Cuando una persona tiene actitud e inquietud, los caminos se abren y las ideas cada vez se presentan más claras. Sobre lo que se quiere hacer y sobre la manera de hacerlo. Esto es lo que, probablemente, le ocurrió a Florentino Morillo en el año 94. Por aquel entonces era un chaval de 21 años que había empezado a trabajar en la hostelería con solo 13. Ahora peina canas, pero las ideas las sigue teniendo igual de claras: es un enamorado del vino y la cocina.
En su aprendizaje bebió de una de las mejores regiones de España en cuanto a gastronomía se refiere, el País Vasco. Sus maestros le enseñaron la profesión de hostelero hasta que comprendió que como aquello era su vida, tenía que vivirla y regentar su propio restaurante. Fruto de estas ilusiones abrió en la localidad malagueña de Fuengirola una taberna, Charolais, que a día de hoy se ha convertido en un restaurante de gran afluencia donde se hace buena cocina y se come buena comida, es decir, uno de esos restaurantes donde cada vez que vas sabes que no vas a fallar. Y la razón es muy sencilla, además de tener un gran equipo de cocina y sala, Charolais es de esos restaurantes donde se trabajan los fondos y los guisos se hacen a fuego muy lento, para que a la mesa lleguen platos con auténtico sabor a cocina de producto, casera y con unas presentaciones trabajadas.
Él éxito de Charolais ha seguido intacto desde su apertura. El público cada vez está más informado y es más exigente, pero este establecimiento ha sabido responder a sus demandas y también atender al volumen que se ha ido haciendo clientela fija durante todos estos años. El negocio ha ido creciendo, y de aquella taberna se han transformado en un restaurante con una cómoda terraza cubierta, una zona interior de barra y mesas altas más orientada al picoteo y un salón de eventos para cualquier reunión social o empresarial. Igual que ha crecido el negocio, también lo ha hecho la dirección del restaurante, donde Florentino está acompañado por su mujer, Vanesa Prieto, y por su hija Carmen Morillo. Ellos son los encargados de que todo vaya bien y de engranar a un equipo que, igualmente, se ha hecho más grande.
En lo que respecta a su cocina, han ido evolucionando con el tiempo en cuanto a técnicas culinarias, presentaciones y tendencias de producto, pero la filosofía de Charolais sigue intacta desde el primer día: calidad y buena cocina para que los clientes coman muy bien. Así, han apostado por una carta mediana a la que complementan con sugerencias de mercado que van cambiando según la temporada, pues, como buen restaurante de producto es algo que respetan y por lo que apuestan en su oferta gastronómica.
¿En cuanto a sus platos más típicos y que más piden los clientes? Hay algunos que nunca quitan de la carta, sería imposible no tenerlos en un lugar como Charolais. Por ejemplo, el bacalao al pil pil, el txangurro, el rabo de toro, las chuletillas de cordero o la pluma ibérica con risotto de patatas y puré de castañas.
Además de todo esto, el visitante puede disfrutar de opciones tan suculentas como un tartar de aguacate y carabineros, con el jugo de sus cabezas, o de un huevo de corral, con boletus, foie, trufa y “un secreto del cocinero” que le daba al plato un punto para mojar bien ese pan artesano que ponen en el servicio.
Las croquetas de solomillo de cerdo ibérico y la milhojas de foie, manzana caramelizada, carne de membrillo, piñones y queso cremette son otros de los platos que no hay que perderse. Realmente, tendrás que visitarlo varias veces para poder probar toda su carta y disfrutarla a base de bien, ya que, además, está recomendado por la Guía Michelin desde hace años.
Los postres también están bien pensados para disfrutar y, por supuesto, son caseros. Aquí el pódium se lo lleva la milhojas de nata. El hojaldre casero y la nata fundente hacen la delicia de los más golosos, al igual que el flan de queso con helado.
Charolais es un restaurante consagrado desde hace años, pero Floren no para de idear y pensar. Es una mente inquieta y tiene alma de tabernero, así que, ni corto ni perezoso, ya tiene nuevos planes para su negocio. Ha adquirido el edificio que tiene encima para abrir un pequeño hotel boutique y una coctelería clásica, y todo ello en pleno centro de Fuengirola, una de las ciudades con más vida social de la Costa del Sol. Con estos planes estamos seguros de que todo lo bueno que ya ofrecen desde hace tanto años se va a multiplicar.
C. Larga, 14
Fuengirola Málaga
España