Su nombre ya nos da una buena idea de lo que vamos a encontrar al llegar a este lugar: una coqueta construcción payesa de piedra, ubicada en plena naturaleza. “Es un entorno idílico para montar un restaurante y empezar desde cero”, asegura Alberto Soldán, propietario de CasaPiedra, quien hace ya siete años que se embarcó en esta aventura.
Desde entonces, su concepto culinario ha ido evolucionando: “cocinamos al carbón desde el inicio, pero poco a poco hemos ido atreviéndonos con más y más fusión de diferentes culturas gastronómicas”. Y es que, en la vida de Alberto, y en la de CasaPiedra, hubo un antes y un después. Con una sonrisa en los labios, Alberto Soldán recuerda que hace ya cinco años, su chef, Leo Ngo, se cruzó en su camino. Basta con charlar un minuto con ambos, para darnos cuenta del enorme respeto que les une, y la química que hay entre ellos.
La llegada de este cocinero extremeño y de origen vietnamita supuso toda una revolución gastronómica para CasaPiedra. “Hemos ido desarrollando nuestro concepto muy poco a poco, para lograr que el comensal sea capaz de entender la fusión que le proponemos”, explica el chef. CasaPiedra mezcla tantos –y tan diversos- tipos de cocina, que uno ya no sabe cómo definir su propuesta. “Hacemos la cocina que nos gusta a nosotros”, explican Alberto y Leo, pero matizan: “nuestro sello es el toque al carbón, que se aprecia en cada bocado. No tenemos freidora ni plancha, todos los platos calientes pasan por el horno de carbón”. Y fue precisamente este, uno de los mayores retos que CasaPiedra propuso a Leo: modificar por completo su método de cocina. El chef admite que nunca antes había tocado un horno de este tipo. “Fue un cambio radical, pero ahora no concibo la cocina sin un horno Josper”, asegura.
El menú de CasaPiedra tiene una fuerte influencia asiática -especialmente vietnamita- pero también se atreve con platos peruanos, italianos, japoneses, e incluso ibicencos. “Cambiamos la carta tres veces al año, nos encanta jugar con el factor sorpresa”, añade Leo Ngo. Y, pese a lo arriesgado que suena eso de querer sorprender al cliente con cada plato, este es uno de los aspectos por los que el comensal se enamora de este restaurante.
También tiene parte de culpa el entorno donde se ubica CasaPiedra, rodeado de naranjos, viñas y almendros. Y su acogedora terraza. Pero uno nunca puede olvidar que sus nachos con guacamole lleguen transformados en “un suculento fresón con tierra” a su plato.
Tampoco resulta fácil borrar de nuestra memoria gustativa el viaje de sabores que propone CasaPiedra con su taco de atún macerado en tiradito, a través de una secuencia que va desde el sabor dulce al ácido, pasando por el picante y culminando con el más característico en este producto: el salado. Una auténtica explosión de sabores en un plato osado, pero perfectamente equilibrado. “Nos encanta la fusión en la cocina, pero no queremos pasarnos ni volver loco al cliente”, explica Alberto, que asegura que “CasaPiedra ha llegado al nivel de fusión que deseaba.”
Cuando el apetito va disminuyendo y te atreves a relajarte pensando que ya no habrá más sobresaltos en la mesa, llega otro de los platos estrella del restaurante: el arroz a la marinera con dorada y pez mantequilla. De nuevo logran dejarnos maravillados, tanto por el intenso sabor a mar del arroz, como por el característico toque a carbón que impregna el pescado.
Tras ojear la selección de postres, no podemos resistirnos a probar al menos uno de ellos. Nos decantamos por la tarta de zanahoria con crema de natillas. Como ya podíamos deducir, no se trata de un pastel de zanahoria al uso, sino de una auténtica obra de arte, pensada para llevar al cielo a los amantes del dulce.
Carretera Cala Llonga, 42
07840 Ibiza Balears
España