El Jardín de La Máquina
Suma y sigue el grupo La Máquina. Son ya quince los restaurantes que gestionan en la actualidad en Madrid. El último este El Jardín de La Máquina, situado en El Plantío, en la salida noroeste de la capital. Un espacio muy especial, en una casa de campo rodeada por un gran jardín, que supone un paso más en el imperio gastronómico que maneja la familia Tejedor en poco más de tres décadas.
Corría 1982 cuando Carlos Tejedor, tras una larga experiencia en el sector de la hostelería y la distribución, abría en Madrid su primer restaurante, llamado La Máquina, muy centrado en la cocina asturiana pues es natural de Oviedo. A esta casa madre se fueron añadiendo más tarde Casa Nemesio, Puerta 57, La Esquina del Bernabéu, La Cantina, El Patrón, La Máquina de la Moraleja y la de Chamberí, La Casa de Quirós o Casa Narcisa, hasta sumar quince establecimientos si incluimos el último, este Jardín que abrió sus puertas en el pasado mes de septiembre.
Todos ellos han tenido siempre un gran éxito de clientela, y el recién llegado no es una excepción ya que pese a su gran tamaño registra llenos diarios, que en los fines de semana se convierten casi en verdaderas aglomeraciones ya que dan de comer hasta a 250 personas. Nada extraño si tenemos en cuenta las tres claves en las que se sustenta la filosofía de todos los restaurantes del grupo: producto de primera calidad, buena parte del cual compran directamente en las lonjas de toda España; cocina muy tradicional, basada en elaboraciones sencillas y en la recuperación de guisos y otros platos populares; y en tercer lugar, un especial cuidado en el trato a los clientes.
El grupo La Máquina ha hecho una gran inversión en este enorme espacio situado a orillas de la carretera de La Coruña y de la M-40, todavía en el término municipal de Madrid pero lindando con el de Pozuelo. El edificio, completamente reformado, albergó durante muchos años a un clásico de la zona, La Leyenda. Tras una profunda transformación ha quedado muy bien, con un aire rústico pero actual, sin estridencias, dividido en distintas zonas, desde la gran barra central hasta la terraza situada en los jardines, alrededor de un lago, que funcionará en cuanto llegue el buen tiempo, pasando por varios comedores interiores separados entre sí.
El entorno de este Jardín es muy distinto de los otros restaurantes del grupo, pero no así la carta, muy similar en todos. Se mantiene por tanto la línea absolutamente tradicional y sin sorpresas, con el producto por bandera y buena mano en los diferentes guisos. Cocina confortable que satisface a todo el mundo. Nunca falta la cuchara, empezando por una fabada que atestigua el origen del fundador y siguiendo por un completo cocido que se ofrece todos los jueves o las verdinas con bogavante que incluyen los lunes.
Y tampoco falta algo de marisco, desde buenas gambas blancas a la plancha o mejor aún hervidas y servidas templadas, hasta las rojas procedentes de la lonja de Jávea o unas cigalas de Isla Cristina. Sobre la base de buenos proveedores, la calidad raramente defrauda. Probamos las coquinas, que también llegan de Isla Cristina y que se hacen a la plancha con aceite de oliva virgen extra. No son muy grandes, pero están bien limpias de arena y con mucho sabor.
Este apartado de entradas es probablemente lo mejor de la casa. Empezando por esa ensaladilla que se ha convertido en santo y seña del grupo La Máquina y que es una de las mejores que se pueden comer en Madrid. Muy ricas las patatas bravas hojaldradas, presentadas en forma de "sticks" y con una potente salsa. Una de las pocas novedades que encontramos en la carta de este Jardín son unos huevos de pollita de corral, fritos con su puntillita y acompañados con pisto y patatas fritas en dados. Para mojar mucho pan.
De los guisos tradicionales están francamente buenas, bien jugosas, las albóndigas, que se hacen con carne de ternera y de cerdo ibérico en una salsa española. Como guarnición, arroz blanco para empapar en esa salsa. Nos decepcionan, por el contrario, las cebollas rellenas de bonito, una preparación muy popular en Asturias. Las piezas son demasiado grandes y por tanto complicadas de comer, pero lo peor es que llegan poco guisadas y por tanto algo duras. No nos gusta nada tampoco en este plato ese absurdo cordón de balsámico, impropio de un restaurante de esta categoría.
Hay siempre una buena oferta de pescados de calidad: merluza, lenguado, rodaballo, pixín (rape)... casi siempre a la plancha o la brasa. Sin embargo esta vez optamos por la carne, un entrecot de vaca de dehesa. Una pieza muy tierna y con buena presencia, pero un tanto corta de sabor. En mesas grandes es una buena opción el "rib eye", un centro de chuleta de vaca de entre seis y nueve años con el que comen bien tres personas.
Los postres, todos caseros, alternan entre lo popular y lo clásico. Las mejores opciones son las que responden al origen asturiano de los Tejedor, empezando por un arroz con leche requemado bastante conseguido y siguiendo por una agradable compota de manzana caramelizada con helado de vainilla. La bodega, tan tradicional como la cocina, se adapta bien al tipo de clientela que tiene el restaurante. Pese a unos precios bastante elevados, la satisfacción está garantizada en este El Jardín de La Máquina.
Avda. Victoria, s/n
28023 Madrid Madrid
España