, en la que además se da opción de elegir casi todos los platos en formato tapa, para una persona, o media ración, para dos. Las raciones completas son abundantes, pensadas para cuatro personas. Y todo con precios muy contenidos ya que esta es una "taberna de pescaderos", una extensión del mostrador de la pescadería.
Ya la mantequilla que nos ponen nada más sentarnos a la mesa marca lo que será la comida. Es una mantequilla de caviar, muy buena. A partir de ahí se suceden varios platos en los que el producto es absoluto protagonista. Una buena ostra Gillardeau sin más añadidos que su propia agua; unas excelentes navajas de buceo al vapor con un ligero toque de ajo-perejil; o un agradable tartar de atún rojo, para el que se emplea el tarantelo, más sabroso, con guacamole. Puro producto también en el plato de erizos gallegos. Crudos, fuera de su caparazón, con una presentación que separa las gónadas de las hembras y los machos. Se aprecia así la diferencia de tamaño, pero sobre todo se aprecia que las primeras tienen un sabor mucho más intenso. Lástima que se esté acabando ya su temporada. Nos quedamos sin
probar, no se puede comer todo, unas ortiguillas rebozadas con muy buena pinta, una sugerencia del día.
Un bajón con unos boquerones en vinagre muy mejorables. Textura reblandecida y con exceso de vinagre. Divertida, aunque complicada para el comensal, la forma de presentarlos, colgados con pinzas como en un tendedero, lo que hace difícil manejarlos y colocarlos sobre las tostadas de pan con tomate que los acompañan. También muy complicados de comer los langostinos crujientes, ensartados en pinchos de los que cuesta sacarlos sin mancharse o sin que se rompan. Otra presentación divertida pero innecesaria. Al lado una salsa tártara para mojarlos.
También es original, pero en este caso muy acertada, la tortilla de camarones, que en la carta figura como "mal hecha". Uno espera encontrarse la tradicional tortillita gaditana, una lámina de masa frita con los camarones en su interior. Y lo que llega a la mesa es una especie de
tortilla francesa sin acabar, con los camarones, que proceden de Doñana, ligeramente rebozados y fritos, por encima. El camarero completa el plato con un poco de polvo de caviar. Un plato muy logrado. Rematamos con una trucha salvaje de Noruega en escabeche cítrico. Menos interesante. El escabeche es muy suave, pero el pescado tiene poco sabor.
Los postres, junto a un solomillo de ternera por si cae por allí algún despistado, son lo único que no procede del mar. Ni de la cocina del Chiringuito. Son tartas de chocolate y de queso que elabora ese obrador que lleva por nombre "La Mejor Tarta de Chocolate del Mundo". Y están buenas. Sorprende encontrar una carta de vinos tan bien seleccionada, especialmente en lo que a blancos se refiere. El maitre y sumiller, Carlos Saludes, maneja algunas referencias muy poco habituales.
Mayor, 31
28013 Madrid Madrid
España