Quien iba a decir que un antojo tras una noche de fiesta en la sala Apolo acabaría convirtiéndose en un fructífero negocio con siete restaurantes, y uno más que está en camino, dedicados a este clásico icono de la gastronomía británica: el fish and chips. Fue en 2015 cuando Mani Alam y su hermano Magid, junto con su cuñado Bilal, abrieron The Fish and Chips Shop, un pequeño local en la calle Rocafort con Gran Via. “Era el único local de fish and chips de Barcelona y coincidió con el auge del street food. Al cabo de tres meses teníamos colas de casi dos horas y venía gente de fuera de la ciudad”, explica Mani.
Nacidos en Pakistán, pero criados en Barcelona, los hermanos Alam no se habían formado en hostelería, aunque sí que habían hecho algunos pinitos en el restaurante de su tío, ubicado en el barrio del Raval. “Tampoco hemos estudiado en ESADE, hemos aprendido sobre la marcha”, bromea Mani. Abandonaron sus profesiones de diseñador gráfico y de fotógrafo y sin dudarlo se pusieron tras los fogones para empezar a elaborar este fish and chips que les ha hecho tan famosos. ¿Cuáles son las claves de su éxito?
Un fish and chips con carácter
La primera, utilizar siempre pescado fresco, ya sea merluza o bacalao, que les llega diariamente desde el puerto de Celeiro en Galicia. La segunda, cortar el pescado al momento y darle un rebozado ligero pero muy crujiente. Lo consiguen con una tempura que no lleva huevo, pero sí un toque de cerveza, y un ingrediente que le aporta esa textura tan peculiar: cereales de maíz machacados con la mano. La fritura se hace siempre con aceite de máxima calidad, que se filtra y se limpia a diario. Y la tercera, servir el pescado con unas patatas, cultivadas por un pequeño productor gallego, que se fríen en dos tiempos y se rubrican con un toque de curry, que nos traslada a los orígenes pakistaníes de la familia. Las salsas que acompañan: tártara y chutney de mango, ricas en contrastes.
El buque insignia de la casa se puede degustar en todos sus locales, aunque poco a poco estos se hayan ido especializando con propuestas gastronómicas que varían ligeramente. Por ejemplo, la carta del local de la calle Casanovas es totalmente gluten free; la del restaurante de la calle Balmes está pensada para compartir; en el local del Putxet también tienen oferta vermutera; y el de la calle Aribau destaca por su cuidada selección de vinos naturales. “Queremos que cada local tenga su carácter para que no se nos vea como una franquicia”, afirman.
Rolls, en exclusiva en la Barceloneta
Su última aventura, inaugurada hace apenas dos semanas, se encuentra en el barrio de la Barceloneta: un minúsculo local ubicado en un rincón privilegiado con vistas al mar, que se ha especializado en rolls. Aquí, el rey es el lobster roll, que preparan de manera clásica, al estilo Maine, y que aderezan con una salsa de crema agria, mayonesa y apio, y sirven con chips de boniato. Así de simple pero extremadamente gustoso porque, según dicen, “queremos que se note la calidad del producto”. Otra de las grandes apuestas es el bánh mì de tofu marinado, con encurtidos y una tofunesa que lleva la firma de la periodista gastronómica Mónica Escudero, quien ha colaborado con ellos en la definición de esta nueva carta de rolls. “La receta del bánh mì es totalmente vegana, casi como se hace en Vietnam”, añade Mani.
Continúan con el bocadillo de caballa ahumada, elaborada por el equipo de Rooftop Smokehouse, que se completa con una salsa de yogurt parecida a la raita, habitual en la cocina india, y unos toques de pepino e hinojo para conseguir un contrapunto refrescante. También con el Tuna Melt, una especie de bikini de atún con queso cheddar caliente, que preparan con pan de molde de Baluard, la emblemática panadería de la Barceloneta. La última gran apuesta es el po’ boy, un bocadillo de gambas típico de Nueva Orleans, al que añaden una mayonesa hecha con fumet de las mismas cabezas de gamba. Sencillamente, espectacular.
En la carta de este local tampoco faltan algunos de sus entrantes emblemáticos como el hummus con papadam frito, los edamame con aceite de trufa blanca o las bravas de pulpo, que sirven con tres tipos de picante de Sudamérica, mayonesa japonesa y un toque de menta. Para los vegetarianos, la alternativa es el aguacate and chips, que rebozan y fríen de la misma manera que hacen con el pescado.
Veteranos del delivery
Si bien este nuevo local cuenta con una pequeña terraza con mesas, no esconden que la propuesta está muy pensada para llevar y comer en la playa. Y es que en The Fish and Chips Shop son unos auténticos expertos en elaborar comida para delivery y take away, un servicio que llevan muchos años trabajando y que a raíz de la pandemia solo ha hecho que seguir creciendo. “Hemos participado en muchos markets gastronómicos y en eventos musicales con mucho público y, en parte, eso nos ha ayudado a organizarnos y a ser muy ágiles en el servicio”, apuntan estos hermanos, que siguen gestionando de manera personal todos los locales. “Es nuestra filosofía, y no la queremos perder”, recalcan.
Buena intuición para los negocios, inquietud por innovar en sus propuestas gastronómicas, buen servicio y, lo más importante, calidad y perfecta ejecución en sus platos. Con esta fórmula, ¿qué puede fallar? Ni esta maldita pandemia los ha podido detener.
FOTOS: Marta Becerra