Un grupo de mecánicos vestidos con sus monos azules, algunos hipsters con las barbas bien arregladas, la señora María de la mercería, trabajadores de BTV -la televisión local de Barcelona-, y unos abuelos que toda la vida han vivido en el barrio de Poblenou comparten comida y buen ambiente en Can Bigotis. Es curioso ver cómo el buen comer y el gusto por la cocina de calidad no entiende de edades ni hace diferencias. Es un jueves al mediodía y el restaurante está lleno hasta los topes. El secreto que todos ellos ya saben y que nosotros descubrimos es su menú de mediodía: cocina de autor por solo 12 euros.
Los jueves, el menú es de arroz. Antes habrá que elegir uno de los dos entrantes que hoy ofrecen: huevo a baja temperatura con yuca frita y salsa de pesto, o coca de setas, cebolla caramelizada y brotes de soja.
Luego llega el arroz, que cocinan al momento, hoy de sepia y pollo con alioli de pimentón. Aunque van cambiando: arroz de montaña, arroz negro con alioli gratinado, arroz caldoso... Y así cada jueves. El martes y el miércoles, el menú permite decidir entre cuatro primeros y cuatro segundos, platos que mantienen la misma calidad en el producto, la elaboración y la presentación que los que configuran su carta.
El talento invita a evolucionar
De entrada, la propuesta es sugerente e invita a desplazarse a este barrio barcelonés, otrora industrial y ahora uno de los más emergentes de la ciudad, en el que han proliferado hoteles, talleres de artistas, estudios de diseñadores y una oferta culinaria de lo más dispar. Poblenou es también el barrio en el que se criaron Albert Casas y Christian Pujades, los artífices de Can Bigotis. Dos treintañeros, amigos de toda la vida, que en poco más de un año y medio han conseguido su objetivo: traer calidad gastronómica a este rincón de la ciudad.
Alcanzar el reto era fácil. La trayectoria de Albert, el chef, lo avala: Hofmann, Escribà, el Bulli, Paco Guzmán, Ramón Freixa... Él ha pasado por estas cocinas, y algunas más, y la carta de Can Bigotis es un buen reflejo de ello. Empezaron haciendo comida tradicional pero enseguida cambiaron. Había que aprovechar el talento y el torbellino de creatividad de Albert. "Un auténtico diamante en bruto", según nos dice Christian, responsable de la gestión del restaurante.
Platos con nombres y apellidos
Ahora, su carta, que cambia periódicamente y utiliza productos de temporada, ofrece cocina catalana con guiños puntuales a la fusión asiática. Es el caso de una de sus últimas sugerencias: los fideos de calamar con salsa yakisoba. Un plato que, como todo lo que se come en Can Bigotis, está de principio a fin elaborado por ellos, desde la salsa hasta los fideos que Albert obtiene al cortar el calamar en tiras muy finas.
Horas de investigación y de dedicación a la cocina que se traducen en excelentes platos y tapas. Algunas de ellas ya son emblema de la casa: el crujihuevo, un huevo poché, rebozado por fuera, colocado sobre una base de foie a la plancha, puré de patata y espuma de ceps; y el brioche frito, relleno de foie con pera a la mistela, que acompañan con una mahonesa de cítricos. Imprescindibles.
El ceviche de corvina es otra interesante propuesta, y lo hacen siguiendo una receta original de la zona del Machu Picchu, en Perú. Está marinado con ají, lima, cilantro y jengibre, y para rebajar la acidez y el picante lo acompañan con una crema de boniato y chips de yuca. Si el comensal es más carnívoro, el cuello de cordero relleno de tuétano y setas con puré de chirivía, crujiente de patata y salsa de yogur, se presenta como una jugosa alternativa.
¿Y en el futuro?
Christian y Albert desbordan energía, tienen los principios claros y trabajan duro para mantenerlos a rajatabla: cuidar la materia prima, que seleccionan con esmero y habitualmente en pequeños proveedores; ofrecer alta cocina de calidad a un precio económico, tanto en el menú de mediodía como en la carta; y conservar un trato cercano con el cliente y un ambiente de barrio, casi familiar, en el restaurante.
Can Bigotis funciona, y muy bien, por eso ya han empezado a preparar una ampliación del local. Lo siguiente quizás sea poner en marcha un foodtruck. Tienen muchas ideas pero para desarrollarlas lo quieren hacer bien, con calidad y pisando sobre seguro. Nada extraño, es lo mismo que hacen en su cocina.
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