Este restaurante evoca recuerdos guardados en mi memoria durante muchos años. Recuerdos de infancia que me llevan a la Plaza de los Patos del castizo barrio de Vistabella, donde vivía mi abuela. Recuerdo las mañanas de los sábados cuando acompañábamos a la abuela a hacer la compra a la plaza de abastos del barrio, muy frecuentada por los vecinos y por las amas de casa, que eran las que se encargaban de esas tareas por aquel entonces. Hacíamos la pequeña compra para la semana: un poco de embutido de cerdo, un trozo de viso (caballa en salazón) y unos tomates para acompañarlo, algo de pollo para hacer la sopa del domingo, y como premio por acompañarla, algún dulce o una chuchería para después de comer.
Al finalizar la compra siempre tomábamos algo en alguno de los bares y tabernas de este barrio. Recuerdo el olor a gambas a la plancha en el bar Antonio de las gambas, el sabor de la ensaladilla rusa en Los 5 Hermanos, los michirones (guiso murciano de habas secas) del bar de la Peña Huertana o el crujiente de la fritura de los buñuelos de bacalao de El Jumillano. La auténtica gastronomía de barrio, cocinada sin muchas pretensiones, pero elaborada con producto de calidad y con todo amor que los hosteleros ofrecían a los vecinos que confiaban en ellos.
Han pasado muchos años desde aquellos recuerdos de niñez en los que todo ha cambiado. Bueno, todo no, casi todo. Aún se mantiene ese aroma de barrio, esos olores a comida casera, esa tranquilidad de las plazas ajardinadas por las que no transitan coches y donde los niños juegan sin miedo, el ir a comprar a la plaza de abastos los sábados y a tomarse el aperitivo de después. Esto no ha cambiado. Con el paso de los años han ido cambiando algunos de los vecinos. Ha ido cambiando la forma de vestir de los vecinos, han cambiado las ideas, nuevos estilos de vida, los negocios, pero se mantienen las mismas ganas de disfrutar de la vida de barrio y de disfrutar de esta gastronomía de cercanía.
El Jumillano es uno de estos restaurantes que aguanta el paso del tiempo. Como sus habitantes, ha ido adaptándose a las nuevas tendencias y a las nuevas modas, desde que abriera sus puertas allá por la mitad del siglo pasado. Como el barrio, ha ido modelando su estructura para mantenerse como uno de los locales de referencia de Vistabella, un local ideal para tomar algo a cualquier hora del día.
Fue en 1953 cuando María y Pedro, que venían de Jumilla, se instalan en Vistabella y deciden montar una pequeña bodega donde solo se vendía vino y vermut a granel, y como tapa para acompañar el vino, servían algún garbanzo torrao o alguna de las tapas que realizaba María como los buñuelos de bacalao y los caballitos, un pincho de gamba frito con una fina masa de rebozado muy típico en la Región de Murcia. Durante algunos años, y una generación más, El Jumillano mantuvo esa filosofía de taberna, hasta que en el año 2010 se incorporan al proyecto Juan Pedro Monreal y María Dolores Navarro, tercera generación de la familia.
Juanpe y Lola le dan un giro al negocio con la ayuda de Darío, encargado del local. En 2016 realizan una importante reforma que lo transforma en el local que es hoy día, respetando la esencia de taberna de barrio. Convierten un local que tenía una pequeña barra y varios barriles de vino, en un espacio más amplio, con una cava de vinos acristalada presidiendo el comedor. Para la ampliación del negocio utilizan el bajo de al lado, donde vivían hasta entonces los propietarios, que se mudan a vivir a la planta de arriba. De esta forma el restaurante amplía su barra y gana un salón comedor con una capacidad para unas cuarenta personas. Al tener más fachada de restaurante también amplían la capacidad de terraza, disponible para unas ochenta personas.
Los garbanzos torraos dan paso a platos de cocina tradicional murciana más elaborados, basados, como siempre, en el producto de calidad. Comienzan a realizar guisos, arroces, platos de cuchara, asados y platos más sofisticados, que sirven en horario ininterrumpido desde las ocho de la mañana hasta las once y media de la noche.
El día en El Jumillano comienza con los cafés servidos por un equipo especial de baristas profesionales dirigidos por Pedro Bernabeu. Continúa con los almuerzos de vecinos y trabajadores de la zona que piden platos salados como la tortilla de patatas, la magra de cerdo con tomate, la ensaladilla rusa o los calamares fritos con tomate. Su barra está repleta de productos frescos y tapas típicas murcianas: marineras, tomates raff con bonito en salazón, anchoas en salmuera, boquerones en vinagre, ensalada murciana (que suele tomarse de acompañante de la tortilla de patatas), ensalada de pimientos asados, frituras de pescado y, a diario, encontramos una gran sartén con migas, plato típico elaborado con migas de pan o harina, embutido de cerdo y pimientos, que se come en los días de lluvia.
Otras tapas que no pueden faltar en su barra son el pulpo al horno a la murciana, muy típico de las barras de Murcia, las croquetas de solomillo de ternera, el calamar a la andaluza o los obamas, la tapa estrella de este restaurante elaborada con calabacín, bacon, queso y gamba. También realizan a diario platos de cuchara de todo tipo como fabes con almejas y gambas, fabada asturiana, lentejas estofadas, marmitako de atún o platos típicos de la gastronomía regional como el caldo con pelotas, el potaje murciano, la olla de cerdo o la olla gitana.
Realizan todo tipo de arroces como el arroz a banda, el arroz y marisco, arroz de magra y costillejas, arroz de verduras y bacalao, y los domingos, un arroz especial de pulpo. En su carta encontramos platos más elaborados como el rabo de toro estofado, los huevos rotos con jamón, el lomo de bacalao con mousse de ajo, paletillas de cabrito asadas al horno, cochinillo al horno, lubina a la murciana o el timbal de cabrito con parmentier de patata. También disponen de brasas donde se cocinan el entrecot y el solomillo de ternera, el lomo de vaca joven con maduración de 16 semanas o las chuletitas de cabrito que acompañan con ajos tiernos.
Ofrecen distintos tipos de pescado según la temporada como son las sardinas que hacen a la brasa, los boquerones que elaboran a la plancha o fritos, los guisos de pescado o el sabroso atún de ijada que gusta mucho a sus comensales.
Para terminar esta experiencia gastronómica en el barrio de Vistabella, El Jumillano no puede dejar de ofrecer postres caseros tradicionales como el arroz con leche, la tarta de queso, la tarta de la abuela, la tarta de coco, el pan de Calatrava (postre tradicional murciano) o, en Navidad, la tarta de turrón.
C. Luis Fontes Pagán, 4
Murcia Murcia
España