La terraza del Cabo Nou es generosa en espacio y vistas, comparte plaza con uno de los edificios más bonitos del barrio del Poblenou (el centro cívico Can Felipa). Si a la comodidad y estética del espacio le sumamos –y esto en mi opinión es lo más relevante- una cocina que equilibra con éxito el ambiente informal con una carta muy amplia, reflexionada y bien ejecutada, entonces nos encontramos ante una apuesta ganadora.
Una especie de chiringuito urbano con cocina elaborada, o si lo preferimos, un restaurante sólido de platos bien elaborados vestido con los colores y la alegría de un chiringuito lejos del mar. Tanto monta, monta tanto. Y es que además de los vibrantes colores en sillas, mesas y paredes del local, de la cocina salen platos con salsas muy bien elaboradas (sabrosas, golosas y excitantes), materia prima destacada (una demostración de que lo popular no está reñido con la calidad) y unos puntos de cocción precisos y acertados.
Al timón encontramos a Rodrigo Varela, que de hecho dirige todo el grupo CABO (incluye también a Cabo Bar y Casa Cabo). Atención también a la oferta de ‘esmorzars de forquilla’ (desayunos de cuchara) con platos y platillos de alto octanaje tradicional y al menú de mediodía durante la semana laboral. Son ofertas complementarias que abren mucho el abanico y dejan clara la intención de abarcar una cocina de amplio espectro.
Con este espíritu algo pachanguero no sorprende en absoluto que lo primero en desfilar por las papilas sean unas patatas bravas (utilizan patata agria, cocción clásica de pochado inicial a 140ºC y fritura final ‘a la minute’ con el aceite a 180ºC) que lucen espectaculares salseadas en un triunvirato original. A la muy clásica salsa brava picante y al alioli de la casa se les suma el matiz fresco del mojo verde, con aportación destacada del cilantro, el ajo y el comino. El resultado: cada patata es una cápsula crujiente de corazón cremoso con triple salseado.
Para los amantes de la fritura: los buñuelos de bacalao. Desnudos, sin salsa, porque si la cantidad de bacalao en el buñuelo es suficiente (que lo es) entonces no hace falta aderezarlo mucho más. Atención al detalle: el agua que suelta el bacalao al cocinarlo es el que usan para elaborar el roux de harina para formar la masa del buñuelo. Son buñuelos esponjosos y suaves, con un dorado homogéneo y crujiente.
Para los amantes de la paella, se preocupan de preparar un fumet poderoso (hecho entre otros con morralla, cabeza de gamba, galera…). Este caldo esencial y el sofrito (con sepia, que incorpora su melsa o ‘salsa’ para conseguir una gran potencia de sabor) son la clave para que el arroz (variedad bomba) resulte sabroso y bien elaborado. Es una paella marinera, coronada con mejillones y langostinos. Atención: la preparan individual si conviene, un buen servicio que no encontramos en muchos restaurantes. Limón opcional, no es mi caso pero es cierto que hay a quien le resulta imprescindible el chorro acidulado.
Para los carnívoros, no puedo menos que recomendar el vacío a la brasa. Este corte, de sabor intensísimo y muy tierno cuando se cocina con acierto, es poco habitual en nuestro país. Junto a la entraña y la entrama forman un trío ganador que en los últimos años ha ganado muchos adeptos en nuestro país. Cocinan el vacío en el horno Josper, para que adquiera matices ahumados y lo riegan con un chimichurri casero (cebolla morada, pimiento rojo, pimiento verde, ajo, orégano, tomillo,…). Al lado de la carnaca encontramos patata asada y pimientos Padrón. Disfrutar de esta carne es casi como comerte un pedacito de Uruguay en el medio de Barcelona. Bravo.
Si te va más el cerdo, no dejes escapar el secreto ibérico con boniato. Una combinación poco frecuente que en Cabo Nou concretan en forma de jugosa carne sobre una cama de puré de boniato. Al cerdo le va de fábula el toque ligeramente dulzón del tubérculo anaranjado (lo cuecen, lo brasean y lo convierten en puré). Otra vez bravo.
Para los marineros también encontramos una propuesta de pescado acompañado de boniato. Unos originales fish and chips (en la casa juegan con la semántica del fish and sweet) donde el boniato se cocina en bastones y el pescado son jugosos trozos de bacalao bien rebozado. Un rebozado crujiente y ligero, sin apenas rastro de grasas y con el color justo: dorado tirando a claro. Lo acompañan académicamente con una salsa tipo tártara: mayonesa amostazada, huevo duro, alcaparras y chalota. Un fish and chips de manual…pero hecho con boniato.
Otro plato marinero es el pepito de calamar, cuya simplicidad es precisamente la clave del éxito: buen producto bien elaborado. Metido en pan de mollete encontramos calamares rebozados y fritos salseados generosamente con un alioli negro, entintado. El matiz ligeramente acre de la tinta aporta un matiz interesante al bocado, muy goloso, de los que manchan los mofletes que es como normalmente han de quedar los mofletes si el bocadillo es goloso y glorioso.
Para el final dulce, no os dejéis pasar la torrija con helado de canela. Ideal para los amantes de los sabores dulces y tostados. Texturas jugosas, fundentes y el contraste de temperatura entre la torrija y el helado. Si sois amantes del chocolate, la tortilla fea ha de ser vuestra elección. El nombre es honesto y no engaña, la verdad… como tortilla es algo fea. Pero el sabor y la intensidad la convierten en un bocado inevitable.
Fotos: Andreu Gilaberte