El Rincón de Vespok

El Rincón de Vespok, el oasis de Puerta de Hierro
El Rincón de Vespok
El Rincón de Vespok
2 Mayo, 2022
Clara Villalón
El grupo Vespok 360ᵒ es un grupo de restauración, música y organización de eventos con varias localizaciones y ofertas a lo largo y ancho de la capital, pero uno de sus buques insignia ya desde hace unos cuantos años es El Rincón de Vespok y su agradable terraza; en una zona donde resulta casi un oasis.

Si el tiempo no permite disfrutar de las muchas mesitas que se ponen alrededor de casi toda la plaza, el entorno exclusivo y un local muy acertadamente reformado hace poco más de un año por De la Hoz Estudio, hacen que no importe demasiado.

Situado en una zona residencial de Puerta de Hierro, en una tranquila y pequeña plaza con vegetación, casi como si de una plazoleta de pueblo se tratase, las instalaciones del Rincón de Vespok constan de la mencionada terraza exterior, con una pequeña parte cubierta, y un local de dos plantas que, sobre todo la planta superior abuhardillada, decorada con maderas oscuras, tonos verdes y una bancada de estampado de cuadros que evoca en su conjunto al estilo inglés, invita a quedarse.

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En mi visita de comida entre semana, lo encontré prácticamente lleno, de comidas de trabajo fundamentalmente, pero también se me antoja un sitio perfecto para ocasiones especiales y celebraciones familiares, por lo que se debe reservar previamente en fin de semana.

En cuanto a la comida, aquí se oferta una cocina de corte tradicional con el plus de tener un horario ininterrumpido desde el desayuno hasta la cena. La carta, bien estructurada, pasa por unos entrantes que van desde las croquetas o ensaladilla rusa, hasta un pollo frito con curri, productos de la huerta, carnes, pescados y arroces. Vamos, ese tipo de sitios que quieren tener opciones para que todos puedan ser felices.

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C. de la Isla de Oza, 16
Madrid Madrid
España

Tradicionalmente bueno

De aperitivo, una crema de setas con queso azul que se agradece siempre para salir de las socorridas aceitunas o patatas fritas de bolsa. En cuanto a la comanda, las croquetas se sirven acertadamente por unidades para que se puedan probar varios sabores sin caer en la repetición. Muy distintas entre ellas, la de jamón con boletus tenía una textura delicada, de sabor lácteo más que a jamón y a boletus y con un rebozado fino, mientras que la de cocido es más tosca, elaborada a base de la ropa vieja y mucho menos cremosa pero más potente de sabor.

Le siguió la tortilla de txangurro, sabrosa, elaborada y servida sobre el caparazón del propio crustáceo para conseguir así un plato vistoso. Una sugerencia, sin duda,  podría ser que el camarero que lo sirve homogienice el conjunto rompiendo y mezclando el huevo con unos trozos de patata un poco más pequeños y el desmigado txangurro.

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Las alcachofas, a pesar de estar en temporada, se sirven confitadas, pero están muy bien elaboradas y se acompañan con una maravillosa salsa romesco bien ligada y trabajada con sus frutos secos y crujiente de polvo de jamón. Imperdibles sin duda alguna las patatas bravas, no solo por su salsa picante que auguro contenía algún rastro de tomate, sino por la elaboración del propio tubérculo. Capas de láminas de patata, solapadas como si de un milhojas se tratase, para luego cortar en forma de bastones; confitada y después frita. Una preparación trabajosa que da como resultado un bocado crujiente pero sedoso en su interior, para no parar de comer.

El tartar de atún, aliñado en su justa medida con soja y semillas de sésamo, llega acompañado a los lados, para no enmascarar el sabor del atún, de una crema de aguacate y mahonesa, mientras que los dados de merluza tienen un rebozado más propio de buñuelos; no se esperen esa capa fina de harina y huevo batido. El arroz seco de gamba roja terminado en horno de brasa viene servido en la propia paella y se permite que sea para un solo comensal; llevaba unas gambitas colocadas ya fuera del fuego, casi crudas, muy bien escogidas y al grano le faltaban un par de minutos de cocción cosa que también hubiese agradecido la preparación completa para no ser melosa, sino seca. 

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De las carnes, es notable el steak tartar que ya había probado en otras ocasiones y que preparan en sala al momento, utilizando el debido carrito con aderezos y se queda algo dulzón el magret de pato que llega en su punto con una guarnición de setas.

Para los postres, había ya probado su icónica, y con razón, tarta de queso ahumado (la que, por cierto, vi salir múltiples veces de cocina, y repetir, incluso, en la mesa de al lado), y aunque me sentí tentada de nuevo, esta vez quise optar por algo diferente. Elegimos la de chocolate, que viene en el mismo formato que la de queso, con una base de galleta y mantequilla, templada del horno, empapada de un aroma buenísimo a cacao, con un sabor intenso, esponjosa en los bordes y con un suave y derretido, sin llegar a ser líquido, interior.

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No menos merecedor de alabanzas es el tiramisú, que ya me transmitió buenas sensaciones al venir servido dentro de un vaso, pues denota un bizcocho y sabayón tan ligeros, que necesitan de soporte para poder sostenerse. Me alegra ese subidón de licor y carácter que lo hacen un punto canalla y la crema de mascarpone era etérea y aireada, con la proporción perfecta entre esta, el bizcocho y la capa final de cacao puro.

Con un servicio profesional, un muy buen ritmo de platos y un ticket medio que ronda los 50 euros, no es de extrañar que sea este el sitio predilecto de la zona por el, además, gran atractivo de su entorno tranquilo apartado del bullicio madrileño y que auguro casi mágico de noche. El horario amplio lo hace además perfecto para el aperitivo o el afterwork, si bien la cocina debe pulir esos detalles mencionados.

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